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La llegada a la universidad para la mayoría de los alumnos españoles, además de un tropel de cambios vitales de todo pelaje, es un momento crítico para la alimentación tanto presente como futura de estos jóvenes y el inicio de muchos riesgos de salud si ... el daño no se corrige.
Desde el primer curso de carrera se detecta un fuerte deterioro de la dieta, especialmente entre los que la llegada al campus supone su alejamiento del hogar familiar, y un habitual aumento de peso debido al abuso de grasas saturadas, aperitivos industriales y comida rápida, según certifica un estudio realizado por especialistas en salud de la Universitat Oberta de Catalunya.
El trabajo indica que en esta «etapa crucial» para la interiorización de los hábitos de vida futuros es algo generalizado la baja adherencia a la dieta mediterránea, la alimentación tradicional española, rica en productos variados y saludables. La gran mayoría de los jóvenes de 18 a 22 años consultados confiesan que su alimentación ha empeorado «mucho» desde que llegaron a la universidad.
Estos chicos y chicas coinciden en su consumo excesivo de 'snack' ultraprocesados, de comida rápida de todo tipo, de precocinados y dulces industriales y de refrescos azucarados, al tiempo que reconocen que abandono y olvido son las dos situaciones que mejor describen su relación con las verduras, las legumbres, la fruta o el pescado.
Lo más parecido a cocinar que admiten realizar en su nueva etapa universitaria son las comidas basadas en la pasta o el arroz, acompañadas de productos ricos en proteínas como el pollo, los huevos o el atún. Este panorama coincide con datos como que uno de cada cuatro españoles en esta franja edad tengan un claro sobrepeso, que en la tercera parte de ellos es ya obesidad.
Las razones que estos jóvenes dan para llegar a esta situación son variadas, pero abunda la dejadez alimentaria en una nueva realidad en la que le dan prioridad a un estilo de vida acelerado por el ritmo de las clases, el estudio y el aumento de las relaciones sociales, que les lleva a mundo en el que triunfan la comida rápida y la precocinada.
A estos elementos se le une también una confesada ignorancia y falta de habilidad culinarias, que les convence de que cocinar cualquier plato o alimento fresco es de una complicación extrema, además de algo muy costoso y que roba gran cantidad de tiempo. En esta aversión a cocinar para uno mismo tampoco ayuda la falta de equipamientos de muchas casas o habitaciones de estudiantes, la pérdida de ejemplos en muchos de los hogares familiares y el importante alza de precios de los alimentos en los últimos años, en especial de muchos de los más nutritivos, como algunas frutas y pescados.
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