La población de linces de la península ibérica se ha duplicado en solo tres años. Son ya 2.021 los ejemplares de este felino autóctono que campan a sus anchas por toda la mitad sur del mapa, por las dehesas, marismas y cerros de Andalucía, ... Extremadura, Castilla-La Mancha, Levante y el sur de Portugal.
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La cifra supone tres cosas y las tres positivas. Que por fin el lince comienza a escapar de las garras de la extinción, que si nada se tuerce en pocos años será una especie consolidada en su propio hábitat natural y que su recuperación es el fruto de una exitosa operación científica en la que inusualmente todos, instituciones, expertos y sociedad, han remado fuerte y en la misma dirección.
«Se puede ser optimista», concluye el informe sobre la situación de conservación en 2023 de este animal protegido, elaborado por el grupo de trabajo del lince ibérico, que coordina el Ministerio de Transición Ecológica y que componen también expertos, representantes autonómicos y responsables portugueses. El lince, tras estar al borde de la extinción hace solo 20 años, ve la luz al final del túnel, aunque los trabajos de recuperación, según calculan los especialistas, necesitan década y media más de avances eficaces para situar a la especie fuera de todo riesgo.
Los datos no pueden ser más esperanzadores. Comienzan a aproximarse a cada uno de los objetivos marcados por los expertos para tratar de convertir al lince en una especie en estado de conservación favorable antes de 2040.
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La población supera por primera vez desde que existen datos fiables los 2.000 ejemplares. Son 21 veces más en solo dos décadas que los 94 linces al borde de la extinción que resistían en 2002 en sus últimos refugios de Doñana y la jienense sierra de Andújar antes de que administraciones y naturalistas se conjurasen para salvar la especie. La cifra se aproxima a buen ritmo a los entre 3.000 y 3.500 ejemplares que se precisarían para poder respirar tranquilos.
Pero no solo aumentan sino que lo hacen de forma acelerada. Conseguir el primer millar costo más de quince años. El segundo se ha superado en solo tres años, desde los 1.100 de 2020. La razón es que desde 2019 el ritmo de repoblación supera el 20% anual, como demuestra que solo el año pasado las manadas contasen con 722 cachorros más.
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El segundo dato de gran trascendencia es que el número de hembras reproductoras sanas y en libertad son ya 406, unas 80 más que solo un año antes, lo que significa un ritmo de aumento del 25% en doce meses. Su tasa de fecundidad es de casi dos nacimientos por lincesa (1,77) y cada vez están más cerca de las 750 que se considera que pueden blindar la especie.
El tercer objetivo en fase de cumplimiento es que los núcleos poblacionales de estos felinos autóctonos alcanzan catorce áreas distintas, repartidas en cuatro comunidades autónomas y el sur de Portugal, de los dieciséis territorios estables y comunicados que los especialistas consideran precisos para dar seguridad al lince. El triunfo colectivo no está solo en la recuperación de la población de linces sino en que los ejemplares en libertad hayan vuelto a colonizar parte de sus hábitat tradicionales, compuestos, además de por los dos territorios donde se atrincheraron como último reducto, por las dos vertientes de Sierra Morena (la andaluza y la manchega), los Montes de Toledo, el valle extremeño de Matachel y el valle del Guadiana portugués. A estas zonas se han sumado la granadina Sierra Arana, Valdecañas-Ibores y Ortiga (Extremadura), las Tierras Altas de Lorca (Región de Murcia) y la albaceteña Campos de Hellín. Ya hay nuevas áreas en estudio y preparación por el interés de varias autonomías de sumarse a este proyecto.
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Las pasadas navidades existían 1.730 linces en territorio español, el 86% de los ejemplares, y 291 en Portugal. Las dos grandes potencias españolas son Andalucía, con 755 felinos (43,6%), y Castilla- La Mancha, con 715 ejemplares (41,3%). Los otros asentamientos autonómicos están en Extremadura, con 253 animales, y la Región de Murcia, con siete.
2002 fue el año en el que por fin, primero con objetivos muy modestos, pero que ganaron en ambición con el tiempo, el Ministerio de Transición Ecológica, los gobiernos andaluz y portugués, primero, y el manchego y extremeño después, los naturalistas de WWF y la Unión Europea unieron fuerzas y recursos, olvidándose de los frecuentes colores políticos y ventajismos.
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El esfuerzo conjunto permitió crear cuatro centros de cría en cautividad y la puesta en marcha de una estrategia muy estudiada y controlada para asegurar que la reintroducción posterior de estos jóvenes ejemplares en la vida salvaje fuese un éxito. Desde que en 2011 comenzaron las liberaciones de benjamines desde estos centros de Huelva, Cáceres, Jaén y Silva (Portugal), se han reintroducido en su hábitat natural 372 ejemplares. En esta paciente tarea, técnicos y responsables políticos han contado también con la colaboración de varios centenares de propietarios de fincas y de asociaciones de cazadores. La programa español de rescate del lince está catalogado como un éxito mundial en recuperación de felinos.
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