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GERARDO ELORRIAGA
Jueves, 26 de julio 2018, 00:27
No hay oportunidades en Suazilandia como las que brinda el 'baile de los juncos'. A finales de agosto, las jóvenes vírgenes del pequeño país sudafricano danzan en esta ceremonia tradicional con la esperanza de que el rey Mswati III repare en ellas y las incorpore ... a su harén como nuevas esposas. Entonces, al igual que las quince elegidas que les precedieron, contarán con una residencia particular, vehículo a su disposición y una tarjeta bien provista de crédito con la que gozar de esas vacaciones de leyenda sobre las que se rumorea entre las adolescentes aspirantes a ser coronadas. Según se comenta, aquellas privilegiadas que sean escogidas volarán a Nueva York o París, los destinos habituales de las reinas, en un viaje que incluirá un recorrido por todas las grandes tiendas de marca.
El 'shopping' en la Gran Manzana es un deseo con remota probabilidad de cumplirse en el pequeño reino que conculca todas las reglas de lo políticamente correcto. El Estado, situado entre Sudáfrica y Mozambique, está regido por una monarquía absoluta. Recientemente, su actual soberano cambió el nombre del país por iniciativa propia, a pesar de que la medida exigía una reforma constitucional. En cualquier caso, eSwatini, su nueva denominación, ha heredado los mismos problemas que el anterior y que se resumen en las condiciones de miseria que afectan a dos terceras partes de sus ciudadanos y la prevalencia del sida, la más alta del mundo, sobre el 40% de la población.
Las jóvenes sueñas con un matrimonio morganático que las libere de la pesadilla o, en su defecto, con emigrar. Las remesas constituyen uno de los principales recursos nacionales, aunque, hace unos años, el Banco Nacional hubo de pedir un rescate ante la falta de liquidez.
Aquella doncella que seduzca al rey olvidará para siempre esta penuria y ni siquiera tendrá que esperar un vuelo convencional en su camino hacia la alta costura y los complementos ad hoc. Hace dos años, Mswati III adquirió un Airbus 340-300 y, desde entonces, un rey africano y su harén viajan por el mundo elaborando su propia ruta, muy lejos de la pobreza y la enfermedad.
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