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FERNANDO MIÑANA
Lunes, 24 de junio 2019, 00:47
No le faltan padrinos a Notre Dame. El incendio tocó los corazones de millones de personas en todo el mundo. Una sensibilidad que está llenando las manos de los recaudadores del Ministerio de Cultura francés para restaurar la icónica catedral parisina. Una de las donaciones ... más exóticas proviene de Krindjabo, la capital del reino de Sanwi, en el extremo sureste de Costa de Marfil.
El rey Amon N'Douffou V anunció la decisión con todo el boato de un soberano de película. Tocado con su corona de oro, se sentó en el trono de ébano forrado de pan de oro con la ropa tradicional y calzado con los 'abodjés', los zapatos reales con adornos de oro que le llevaron por encima de las alfombras de piel de pantera. «¡Ya está hecho!», proclamó un súbdito en su nombre, ya que el monarca no puede hablar en público. Aunque nadie especificó la cantidad concedida. «¿La cantidad? Cuando el rey cierra su puño, no sabemos qué hay ahí dentro».
Sus portavoces sí explicaron los motivos que le empujaron a esta muestra de generosidad: una expresión de agradecimiento en recuerdo del príncipe Aniaba, quien, a finales del siglo XVII, se convirtió al catolicismo después de quedarse extasiado al visitar Notre Dame por primera vez.
Aniaba viajó hasta París cuando tenía 15 años. El caballero d'Amon, en representación de la Compagnie de Guinée, lo llevó con él a Francia para convertirlo en un aliado en su objetivo de colonizar el país africano. El príncipe, acompañado de su primo Banga, desembarcó en La Rochelle en 1688 y de ahí viajó a la capital.
Un día entró en la fastuosa catedral y en su interior experimentó una especie de éxtasis religioso que le animó a presentarse al Rey Sol, Luis XIV, en 1690, para explicarle que deseaba fervientemente ser iniciado en la religión católica. El monarca quiso contentar al hombre que podría abrirle las puertas del comercio con África a través de la costa occidental y el 1 de agosto de 1691 fue bautizado en la pila de la iglesia de las Misiones Extranjeras.
Su certificado de bautismo decía: «Con permiso expreso del arzobispo, se bautizó a Louis Jean Aniaba, de unos 20 años (tenía 18), hijo del rey de Issigny, Guinea, África, en el nombre y por orden del rey». Una declaración de intenciones por parte de Luis XIV, que le cedió su nombre y lo convirtió en su ahijado y protegido.
Luis Aniaba se alistó en la caballería del rey, convirtiéndose en un exótico mosquetero africano que alcanzaría el rango de capitán, con lo que se erigía en el primer oficial negro del ejército francés. Ahí aprendió esgrima y equitación, y, de paso, a leer y escribir. El protegido del rey recibía una generosa pensión que le permitió vivir como un caballero, con una casa noble, sirvientes, caballos...
Su triste regreso a África
En 1700 le llegaron noticias de la muerte de Zena, el rey vigente, y tomó la decisión de dejar París y regresar a su país con la idea de tomar posesión del trono. Antes de partir, creó la orden religiosa de la Estrella de Notre Dame y el 12 de febrero de 1701 el Rey Sol le entregó la insignia de su orden en la seo de la Isla de la Cité.
El retorno a su tierra de origen estuvo tan repleto de decepciones que le afligió enormemente. El trono estaba ocupado y nadie se había acordado de él ni contaba con él para nada. Triste por este desprecio, Luis Aniaba desapareció y murió poco después, con solo 28 años, en Keta (Ghana).
Su historia, en cambio, no cayó en el olvido y ahora, más de 300 años después, el rey de Sanwi ha decidido hacer una donación a Francia, en memoria de Luis Aniaba, para restaurar Notre Dame. El monarca fue coronado en 2005, después de tres días de entronización, como manda la tradición. El elegido fue Enan Eboua Koutoua Francis, un empresario residente en Bouaké, que sucedió a N'Douffou IV.
El actual rey quedó muy conmovido por las imágenes del incendio del 15 de abril, el día que ardió la iglesia que comenzó a construirse en el siglo XII, derrumbándose la aguja y el techo de esta joya del gótico. El desastre despertó el recuerdo que forma parte de la historia del reino, remontándose a finales del siglo XVII.
A pesar de que el reino ha nombrado príncipes de Sanwi a Michael Jackson, en 1992, y al reverendo Jesse Jackson, en 2009, su historia no necesita ese exotismo postizo, cuando cuentan con el primer oficial africano del ejército francés.
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