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El «aire de una era que concluye» comienza a venderse en Japón

El «aire de una era que concluye» comienza a venderse en Japón

El emperador Akihito abdicará mañana. El miércoles, su hijo Naruhito abrirá una nueva etapa para adaptar el Trono del Crisantemo a los nuevos tiempos

ZIGOR ALDAMA

Jueves, 2 de mayo 2019, 09:28

Japón va a cambiar de aires imperiales y hay empresas que lo han interpretado de forma literal para hacer negocio con los nostálgicos: Heso Production ha comenzado a comercializar latas que contienen el 'aire de una era que concluye', en referencia a la abdicación del emperador Akihito, que mañana dejará vacante el Trono del Crisantemo para que el miércoles se siente en él su hijo, Naruhito. Por 1.080 yenes (8,6 euros), los seguidores de la era Heisei podrán conservar un poco del aire que han respirado durante los 30 años de reinado de Akihito, y disfrutarlo si en algún momento lo echan desesperadamente de menos.

«Esperamos que lo respiren una vez que hayamos entrado en la nueva era -denominada Reiwa- o que lo guarden como suvenir», explicó el presidente de la empresa, Minoru Inamoto, que también ha decidido introducir una moneda de cinco yenes -cifra considerada de la suerte- en cada lata. Y el suyo no es el único objeto que estos días se vende como rosquillas en un Japón que dice adiós a su emperador más querido. Hay todo tipo de objetos: desde medallas conmemorativas en oro puro, hasta bombones. Y como los nipones tienen buen olfato para el negocio, tampoco faltan quienes miran al futuro con optimismo y hacen su agosto con fundas para móvil o camisetas dedicadas a la era que comienza.

Más allá de la anécdota, y aunque se espera que la transición sea ejemplar tanto en el fondo como en las formas, no faltan quienes albergan dudas sobre el reinado de Naruhito. Porque ha anunciado que seguirá los pasos de su padre en su enfrentamiento con las convenciones. Akihito ya rompió con la tradición al convertirse en el primer emperador japonés que se casaba con una plebeya, y se marcha como el primer emperador que decide abdicar en los últimos 217 años.

Con el fin de evitar un poder bicéfalo, en 1868 se aprobó una ley que impedía nombrar nuevo emperador antes de que falleciese el anterior, pero Akihito tenía claro que no quería morir en el trono, y así lo anunció en 2016. Ante la ausencia de un mecanismo que regulase la abdicación, el Parlamento tuvo que aprobar una ley para ello. «Me reconforta muchísimo que la era Heisei llegue a su fin libre de guerra», subrayó en su último discurso oficial. A sus 85 años, y con un frágil estado de salud, Akihito ha completado ya los once rituales previos a su adiós y, a partir de mañana, podrá abandonar sus obligaciones como Jefe de Estado para disfrutar en calma de lo que le quede de vida.

Pero Japón seguirá dirigiéndose a él como 'su Majestad', y el matrimonio continuará disfrutando de los privilegios económicos y de seguridad de los que goza actualmente. Lo que sí tendrán que hacer Akihito y la emperatriz Michiko es mudarse, porque intercambiarán su lugar de residencia con Naruhito y la princesa Masako para ocupar el Palacio de Togu, en Tokio, que será rebautizado como Palacio Imperial Sento. Tienen tantas ganas de distanciarse de los focos informativos que diferentes medios nipones especulan con la posibilidad de que Akihito ni siquiera acuda a la ceremonia de coronación de su hijo.

Lo que pocos dudan es que Naruhito continuará con la renovación de la monarquía continua más antigua del mundo -1.400 años-, mal que le pese al sector más conservador del país. «Mi objetivo es compartir las alegrías y las penas del pueblo», declaró el 23 de febrero en una rueda de prensa celebrada con motivo de su cumpleaños. «Tenemos que adaptarnos a los nuevos tiempos», apostilló. A sus 59 años, será el primer emperador que se ha formado en el extranjero -estudió en la Universidad de Oxford-, y no ha vivido la Segunda Guerra Mundial, una contienda hasta la cual el monarca nipón era considerado un semidiós. Naruhito y Masako son una pareja moderna que se enfrenta al reto de acercar a la juventud la institución que encabezarán.

«Para muchos de mi edad, el emperador es una figura que veneran nuestros abuelos y que respetan nuestros padres, pero que a nosotros no nos importa demasiado», explica a este diario Hideo Takeuchi, un estudiante veinteañero de Osaka. «No obstante, la llegada al trono de Naruhito puede cambiar las cosas, porque apreciamos su modernidad y hemos empatizado con la depresión de su esposa -Masako ha sido conocida como 'la princesa triste'-. Como en el sistema democrático no tienen un poder real, lo que espero de ellos es que puedan representar en el mundo a un Japón más abierto y vanguardista», concluye el joven.

El trono veta a las mujeres

Para Mina Sakawa, una empresaria treintañera de la capital, la sucesión puede servir para abrir otro debate: el del veto a que las mujeres accedan al trono. «Como Naruhito y Masako solo tienen una hija, el príncipe Fumihito -segundo descendiente de Akihito y Michiko- es el primero en la línea de sucesión. Y después de él va su hijo pequeño, Hisahito -de 12 años-, mientras que la primogénita, Mako, ha sido separada de la familia real tras su compromiso con un plebeyo, tal y como marca la ley. Creo que esto refleja una sociedad patriarcal anclada en el pasado», critica. Diferentes encuestas han demostrado que una mayoría de japoneses apoya la apertura del trono a las mujeres para garantizar la continuidad de la monarquía.

De momento, mañana Japón vestirá sus mejores galas tradicionales para entronar a Naruhito con una ceremonia propia de eras pasadas. Recibirá los 'tres tesoros sagrados' de Japón: el espejo de mano Yata no Kagami, la joya Yasakani no Magatama, y la espada Kusanagi no Tsurugi, símbolos imperiales que se han pasado de generación en generación desde que, según cuenta la leyenda, la diosa Amaterasu se los dio a su nieto, Ninigi-no-Mikoto.

En la ceremonia, que se celebrará en el salón Seiden-Matsu-no-Ma del Palacio Imperial, utilizado únicamente en ocasiones de máximo simbolismo, Naruhito recibirá también el sello del Estado, que utilizará en los documentos oficiales. Finalmente, el nuevo monarca se dirigirá en un discurso a las principales autoridades del archipiélago, encabezadas por el primer ministro, Shinzo Abe. No obstante, la ceremonia de coronación pública no se celebrará hasta el 22 de octubre, día en el que Naruhito protagonizará una procesión en Tokio. Todo este proceso concluirá a mediados de noviembre, cuando está previsto que el nuevo emperador lleve a cabo el ritual religioso en el que ofrecerá arroz en un templo sintoísta para rezar por la paz y la prosperidad del país. Quizá también pida ser tan querido como su padre.

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