Valentina Cherevatenko, en la sede de Amnistía Internacional en Madrid. ALBERTO FERRERAS

La 'madre coraje' rusa que tiene un mensaje para los futbolistas de la Selección Española

Valentina Cherevatenko, activista por los derechos humanos, pide en España a los futbolistas de la selección que se manifiesten para liberar a un opositor a Putin

ANTONIO PANIAGUA

Sábado, 19 de mayo 2018, 01:39

Valentina Ivanovna Cherevatenko, de 62 años, es una de las tantas madres coraje que pueblan Rusia. A ella no le gusta tal título y se conforma con el más modesto de «madre fuerte». Desde hace seis años planta cara al régimen de Vladímir Putin al ... frente de la Unión de Mujeres del Don, una organización que defiende los derechos humanos y que surgió con el desplome de la URSS, en 1990. Entonces el país quedó sumido en el caos: un sinfín de fábricas echaron el cierre y cientos de miles de trabajadores se quedaron en la calle. En ese trance muchas mujeres tomaron el mando al recaer sobre ellas una carga sobrevenida, la de sostener económicamente a familias que de repente engrosaron las filas de la indigencia. La organización no se limitó a impulsar proyectos sociales, sino que también procuró ayuda a los excombatientes de las guerras de Chechenia y Georgia tocados por el estrés postraumático.

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La entidad que lidera se ha hecho incómoda para el Gobierno ruso, que persigue a entidades como la suya con leyes como la de «agentes extranjeros». Con la excusa de que reciben financiación exterior, la Unión de Mujeres del Don y otras asociaciones contestatarias son tachadas de entidades trufadas de «espías y antipatriotas» que trabajan para el enemigo.

Valentina Cherevatenko está en España, invitada por Amnistía Internacional (AI), para contar la otra cara del país que acoge el Mundial de fútbol: la Rusia dirigida por una casta corrupta que encarcela a disidentes con pruebas falsas, liquida la libertad de expresión y hace la vida imposible a los opositores. Valentina no pide el boicot al campeonato, pero sí demanda a la FIFA y a los equipos que presten su apoyo a los presos políticos. «Nos ayudaría muchísimo que los jugadores de la selección española salieran a las calles vestidos con una camiseta con la cara impresa de Oyub Titiev, director en Grozni de la ONG Memorial y defensor de los derechos humanos. Si los españoles no quieren que otros países se entrometan en sus asuntos internos, tienen el deber moral de apoyar los derechos humanos en otros países», dice Cherevatenko, en implícita alusión a las supuestas injerencias rusas a favor del independentismo catalán. El disidente Oyub Titiev está en prisión desde comienzos de este año bajo la imputación de tenencia de drogas, un cargo que la asociación aduce está armado con «pruebas fabricadas».

Esta doctora en Ciencia Políticas, con dos hijos y tres nietos, llega a España con una sombra inseparable, la de su marido, que hace de guardaespaldas para ella. Permanecerá aquí una semana para entrevistarse con altos cargos de Exteriores y dar algunas charlas en Madrid, Vitoria, Valencia y Barcelona.

La Unión de Mujeres del Don se ha esforzado por atajar los males derivados de las guerras chechenas. Sobre todo cuando descubrieron que los soldados, al volver a casa, se enzarzaban en peleas, hasta el punto de que la violencia desatada por los veteranos era difícilmente soportable. Aunque físicamente indemnes, los soldados regresaban con graves taras psíquicas, según denunciaban sus madres.

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Competencia feroz

«Todo esto va corroyendo las bases de la sociedad. La gente sencilla del campo vive cultivando sus hortalizas y no se mete en política, pero la corrupción se ha comido al país. Las clases bajas no se pueden corromper porque no tienen nada, aunque en las adjudicaciones municipales la competencia por conseguir el contrato es feroz entre las pequeñas y medianas empresas», alega la activista.

Afincada en Novocherkask, en la región de Rostov, al sur de Rusia, lamenta que sus compatriotas aún están embaucados por la ideas quiméricas que ha sabido explotar el presidente ruso, reelegido para un tercer mandato. «Puede que haya gente nostálgica de la Unión Soviética, que considera que ahora vive peor que con el comunismo. En la época soviética quizá hubo más igualdad. Hoy en día la diferencia entre ricos y pobres es abismal. En mi región, un jubilado recibe una pensión de 10.000 rublos (unos 137 euros). La mitad de este dinero se va en pagar facturas de gas, agua, etc. Las medicinas son muy caras y se llevan la cuarta parte de la prestación, de modo que apenas quedan 25 o 30 euros para comprar comida. Así vive la mayoría de la gente. A la vez, se escuchan informaciones de que tal director de un fondo de pensiones o un responsable de Gazprom u otras empresas estatales cobran al día entre uno y cinco millones de rublos».

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La distancia entre el discurso oficial y la realidad que vive la ciudadanía se ha vuelto, según denuncia, insondable. «Acabo de perder a mi madre por culpa de una crisis cardiaca. Sé cuán precaria es la sanidad rusa, pero las autoridades se siguen jactando de que tenemos equipos médicos de alta tecnología», sentencia Valentina.

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