PEDRO MUÑOZ
Domingo, 30 de diciembre 2018, 11:43
El antiguo reino de Fife es una de las zonas más hermosas de Escocia. Probablemente, también la más soleada. Por su litoral se desperdigan, tal cuentas de un rosario marino, pequeños pueblecitos de pescadores. Como Anstruther, el más grande, en cuyas costas encontró abrigo uno ... de los barcos de la Armada Invencible, y muchos de sus marineros un hogar para vivir el resto de sus días. O como Crail, burgo real desde el siglo XII, también con muchas historias que contar. Por ejemplo, fue aquí donde desembarcó en 1583 María de Guisa, madre de María Estuardo, para reunirse con su esposo, Jaime V de Escocia. O como Pittenweem, cuyas casitas blancas con tejados en vivo color rojo constituyen uno de los ejemplos más señalados de la arquitectura tradicional de East Neuk, que conjuga influencias de los lugares con los que estos pescadores solían comerciar, como Bélgica y los Países Bajos. Su coqueto puerto, con un largo rompeolas y un pequeño y desafiante faro; los apretados callejones que se abren paso hasta el mar; la cueva de St Fillan's, a la que se llega por Cove Wynd, un estrecho empedrado que desemboca en el muelle, donde habitó el misionero irlandés que le da nombre -una de las figuras más populares del cristianismo primitivo en Escocia- mientras convertía al cristianismo a los pictos de East Neuk. Bucólico Pittenweem, hasta que se bucea en su pasado. Porque también fue escenario de una caza de brujas al estilo de Salem. Aconteció en el siglo XVII y su rastro siniestro conduce hasta la torre anexa a la iglesia de Kirkgate, donde la puerta tachonada de la cárcel deja imaginar las atrocidades que sufrieron las pobres mujeres que dieron allí con sus huesos.
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El Pittenweem de hoy también vive momentos de incertidumbre. Su economía se sustenta en las redes y los pescadores locales esperaban retomar el control de la pesca en sus aguas gracias al 'Brexit', pero las divisiones políticas que agitan al Gobierno de Theresa May y al Parlamento de Londres empiezan a hacerles dudar de que sea posible. El capitán de un barco de la flota lo refleja bien: «Empezamos a estar realmente cansados de tantos cambios -afirma-. Deberían tomar ya una decisión. Si lo íbamos a hacer, pues hagámoslo de una vez». Pese a que tanto el distrito de Fife como Escocia en su conjunto se pronunciaron contra la salida de la Unión Europea en el referéndum celebrado en 2016, los pescadores de esta pequeña localidad votaron muy mayoritariamente a favor del 'Brexit'. «Ojalá salgamos mañana mismo», lanza un marino septuagenario, que en su jubilación recuerda los días anteriores a la entrada del Reino Unido en el club europeo. Fue en 1973, y ahora quieren recuperar «lo que teníamos antes».
En resumen, algo así como «nuestras propias aguas, para nuestros propios peces». Y es que aquí, como en muchas otras comunidades costeras británicas, las cuotas decididas en el marco de la Política Pesquera Común, que estipulan la cantidad de cada especie de pescado y marisco que se puede llevar a puerto, provocan indignación. Al igual que el hecho de permitir faenar en sus aguas territoriales a barcos de otros países. Aunque sean socios. «No podemos decidir lo que pescamos, todo lo deciden ellos», tercia otro marinero en el puerto de Pittenweem, en referencia a los órganos comunitarios de la UE.
May prometió que, tras el 'Brexit', el Reino Unido sería libre de fijar sus cuotas de pesca y negociar el acceso a sus aguas. Pero el acuerdo que negoció con Bruselas prevé, a la espera de establecer las reglas de la futura relación entre ambas partes, un periodo de transición de 21 meses , ampliable hasta 24 más, durante el cual los pescadores europeos conservarán el acceso a las aguas británicas y los británicos permanecerán sometidos a las cuotas de pesca europeas.
Así que el futuro sigue envuelto en la niebla en el puerto de Pittenweem, base para unos 35 pesqueros dedicados principalmente a la captura de crustáceos y moluscos: langosta, gambas, cangrejos, vieiras... La pesca se exporta principalmente a miembros de la UE como España, Francia y Holanda, que podrían imponer aranceles aduaneros a estas importaciones si Londres se niega finalmente a garantizarles la entrada en sus aguas. Y ante las discrepancias políticas, los pescadores temen que se negocie este acceso a cambio de una exención de tasas. «Seremos utilizados como moneda de cambio», se duele otro patrón, que teme no haber acertado cuando depositó en la urna del pueblo aquel 'sí' que ahora tanto le atormenta. «Creo que si hubiera un segundo referéndum votaría por la permanencia», confiesa entre dientes. Reconoce que la salida de la UE podría «entorpecer» la industria del marisco, que depende de un comercio transfronterizo rápido, si se generan retrasos en las entregas, cambios financieros y pesados trámites administrativos. «No queremos echarlo todo a perder», admite.
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