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INÉS GALLASTEGUI
Domingo, 10 de diciembre 2017, 01:02
Si algo nos está enseñando el 'procés' es lo borrosos, efímeros que pueden devenir los contornos de la realidad. Una proclamación de independencia empieza siendo un objeto material, un papel firmado y sellado con efectos perentorios -la famosa DUI-, se desdibuja después hasta transformarse en ... un manifiesto «simbólico» y, desinflada como un globo, se convierte en una soberanía «declarativa» o, dicho de otro modo, en palabras que se lleva el viento de la Historia. Tras los sorprendentes giros de ese guion que ha acabado con Puigdemont pidiendo un 'brexit' y haciendo campaña por holograma desde Bruselas, el culebrón catalán ha tenido un desenlace surrealista: el lunes se constituyó la República Federal de Andalucía... en Twitter. Es aún más etérea que la de Cataluña: una independencia 3.0.
La Asamblea Nacional Andaluza (ANA) lo había avisado en verano. «Si Cataluña se independiza el 1 de octubre, que nadie dude de que la siguiente será Andalucía», aseguró su presidente, el escritor Pedro Ignacio Altamirano. Y así lo hizo, sin referéndum ni votación parlamentaria, pasando por alto que apenas uno de cada cien andaluces es nacionalista. Más unilateral, imposible. Solo le hicieron falta 89 caracteres: «La palabra hay que cumplirla siempre... Proclamada la República Andaluza en modo virtual». Sus efectos son igualmente imaginarios. «Va a ser un mecanismo de aportación de ideas, alternativas, colaboración y participación», anuncia la ANA. La joven república de internet no tendrá, pues, fronteras, leyes ni ejército.
La elección de la fecha no era fortuita. El 4 de diciembre de 1977, dos millones de andaluces se echaron a la calle para reclamar la consideración de comunidad histórica que ya se reconocía a Cataluña, el País Vasco y Galicia. Por cierto, que una de las mayores manifestaciones de aquella jornada de lucha se desarrolló en Barcelona. Animados por el catalanismo, 300.000 inmigrantes exigieron la «autonomía del país andaluz».
La utopía de Marinaleda
El hermanamiento entre ambos nacionalismos es sorprendente. No hace tanto Jordi Pujol decía que «el hombre andaluz vive en un estado de miseria cultural, mental y espiritual». Y buena parte de los despectivamente llamados 'charnegos' son gente del sur.
Pese a ello, la ANA mantiene estrechos lazos con la CUP y ERC y lleva semanas exigiendo la liberación de los «presos políticos». La organización forma parte de un grupúsculo de entidades soberanistas y anticapitalistas como Nación Andaluza, la CUT o el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) de José Manuel Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, famoso por las ocupaciones de fincas de nobles terratenientes o la «expropiación de alimentos», carrito mediante, en Carrefour y Mercadona.
Hoy presentan en Sevilla su programa de desarrollo de ese germen virtual que han plantado en la red social del pajarito. Si la implicación de Sánchez Gordillo es una pista, quizá convenga echar un vistazo al oasis comunista levantado por este maestro en Marinaleda, donde ejerce de alcalde con mayoría absoluta desde 1979. En la localidad sevillana de 2.700 habitantes casi todo el mundo trabaja en la cooperativa agrícola -apenas hay paro-, gana 1.200 euros y disfruta de una vivienda social.
Para Altamirano, los andaluces viven en «una dictadura de silencio» y el PSOE, que gobierna la autonomía desde hace 38 años, ha «secuestrado» la identidad de la nación. «La bandera blanquiverde es la más antigua de Europa», recuerda con orgullo en una entrevista en 'Diario Crítico'.
La República Federal de Andalucía ya tiene su propia página en la Wikipedia, donde se admite que disfruta de una «soberanía discutida», que es una «república parlamentaria» de 8,37 millones de habitantes y que su capital -esta sí, al parecer, indiscutible- es Sevilla. Pero su verdadera aspiración es lograr la 'reunificación' de todos los territorios de «cultura andaluza»: Murcia, el Algarve y el Alentejo portugueses y el Rif marroquí. «Podría parecer una teoría loca, pero es una realidad», asegura la asamblea. De momento, realidad virtual.
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