La pareidolia es un fenómeno psicológico que consiste en reconocer patrones, como caras o cuerpos, en estímulos poco precisos o aleatorios. Puede que fuera eso lo que le pasó a María, una vecina de Bélmez de la Moraleda, en Jaén, cuando se fijó en una curiosa mancha del suelo de su cocina. No se imaginaba que así comenzaba uno de los misterios más mediáticos de la historia de España y uno de los temas informativos recurrentes de los meses de verano.
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Aquel lamparón en la cocina de María Gómez Cámara, era extraño. ¿Sería una humedad?, ¿algo que se ha derramado?, se preguntaría. Pero lo curioso, es tenía forma de cara. María, con una lombriz de zozobra recorriéndole el cuerpo, avisó a sus vecinas para que fueran a verla. Había intentado borrarla con lejía y estropajo, pero era inútil. La mancha no salía. Se asustó tanto con aquel rostro tétrico y lleno de amargura, que pidió a su hijo Miguel que lo tapara con cemento. Pero las manchas volvieron a aparecer. Una de ellas con los rasgos del Santo Rostro de la Catedral de Jaén, pero también aparecieron teleplastias de fetos y cabezas deformes, desproporcionadas, y el rostro jovial de una mujer. Pero vamos, que el asunto daba bastante miedo.
Desde aquel mes de agosto de 1971, nada volvió a ser lo mismo en el pequeño pueblo de Sierra Mágina y la casa de María se convertiría en el lugar de peregrinación de curiosos y científicos. En los meses de agosto y septiembre, los numerosos visitantes no les dejaron ni comer», cuenta el redactor de IDEAL, el periódico que dio a conocer el suceso. Con el permiso del alcalde, Ortega, el fotógrafo de esta casa, comenzó a tomar fotos. Aquel rostro de apariencia sagrada estaba resguardado por un cristal. Junto a él nacían del suelo cinco caras más pequeñas.
La noticia alcanzó tal magnitud que visitó la casa un conocido parapsicólogo, Germán de Argumosa, que fue uno de los primeros investigadores en grabar psicofonías en España y probó en la casa de María. El resultado, el magnetofón había grabado unos desgarradores gritos: «Las caras hablan», tituló el diario Pueblo.
Las caras seguían apareciendo, e incluso se desplazaban sin, encontrar una explicación lógica. Por supuesto hubo teorías que aseguraban que se trataba de un fraude. Se habló de que la faz de Cristo la dibujó un joven pintor del pueblo. También se aseguró que se habían realizado utilizando sales de plata y que no había sido más que una artimaña de la familia para enriquecerse «Solo he sacado un televisor en blanco y negro que me regalaron y hace poco la televisión catalana me dio veinte mil duros con los que arreglé la casa y compré un tresillo», le contó a Andrés Cárdenas en 1990. La dueña pedía 10 pesetas por ver la casa y vendía postales por un duro.
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María murió en 2004 pero las caras no murieron con ella. Hoy existe en Bélmez un centro de interpretación y todavía se buscan respuestas al misterio.
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