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Las lentes del Iphone 11 recuerdan a las tripofóbicas estructuras repetitivas de la naturaleza.
Tripofobia, el trastorno que puede alejarte de los nuevos móviles

Tripofobia, el trastorno que puede alejarte de los nuevos móviles

El diseño de los últimos teléfonos inteligentes ha levantado quejas de usuarios que no soportan su visión. Sufren tripofobia, la aversión a imágenes repetitivas

JAVIER GUILLENEA

Martes, 17 de septiembre 2019, 00:50

Sus caras tuvieron que ser un poema cuando se enteraron. Seguro que, después de cerciorarse de que no les estaban gastando una broma, gritaron algo así como '¿la triqué?'. A esas personas, las que diseñaron aquellos teléfonos móviles, no les había dado por pensar que esas maravillas tecnológicas tan estilizadas y con tantas posibilidades podían tener algo que ver con los instintos más ancestrales del ser humano.

La culpa la tienen las cámaras. El pasado mes de febrero se presentó en sociedad el nuevo Nokia 9 PureView, un soberbio aparato con cinco cámaras, un sensor y un flash en su parte trasera. Siete agujeros en total, todos bien apiñados y formando un círculo. Hace una semana le tocó el turno al Iphone 11. Dos de sus modelos, el Pro y el Pro Max, tienen tres lentes agrupadas en una de las esquinas posteriores del móvil. En este caso los huecos son cinco.

Los dos lanzamientos fueron como la seda hasta que decenas de personas empezaron a quejarse en las redes sociales. Por lo visto, además de obtener fotos espectaculares, tanta cámara junta ha provocado el malestar de usuarios que se sienten incapaces de mirar al objetivo para sacarse un simple selfi. No pueden porque se ponen malos.

Alrededor del 15% de la población mundial se inquieta al ver determinadas imágenes

Panales y burbujas

Son personas que sufren tripofobia, un trastorno que les hace sentir repulsión o miedo irracional ante un patrón repetitivo de círculos, agujeros o formas geométricas. En el mejor de los casos se sienten tremendamente incómodas cuando miran panales, vainas de semillas, burbujas de bebidas, trajes de lunares, esponjas marinas o la espuma del jabón en la bañera. En el peor, pueden llegar al desmayo tras experimentar palpitaciones, sensación de falta de aire y náuseas.

El nombre viene del griego trypo, que significa perforación, pero lo de fobia no está nada claro. Este trastorno, que se describió por primera vez en 2005, todavía no ha sido demasiado estudiado y no se sabe exactamente qué lo motiva. Lo que sí se conoce es que alrededor del 15% de la población mundial no puede ver las semillas de una flor de loto sin experimentar un cosquilleo en la piel.

En 2013 dos psicólogos de la universidad inglesa de Essex examinaron a 268 personas y comprobaron que 43 de ellas reaccionaban con aversión ante imágenes con patrones repetitivos. Los investigadores llegaron a la conclusión de que esta repulsión podría tener que ver con las formas, también repetitivas, que lucen numerosos animales venenosos en su piel como señal de advertencia. Desde este punto de vista, la tripofobia es un miedo ancestral, un mecanismo evolutivo natural de defensa que alerta a nuestro cerebro de los riesgos que corremos si nos acercamos a algún animal poco recomendable.

Esta teoría, que sí que encaja con el concepto de fobia, no es la única que trata de explicar la aversión a imágenes en apariencia tan poco peligrosas como las burbujas de aire en un bizcocho. La psicóloga de la Universidad de Emory Stella Lourenco sometió a un grupo de 85 voluntarios a un test en el que se les mostraban imágenes de animales peligrosos y otras que podían provocar reacciones de tripofobia. Partía de la base de que está comprobado que en una situación de peligro o miedo las pupilas de los seres humanos se dilatan para recibir la mayor información posible de la amenaza que les acecha. Por el contrario, cuando observan algo desagradable se contraen como si quisieran ver lo menos posible. Esto fue lo que ocurrió con los voluntarios de Stella Lourenco. Al ver las imágenes de los animales, sus pupilas se expandían, pero ante los patrones repetitivos se contraían, lo que significaba asco.

Con estos datos, los investigadores concluyeron que las imágenes que provocan tripofobia pueden recordar al cerebro primitivo la comida enmohecida o en estado de descomposición. El asco que sentimos sería así el vestigio de un mecanismo de defensa que nos aleja de alimentos en mal estado, aunque también hay quien dice que esa aversión está producida por la evocación inconsciente de las marcas que dejan enfermedades como la viruela, el sarampión o el tifus.

Y los móviles sin saberlo.

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