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FERNANDO MIÑANA
Sábado, 21 de diciembre 2019, 01:46
Para pegarse una buena farra ya ha dejado de ser imprescindible que se te haga de día. Ahora es al revés, se te hace de noche. Es lo que tiene el tardeo, que, más que una moda, es un hábito que está echando raíces en ... cada vez más lugares de España. Y lo curioso es que se expande como si fuera la peste bubónica, por contagio, pasando de una provincia a la contigua en un recorrido imparable de sur a norte.
Porque parece ser que esta costumbre de salir de fiesta por la tarde, y no siempre en detrimento de la noche, que a veces uno se confunde y cuando se da cuenta ha cenado algo rápido y está de nuevo en la barra pidiendo un 'ron-cola', comenzó en Albacete. O eso dicen en Albacete. Porque los de Murcia dicen que el tardeo empezó en Murcia. Aunque luego es fácil seguirle el rastro: de Albacete a Murcia, o al revés, de ahí a Alicante, luego se bifurca hacia Valencia y Baleares, y sigue ascendiendo por la piel de toro por Zaragoza para dar el salto a las dos grandes ciudades de España: Madrid y Barcelona, donde, más cosmopolitas, están dándole una vuelta de tuerca. Algo así como el tardeo 2.0.
Porque el tardeo es, básicamente, salir por la tarde como antes se salía por la noche. Y generalmente empieza con lo que antes se llamaba el vermú, tomando unas cervezas y unas tapas, aunque los 'foodies' siempre acaban sentándose a comer, a mesa y mantel, en un restaurante y pasando, tras el café, a las copas. Y después de una primera más de 'tranqui', introducirse en las fauces de algún garito en penumbra, con un DJ pinchando música a todo meter y dejarse llevar como, en la mayoría de los casos, hacía diez, quince o veinte años atrás por la noche.
La clientela la forman mayoritariamente cuarentones y cincuentones que no le han perdido el gusto a entonarse y pegarse un bailoteo. Tipos y tipas que ahora dejan a los niños con los abuelos, los recogen cenados y bañados, y al día siguiente están despiertos y frescos como una lechuga para aguantar el ritmo que impongan los chiquillos. Eso, lo de amanecer sin un tornillo clavado en el cerebro, parece que es determinante en el apogeo del tardeo.
Esa es la teoría, que la jarana acaba antes de la cena o picando algo y yéndote después a dormir. Pero hay variantes. Porque los más golfos reemprenden la marcha después de reponer fuerzas a la espera de que se incorporen los noctámbulos 'old school'. Un doblete que, inevitablemente, penarán al día siguiente.
España, el país de la siesta, traiciona sus hábitos proverbiales por un tipo de ocio que comenzó en Albacete (perdón, Murcia). «Una ciudad que no es muy grande, donde es fácil llevar una vida social sin grandes esfuerzos, donde es posible salir de trabajar a las dos, tomarte una caña y comer, y que te dé tiempo a volver a trabajar. Aquí, además, somos muy de terrazas y lo que empezó siendo salir a tomar una caña, acabó alargándose por la tarde. Porque, a cierta edad, quedar a las diez para llegar a las cuatro de la madrugada a casa es peor que irte de copas por la tarde y levantarte al día siguiente como nuevo», explica, para concretar el origen del tardeo, Begoña Garijo, gerente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería y Turismo (APEHT) de Albacete, una ciudad donde «ya sale más gente a comer que a cenar».
España, el verso libre en el planeta del ocio, el país que recibe cada año a millones de extranjeros ávidos de esa rareza que parece ser salir de fiesta hasta el alba, se está europeizando antes de que acabe el primer cuarto del siglo XXI. Y antros como la Ronería intuyeron la jugada en Albacete y comenzaron a servir comida de doce a cuatro, momento en el que mutaban para reconvertirse en pub. En vista del éxito, otros locales imitaron el modelo, que se hizo fuerte en la calle Concepción.
Su fama se fue extendiendo por La Mancha hacia las provincias de alrededor y mucha gente comenzó a visitarles para ver qué era eso de que los pubs estuvieran a reventar cuando el sol no se había ni escondido. Y muchos descubrieron que en Albacete, como en Murcia, no es caro comer y salir de tardeo. «Con lo que te cuesta un fin de semana en Madrid, te pegas dos o tres en Albacete», asegura Garijo, quien constata que la noche, en su ciudad, ha quedado para los vigorosos veinteañeros.
