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Inés Gallastegui
Granada
Miércoles, 22 de julio 2020, 01:17
A fecha de 21 de julio, en España han sido diagnosticadas de Covid-19 266.194 personas y, de ellas, 237.770 viven para contarlo. A excepción de las que se han contagiado en los rebrotes de las últimas semanas y que aún luchan ... contra la infección, tengan síntomas o no, esas personas son, en principio, inmunes al nuevo coronavirus, al haber desarrollado su organismo anticuerpos para combatir al patógeno. Y sin embargo, están obligadas a llevar la mascarilla siempre en espacios de uso público, igual que el resto de los ciudadanos de la mayor parte del país (todas las comunidades autónomas excepto Madrid y Canarias).
En Andalucía, la orden de 14 de julio establecía que «las personas de seis años en adelante están obligadas al uso de la mascarilla en la vía pública, en los espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público, aunque pueda garantizarse la distancia interpersonal de seguridad de 1,5 metros». Las únicas excepciones, la práctica de deporte individual, enfermedades o discapacidades en las que esta protección facial pueda provocar complicaciones, el baño o la estancia en la toalla en playas y piscinas, y el transporte privado cuando sea en solitario o con personas convivientes.
La regulación no dice nada de las personas que ya han pasado la infección. La mayoría de ellas, además, cuentan con una prueba rápida o un PCR, pero no con un test de serología, que es el que detecta la presencia de anticuerpos en la sangre y, por tanto, la inmunidad frente a virus.
Los motivos son tanto médicos como sociales. Por un lado, el nuevo coronavirus es aún un desconocido para los científicos: no se sabe en qué casos produce inmunidad, hasta qué punto protege de reinfecciones y durante cuánto tiempo. Varias investigaciones han detectado que los anticuerpos desaparecen varias semanas después de la infección y otras cuestionan que los casos asintomáticos -que son el 70% del total- lleguen a desarrollar una respuesta inmune.
«El tema de la inmunidad es el gran agujero negro de esta pandemia», admite Joan Carles March, especialista en Medicina Preventiva y profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública, con sede en Granada.
«En el estudio de seroprevalencia que se ha hecho en España, un 14% de las personas que eran inmunes en la primera tanda ya no lo eran en la tercera», advierte March. Eso quiere decir que la protección no dura siempre, como ocurre con otras infecciones víricas, como el sarampión o la varicela. En ese sentido, el coronavirus se parecería más al virus de la gripe, que va mutando y obligando a adaptar cada año la vacuna.
Por otro lado, destaca Joan Ramon Villalbí, miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS), hay que tener en cuenta que solo una parte de las personas inmunes al SARS-CoV-2 lo son por haber desarrollado anticuerpos tras pasar la infección; otras son capaces de protegerse del contagio gracias a los linfocitos T. Al parecer, estas células del sistema de defensa del organismo guardan 'memoria' de infecciones anteriores, como los catarros comunes causados por otro tipo de coronavirus.
Eso, en cuanto a la posibilidad de volver a enfermar. ¿Y la capacidad de infectar a otros? En principio, un individuo que ya ha pasado la Covid-19 y que no presenta carga viral en las vías respiratorias no puede transmitírsela a otros. «En teoría no es posible -matiza March-, pero en la comunidad científica hay quien plantea dudas».
Sin embargo, ambos especialistas coinciden en que el mayor problema de que una parte de los ciudadanos rechace la mascarilla amparándose en su (supuesta) inmunidad es de psicología social. «Como sociedad hemos hecho balance y hemos decidido que todo el mundo debe llevar mascarilla. Ver a personas que no la llevan hace más difícil el cumplimiento de esa norma. La percepción de lo que hacen los demás es un estimulante muy potente: la nueva normalidad es que todos llevemos mascarilla en el espacio público. Es razonable que se pida un uso general, sabiendo que hay excepciones que hay que justificar», argumenta Villalbí.
Una cosa, matiza el experto, es eximir del uso de la mascarilla a pacientes a quienes les causa «problemas de salud o un disconfort extremo», y otra a individuos que ya pasaron la infección pero de quienes no está tan claro si pueden contraerla o contagiarla de nuevo.
«Que algunas personas no la lleven no favorece la posición que han planteado las comunidades autónomas de hacer obligatorio el uso de la mascarilla. Sería complicado de entender», subraya March, quien considera no obstante que la distancia social y la higiene son medidas más eficaces para frenar la pandemia que la protección facial.
¿Es normal que aún ignoremos tantas cosas del coronavirus, a pesar del enorme esfuerzo que se está haciendo en investigarlo en todo el mundo? Sí, es normal, subrayan los especialistas. «No es que el coronavirus sea raro; es que es nuevo. Sabemos poco de él, pero mucho más que hace tres meses», subraya Joan Ramon Villalbí, quien recuerda que sigue habiendo mucha incertidumbre en torno al SARS, un virus mucho más letal que surgió en 2002. Y la ciencia aún no ha sido capaz de encontrar vacuna contra el sida, que irrumpió a comienzos de los años ochenta del siglo pasado, apostilla Joan Carles March. «Los virus son grandes desconocidos y generan muchas discusiones. Cuando hablamos del coronavirus, siempre tenemos que precisar que es lo que sabemos 'ahora', porque no se puede asegurar nada», reflexiona el profesor de la EASP.
¿Es normal que aún no sepamos tantas cosas del coronavirus, a pesar del enorme esfuerzo económico y científico que se está haciendo en investigarlo en todo el mundo? Sí, es normal, subrayan los especialistas. «Sabemos poco del coronavirus, pero mucho más que hace tres meses», subraya Joan Ramon Villalbí, quien recuerda que sigue habiendo mucha incertidumbre en torno al SARS, un virus mucho más letal que surgió en 2002. Y la ciencia aún no ha sido capaz de encontrar vacuna contra el sida, que irrumpió a comienzos de los años ochenta, apostilla Joan Carles March. «Los virus son grandes desconocidos y generan muchas discusiones. Cuando hablamos del coronavirus, siempre tenemos que precisar que es lo que sabemos 'ahora', porque no se puede asegurar nada», reflexiona el profesor de la EASP.
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