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Mavi Doñate acaba de entregar a la imprenta 'Bajo la mirada del dragón'. VIRGINIA CARRASCO
«Habrá conflictos entre China y EE UU, pero por la pieza de Taiwán»

«Habrá conflictos entre China y EE UU, pero por la pieza de Taiwán»

Mavi Doñate, corresponsal de TVE durante seis años en Pekín, publica el libro 'Bajo la mirada del dragón despierto', en el que cuenta cómo China afrontó la covid

Sábado, 5 de febrero 2022

Mavi Doñate llegó a la corresponsalía de Pekín con la intención de pasar una corta temporada, pero al final ha ejercido su oficio durante seis años que se le han hecho cortos. Desembarcó en la capital asiática cuando era una experimentada redactora de tribunales e interior. El destino le llegó por sorpresa, pero no se amilanó. Los telespectadores han podido ver a la periodista lidiar con las fuerzas de seguridad para sortear la censura y esquivar las reticencias de los ciudadanos a discrepar de la verdad oficial. Con plaza ahora como corresponsal en París, Doñate hubiera pasado más tiempo en el país, «un dragón» que acaba de despertar, pero en TVE no se puede estar en un destino extranjero más de seis años. Ha vivido momentos apasionantes: el confinamiento de Wuhan, la visita de Obama a Hiroshima, el rescate de los niños atrapados en una cueva en Tailandia, la abdicación del emperador Akihito o la visita del Papa a Myanmar. La informadora cuenta ahora su cobertura de los avatares del coronavirus en China en el libro 'Bajo la mirada del dragón despierto' (Plaza y Janés).

-Llegó a la corresponsalía procedente de la sección de interior y tribunales. ¿Cómo fue el aterrizaje?

-Por motivos profesionales y personales, ya había abandonado por completo la esperanza de ocupar una corresponsalía. China y Asia me gustaban y había leído mucho sobre la región, pero nunca me imaginé que iba a acabar allí, no entraba en mis planes para nada.

-Hablar con la gente en China siendo una corresponsal extranjera es complicado porque que la gente evita los micrófonos. ¿Cómo puso esquivar este problema?

-Hay una gran diferencia entre cuando llegué, en 2015, y ahora que me he ido. Antes era más fácil encontrar una voz que cuestionara la versión oficial, aunque casi nunca destacaba por el tono excesivamente crítico. Ahora la gente en la calle habla menos con un periodista y se tiende al pensamiento único, a ratificar el discurso oficial. Obviamente, para sortear todo esto es necesario tener una buena traductora, intentar crear un clima afable, pero es más complicado, porque es preciso ahondar más para hallar una opinión discrepante.

-En un país donde todo está sometido a los designios del Partido Comunista, ¿cómo se desbroza la propaganda?

-Conforme se van captando las claves del país, se advierte la propaganda pura y dura. Luego está el mundo de los foros y las redes sociales, donde se encuentra gente muy activa que cuestiona la realidad. Tienes que ser muy rápida porque los funcionarios enseguida aplican la censura y eliminan esas opiniones. Los medios internacionales ayudan, pero de alguna forma canalizan la mirada. Las agencias estadounidenses tienen una mirada interesada. Con lo cual al final hay que armar un puzle propio.

 

«La OMS mantiene ahora el SARS-CoV-2 pudo nacer de un accidente. Pero la hipótesis de que es un arma biológica no se sostiene»

-Mucho se ha hablado sobre si el virus nació en un laboratorio. Probablemente nunca se sabrá el origen, pero ¿cuál es su impresión?

-Lo que opine yo poco importa. Desde el principio, con la administración de Donald Trump, se culpó a China de que el virus se había creado en un laboratorio. China respondió y todo se radicalizó y polarizó mucho. China asegura que la transmisión fue de un animal a un humano y la Organización Mundial de la Salud (OMS) mantiene ahora que pudo ser un accidente. Es una posibilidad. Pero la hipótesis de la creación de un arma biológica no se sostiene.

Covid cero

-China ha apostado por el covid cero. ¿Tal estrategia es sostenible?

