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Aviso de ultratumba. Sistema de alarma instalado en una sepultura.
La pesadilla eterna: ser enterrado vivo

La pesadilla eterna: ser enterrado vivo

El preso asturiano Gonzalo Montoya estaba frío, pálido y sin pulso. Pero no muerto. Una maquinita que cuesta 70 euros vale para disipar cualquier confusión

Viernes, 12 de enero 2018, 01:17

Gonzalo Montoya Jiménez, 'El Chino', no resucitó al tercer día. Le bastaron cinco horas. El hombre, en la cárcel por robar chatarra, fue encontrado inconsciente en su celda de la prisión asturiana de Villabona en la mañana del domingo. Estaba frío y azul. No tenía ... pulso. Dos médicos del penal -el del turno de noche y el de día- lo dieron por muerto a las ocho, y el forense confirmó el óbito a las nueve. El juez ordenó entonces el levantamiento del cadáver. Y el cadáver se levantó, pero cuatro horas después, en el Instituto Anatómico Forense de Oviedo: cuando estaba tendido en la mesa de autopsias y ya le habían marcado el pecho con un rotulador para abrirle, empezó a roncar. Ahora está en el hospital y el asunto se encuentra bajo investigación, pero todo apunta a que lo que enmascaró los signos vitales del recluso fue una sobredosis de barbitúricos -su familia aclaró que, deprimido porque no le habían dado ningún permiso en tres años, intentó suicidarse- y no un caso de catalepsia, como se apresuraron a diagnosticar los medios de comunicación. «Hoy en día no se usa ese término porque no tiene sentido hablar de 'muerte aparente': o se está muerto o no se está muerto, y se puede averiguar con una sencilla maquinita que lleva cualquier ambulancia», aclara el neurólogo Jesús Ruiz, del Hospital Virgen de las Nieves de Granada. Un electrocardiógrafo portátil se puede comprar por internet desde unos 70 euros.

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