Treinta y cuatro mujeres fueron el año pasado las víctimas mortales causadas por las otras violencias de género en España. Por los feminicidios fuera del ámbito de la pareja o expareja, pero en los que también un hombre siega la vida de una mujer por ... el mero hecho de serlo. Por misoginia, por considerarla inferior o por creerse con derecho a disponer de ella a su antojo, incluyendo su vida. Pura violencia machista de la que desde hoy sabemos bastante más porque el Ministerio de Igualdad ha desvelado los datos que comenzó a recoger el 1 de enero de 2022, los que han convertido a España en el primer país con un registro oficial de todos los tipos de crímenes de género.
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La inexistencia de datos fiables de años anteriores impide valorar la evolución de esta lacra, pero la primera radiografía del problema apunta ya algunas tendencias bastante marcadas. Los verdugos, incluso en los crímenes por agresión sexual, son familiares o conocidos, las mujeres sufren violencia de género a lo largo de toda la vida, quienes se crían en entornos con agresiones machistas las replican cuando son adultos y este drama está aún más oculto y sumergido que el de las españolas maltratadas por su pareja.
Encarnación, María Rosa y Sara, vecinas de Elche, Barcelona y Telde, tres de estas 34 víctimas mortales, tienen otro elemento en común: murieron a manos de sus descendientes. Se trata de una de las revelaciones más impactantes del informe. Casi la mitad de estos otros feminicidios, dieciséis en concreto, tienen como víctimas a mujeres muertas por sus hijos o nietos. Trece por los primeros y tres por los segundos. De hecho, los feminicidios familiares suman 21 crímenes en 2022. Dos de cada tres registrados. El resto de verdugos de género familiares fueron un padre, un sobrino, un tío, un yerno y un cuñado.
La enorme violencia machista causada por los descendientes tiene mucho que ver con un segundo dato trágico. Una de cada seis víctimas de la violencia de género fuera de la pareja -seis el año pasado- es una mujer de más de 84 años. Cinco muertas por cada millón de españolas de esa edad, una tasa de prácticamente del triple que la del resto de edades. Es más, cerca de la mitad de las asesinadas en 2022 tenían más de 60 años, lo que demuestra que la violencia machista no se interrumpe. La sufren de jóvenes en la pareja o como hijas y de más maduras como madres o abuelas.
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La segundo gran ámbito de riesgo de los feminicidios de género, después del familiar, es el propio domicilio y sus convivencias. Una cuarta parte de los crímenes -nueve el año pasado- tuvieron como epicentro la casa o la escalera. Seis mujeres fueron asesinadas por vecinos y otras dos murieron a manos de compañeros de piso que se creían con derecho a maltratarlas. Dos más fallecieron por acción de otros conocidos.
Los crímenes vinculados a agresiones sexuales y violaciones -cuatro en 2022- también fueron obra de conocidos o amigos. De hecho, ni uno solo de los 34 feminicidios de género registrados el año pasado corrió a cargo de un asaltante extraño.
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Las comunidades con mayor tasa de asesinatos machistas ajenos al ámbito de la pareja, crímenes registrados en 2022 por cada millón de mujeres, fueron Cantabria, con 3,8, Castilla y León, con 3,7, Aragón, con 3,4, y Canarias, con 3,1. Por contra, no hubo muerte alguna de esta clase en La Rioja, Murcia y Navarra y solo hubo una en Euskadi y en Madrid.
El último elemento muy preocupante destapado por el nuevo registro es la tremenda opacidad en que se desenvuelve esta violencia. No llegan ni al 9% las víctimas que habían denunciado previamente el maltrato. Las únicas tres que lo hicieron alertaron sobre agresiones y vejaciones de familiares. Se trata de una tasa de infradenuncia cuatro veces más baja que la de la violencia machista en pareja, pese a que esta segunda ni en los mejores años suele pasar de un 40% de denuncias.
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La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género atribuye el enorme nivel de silencio a la evidente tolerancia de los malos tratos de género en la familias, al retraimiento que causa en la víctima tener que enjuiciar a un pariente y a que, a diferencia de la violencia en las parejas, contra la que ONG e instituciones sensibilizan a la sociedad desde hace más de tres lustros, aún les falta mucho camino por recorrer a los poderes públicos. Victoria Rosell cree que según se vayan aplicando los cambios legales aprobados y poniendo en marcha la red de apoyo comprometida las víctimas a sentirán más protegidas y se animarán en mayor número a dar este difícil paso.
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