-Esa es la gran pregunta. ¿Cuánto tiempo va a poder aguantar China aislada, con las fronteras cerradas? Es una incógnita. Desde luego la economía china es la que mejor ha salido de toda esta situación.

-En el último trimestre se ha ralentizado el crecimiento.

-Sí, pero ya estaba contemplado dentro de las previsiones del Gobierno a largo plazo. Estaba descartado crecer en las magnitudes con que se había hecho en los últimos diez años. A China ya no le interesa fabricar televisores, sino el chip que va dentro. Es decir, hay un cambio de modelo económico, y esa reestructuración se va a notar. 

-La principal obsesión de la política exterior de EE UU es China. ¿Veremos enfrentamientos parecidos a los que enfrentan ahora a Washington con Moscú?

-Sí, pero con la pieza en medio de Taiwán. El presidente chino, Xi Jinping, tiene muy claro que Taiwán debe formar parte del territorio chino. Basta con que EE UU desarrolle unas maniobras para que Pekín mande sus buques. La tensión latente siempre está ahí.

-¿Hasta dónde puede llegar el control chino de la población por medios tecnológicos?

-Ha habido una transformación inmensa. En 2018 se generalizaron las cámaras de videovigilancia y los sistemas de reconocimiento facial conectadas con la policía. En Pekín, sin moverte del sitio, levantas la vista y puedes observar hasta ocho cámaras de seguridad. A los ciudadanos no les importa ese control, les parece que sirve para evitar robos, por ejemplo. Con todo, nosotros también estamos controlados. Lo que ocurre es que en Occidente no nos pasa factura y en China acarrea consecuencias políticas.

-China es responsable de un 28% de las emisiones contaminantes y se ha decantado de forma decidida por su reducción. ¿Marcará Pekín la transición energética?

-Desde luego tiene mucho que decir. Ya hay una apuesta clara. La contaminación que se cierne ahora sobre Pekín no tiene nada que ver con la existente en 2015, cuando durante seis días seguidos no se veía más allá de medio metro. Se están quitando las calefacciones de carbón y las fábricas se están instalando fuera de las ciudades. Se adivina un camino muy largo por recorrer, aunque los chinos deben afrontar un buen de contradicciones. China es ahora es el país que más plástico consume y produce. Quiere liderar esa lucha contra el cambio climático, al menos de boquilla. Trump se lo puso muy fácil sacando a EE UU de los acuerdos de París, cosa que los chinos aprovecharon.

 

«China está obligando a EE UU y Europa a redefinirse. El régimen no renuncia a su papel de potencia militar y al 5G»

-China es la gran fábrica del mundo. ¿Estamos en sus manos?

-Ellos tienen un proyecto y lo tienen muy claro. China está obligando a EE UU y Europa a redefinirse y decir lo quiere. China no renuncia a su papel de potencia militar y al 5G.

País de multimillonarios

-¿Cómo cree que evolucionará el régimen?

-Los hechos han desmentido que el bienestar económico y social de la población fuera a traducirse en una apertura política. El gran triunfo que enarbola el Partido Comunista chino ha sido sacar de la miseria extrema a 90 millones de personas, y ahora ha de afrontar el siguiente reto: que 600 millones de chinos cobren más de 200 euros al mes. China es el país donde hay más multimillonarios, de modo que está abocada a colmar esa brecha, sobre todo en un país que se presume de ser socialista. Mientras, el nacionalismo cala, la censura permanece y la idea de que es preciso acallar la disidencia para ser fuertes fuera no se resiente. Sin lugar a dudas, la etapa que viene es de fortalecer el cierre.

-¿Y cómo ve China a Occidente?

-La pandemia ha supuesto un antes y un después. Pekín ve un mundo que está siendo incapaz de dominar el coronavirus, mientras el régimen alardea de que lo está consiguiendo. Pero ojo, el mensaje de que solo con una dictadura se puede vencer a la pandemia no hay que comprarlo. Ciertas cosas no se pueden exportar porque son un experimento que solamente funciona en China por sus características sociales, políticas y económicas. No nos pueden quitar el poder de decidir quiénes son nuestros gobernantes.

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