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Jana Leo posa con su libro, 'Mamá está muerta, pero la vamos a curar'. José Ramón Ladra
Jana Leo ilustra el terror doméstico a través de 132 crímenes machistas

Jana Leo ilustra el terror doméstico a través de 132 crímenes machistas

La artista recopila en un libro los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas en Madrid a lo largo de dos décadas

Domingo, 24 de noviembre 2024, 00:08

«Descuartizada pasó más de un año en un arcón congelador. Él siguió su vida, nuevos trabajos y relaciones mientras vivía con ella congelada en un cuarto alquilado más de un año». Con estas palabras sobrias, la artista Jana Leo describe un asesinato machista de los muchos ocurridos en la Comunidad de Madrid entre 1999 y 2020. Jana Leo, que ha invertido muchos años de su carrera en investigar la violencia de género, relata e ilustra 132 historias de mujeres asesinadas por sus parejas en el libro 'Mamá está muerta, pero la vamos a curar', un homenaje a las víctimas de crímenes machistas y un libro que indaga en lo que se esconde detrás de las estadísticas.

Tras un laborioso trabajo de cinco años, periodo en el que ha contado con la ayuda del economista Sergio Tembesi para desentrañar la realidad muchas veces oculta bajo la frialdad de los datos, la artista y arquitecta llega a la conclusión de que el asesinato machista es la culminación de años de violencia, humillaciones y vejaciones sin fin. «Ilustro el caso de una mujer que llevaba 35 años con su marido, quien la pegaba día y noche. Eso es una tortura continuada: el maltrato es un modo de vida que se ha naturalizado», asegura Jana Leo.

Ilustración de una mujer asesinada por estrangulamiento.  

Con obra expuesta en el Museo Reina Sofía, Jana Leo lleva interesándose en la violencia de género desde hace tiempo, al menos desde 2001, cuando fue violada y secuestrada, en Harlem, Nueva York, donde sufrió la agresión sexual y el acoso inmobiliario. Aparte del ultraje, la artista conceptual pudo demostrar que el arrendador actuó de forma negligente, pues le convenía que los inquilinos vivieran sumidos en la inseguridad para expulsarlos del edificio, lo que permitió que un agresor entrara en su vivienda sin problemas.

A la luz de las 132 historias que se documentan en el libro, publicado por la Fundación Mosis, la artista extrae algunos patrones de conducta. Los agresores responden a diversos perfiles: uno es el depredador sexual, pero también está el que se resiste a asumir una ruptura, a ser abandonado por su escasa tolerancia a la frustración o el que simplemente está educado en una horma machista. «El agresor machista piensa que las reglas para los hombres son distintas que para las mujeres. Por ejemplo, no admite que estando él en un viaje de trabajo su mujer pueda invitar a otro hombre a su casa. Si lo hace, el castigo es natural, pues a él le corresponde un privilegio patriarcal», dice la artista.

Cada ilustración está acompañado de una ficha en que se describe de forma parca y descarnada los hechos. Solo se omiten los nombres, pero las circunstancias se narran sin adjetivos, con un estilo en el que la autora desaparece. «Quería que todo fuera muy factual, que los hechos resaltaran como cuchilladas. He apostado por una escritura precisa», aduce la escritora e ilustradora, que se ha basado para documentar las historias en artículos de prensa, archivos policiales, sentencias y la base de datos de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, organización pionera en la lucha contra la violencia de género.

Mujer asesinada de un tiro en la sien.  

Jana Leo acometió el proyecto en buena parte impelida por su madre, quien la urgió con un «¡tienes que hacer algo, eres artista!», aún conmocionada ante la crueldad de un caso próximo, protagonizado por una mujer que fue apuñalada en un portal delante de sus hijas. Las ilustraciones destilan una estética naíf, infantil, con trazos aparentemente torpes en los que aparecen muchos niños, verdaderos damnificados por la violencia vicaria. «En muchas situaciones los niños están presentes. Me imaginaba dentro de la casa y la imagen del padre levantando la mano, a punto de golpear a la mujer, aunque simplemente fuera una amenaza que no llega a ejecutarse».

En el libro la autora recata el término «uxoricidio», la muerte causada a la mujer por su marido, un vocablo infrecuente pero que designa una realidad muy concreta a la que era preciso referirse. «El hecho de que no hubiera una palabra que nombrara la violencia en la pareja implicaba no reconocer que este tipo de agresión existe. Se habla de feminicidio, el asesinato de una mujer por parte de un hombre, pero esta expresión no alude al vínculo sentimental existente. En España la expresión más habitual es violencia de género, mientras que en EE UU se sigue hablando desde hace 50 años de violencia doméstica, con lo que se despoja a la expresión del matiz político, pues no se distingue si la víctima es la mujer, los hijos o los padres».

Del análisis de las estadísticas se aclaran algunos malentendidos. No es cierto, como dice la propaganda ultra, que en los asesinatos de mujeres estén implicados autores o víctimas extranjeras de manera apabullante. «El 60% de ellas no habían nacido en Madrid, procedían de la migración nacional e internacional, lo que puede suponer un elemento de desprotección por la ausencia de una red de apoyo», argumenta Leo. Por añadidura, en 95 de los 132 asesinatos estudiados el crimen sucedió en el espacio doméstico, que se transmuta así en espacio de terror. «Tradicionalmente todo lo que ocurría en casa se quedaba en casa. Ese mito se está desmoronando. Ahora, cuando hay ruido o golpes, la gente llama a la policía. Pero el hogar es un espacio de control que opera como una burbuja».

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