En Murcia despuntó casi a la vez. Jesús Jiménez, presidente de la Federación Regional de Empresarios de Hostelería y Turismo (Hostemur), recuerda que en 2004 ya se concentraba el gentío al mediodía en la plaza de las Flores, donde abundaban los bares de tapeo y donde la gente tiene la costumbre de consumir de pie, saliéndose incluso a la calle. Y en esa zona había un café-bar, el Época, donde los murcianos iban a tomarse el 'gin-tonic' con un poco de música. «Entre 2006 y 2007 abrió un nuevo local, el Plaza 3, que decidió hacer una apuesta diferente: servía champán, abría todos los días y los viernes y los sábados también por la tarde. Luego, el Época se convirtió en el 609, ya enfocado totalmente a la tarde. Y en cuestión de meses aquello comenzó a desmadrarse, momento en el que un pub irlandés, el Kennedy, empezó a ofrecer sesiones de tarde con música indie a las que llamó tardeo. Y registró el nombre. En 2008 ya se había expandido el fenómeno por toda Murcia».
Tardebuena y tardevieja
Este hábito ha transformado el ocio de la ciudad y pueblos como Cartagena o Lorca. «Ahora mismo, en Murcia, el tardeo acapara el 55% del ocio y la noche, el 45%», desvela Jiménez, quien habla de otro fenómeno casi exclusivo de la región: la tardebuena y la tardevieja. O sea, tardeo en los días 24 y 31 de diciembre. «Es digno de ver. Hay que entender que el año pasado, por ejemplo, estuvimos a 25 grados por la tarde en Nochevieja. Por eso, desde hace años, el Ayuntamiento corta los dos paseos principales de Murcia y permite que los pubs saquen barras a la calle. Eso ha hecho que en Nochevieja, que antes solo se podía cenar en hoteles y alguna sala que hacía cotillón, ahora abran restaurantes que ofrecen cenas a precios más económicos para los que vienen del tardeo».
De Murcia subió a Alicante en 2010. La gente acudía a los alrededores del Mercado Central en busca de la querida dupla caña-tapa. Y de ahí se estableció la costumbre de seguir la fiesta por la tarde. Este cambio, en teoría, aligeraba las noches, con el consiguiente alivio para los vecinos. Salvo en Alicante, donde protestaron porque se les fue de las manos el bullicio en la calle y ahora el Ayuntamiento, que en su día llegó a hacer un vídeo promocionando el tardeo en su ciudad, tiene que decidir si se atreve a declarar ese foco de marcha como ZAS (Zona Altamente Saturada).
Hace tres o cuatro años alcanzó Valencia. Los pioneros fueron los hermanos Plaza, que abrieron el Biplaza en el barrio de Ruzafa, donde se ha asentado con fuerza en bares de copas como el Delorean -también anuncian tardebuena y tardevieja-, el XL o Radio Tránsito, o, ya en otros barrios, el Vessel o el Marina Beach.
El furor por la tarde pasó después a Zaragoza -mientras florece también en otras comunidades, como la andaluza-, donde ofertan una ruta de bares por el casco histórico con música en directo o DJs, una idea del agitador cultural Henry Ots ('aka' Enrique Soto), un modelo que se asemeja más a lo que está aflorando en Barcelona o Madrid.
Ramón Mas, presidente de la Federación de Asociaciones de Ocio Nocturno de España (Fasyde), ha detectado esta transformación del ocio en todo el país. «Nuestros padres desaparecían del mapa antes de los 45, pero a nuestra generación -los 'babyboomers'- nos gusta seguir saliendo después de cumplir los 40 y los 50. Y eso ha transformado el panorama. Madrid, por ejemplo, acaba de aprobar que las discotecas puedan servir cenas. Porque ahora la gente se toma la copa en el restaurante».
Madrid y Barcelona, más populosas y cosmopolitas, están reinventado el tardeo y el ocio en general. «Se adaptan a sus propias dinámicas y ofrecen una especie de cabaret burlesque, una fusión entre la gastronomía y el ocio que ya se hacía en ciudades como Berlín o Ámsterdam. Espectáculos como los que ofrecen Uñas Chung Lee. O le dan una vuelta con un toque clandestino como en Medias Puri, decorado como una mercería, o una carnicería donde se accede al garito a través de la puerta de una cámara frigorífica».
El tardeo se hace fuerte. La generación más hedonista de nuestra historia, a la que le importa menos que a otras gastarse el dinero en copas, ha decidido que eso de acostarse al alba está demodé y que ahora lo que triunfa -con el respaldo de los abuelos, los que no tuvieron la oportunidad de disfrutar así de la vida- es beberse la vida a tragos por la tarde.
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