La soledad y el aislamiento social incrementan hasta cinco veces el riesgo de sufrir depresión. Los más jóvenes son los que padecen de manera más acusada este problema. No en balde, el 38% de las personas entre 16 y 34 años años conviven con esta ... situación. Es un ejemplo de cómo los factores psicosociales desatan esta patologías de salud mental, que exige un enfoque multidisciplinar.
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La depresión es una enfermedad producida por varias causas, pero entre todos ellas quizás las más relevante sea la predisposición genética, que no es necesariamente determinante en su desarrollo. Al menos 322 millones de personas en el mundo padecen esta dolencia, que no tiene carácter hereditario. «Se hereda la predisposición padecer la enfermedad, que junto a la interacción con otros factores ambientales precipitan, en la mayoría de los casos, la depresión», aseguró este viernes José Manuel Montes, jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, durante el seminario 'La depresión, ¿nace o se hace?', celebrado en Sitges y patrocinado por Lundbeck. Para Montes, las alteraciones hormonales, especialmente la del cortisol, que media las reacciones del organismo ante la exposición al estrés, y las fluctuaciones en las hormonas sexuales en periodos clave de la vida reproductiva de la mujer son algunos de los factores biológicos más destacados.
Entre los factores ambientales que disparan los episodios depresivos sobresalen los psicológicos, como la baja autoestima, la sensibilidad al rechazo, la inestabilidad emocional y el dar vueltas de manera obsesiva a un pensamiento. También influyen en la aparición de la patología aspectos sociales y los relativos al entorno individual y social donde vive la persona. Según Alba Babot, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria en La Garriga (Barcelona), «los problemas psicosociales relacionados con la depresión que con mayor frecuencia encontramos en atención primaria están relacionados con la presión social y económica dentro del ámbito laboral, la procuración de cuidados y los problemas que se producen dentro del ámbito de la pareja».
Las personas desconfiadas, obsesivas e introvertidas, con tendencia a la mala gestión de los conflictos, presentan una mayor tendencia a la depresión. A este respecto, Montes adujo que los perfiles psicológicos más vulnerables a la enfermedad son aquellos «en los que les resulta más difícil afrontar situaciones estresantes».
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José Manuel Montes
Jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid
Una elevada proporción de adultos con depresión presenta antecedentes de trauma infantil, un episodio emocionalmente doloroso y que a menudo despliega efectos duraderos en el orden mental y físico. El 62,5% de los individuos en edad adulta con esta enfermedad lo ha padecido, en contraste con el 28,4% de las personas sanas, circunstancia que se asocia a una peor respuesta al tratamiento antidepresivo, sobre todo si se ha sido víctima de abusos, psicológicos o sexuales, antes de los siete años. Por añadidura, el trauma psicológico multiplica por cuatro el riesgo de depresión después de sufrir múltiples experiencias adversas en la infancia.
«Las experiencias vividas en la primera infancia modulan de forma significativa la manera de relacionarse con el mundo en la edad adulta», apuntó Babot. El abandono de un progenitor por separación, la muerte de uno de ellos, la negligencia en los cuidados y la existencia abusos sexuales y psíquicos son circunstancias que influyen a la larga en la irrupción de episodios depresivos en la edad adulta.
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En este sentido, el abuso infantil predice peores resultados y favorece la depresión a edades temprana. En el encuentro, los especialistas abordaron el problema de la soledad. Según un estudio del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, la soledad aumenta hasta cinco veces las probabilidades de sufrir depresión y es el principal factor de riesgo modificable. En palabras de Babot, «actualmente la población joven presenta más sentimiento de soledad en comparación con la población adulta mayor. Las redes sociales y la vinculación a pantallas, factores económicos o no trabajar en contacto con otras personas serían los factores que más contribuyen a este sentimiento de soledad no deseada».
La incidencia de trastornos por uso de sustancias en personas con depresión se sitúa en el 25%. La mayor comorbilidad acontece con el alcohol (20,8 %), seguida de los opiáceos (11,8 %) y del cannabis (11,7%). En último lugar, se encuentra el consumo de estimulantes -cocaína y anfetaminas-, que suponen un 4,8 %. A juicio Adrián Neyra, psiquiatra del Programa de Patología Dual y Psicosis del Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín, la depresión y las adicciones «son enfermedades que están íntimamente relacionadas. Así, el riesgo de padecer una adicción se multiplica por dos si se tiene depresión, y al revés, si se sufre un trastorno adictivo el riesgo de padecer depresión se duplica».
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A su vez, el consumo de sustancias como el alcohol aumenta los síntomas de depresión y la probabilidad de suicidio. «También es preocupante el alto nivel de personas adictas a opiáceos que sufren depresión, ya que esta sustancia es la más habitual en muertes por sobredosis, tanto accidentales como suicidas», explicó Nayra. El uso de drogas por personas deprimidas es más frecuente en mujeres que en hombres. Al mismo tiempo, la depresión es dos veces más habitual en mujeres con un trastorno por consumo de sustancias que en el resto de la población femenina. «En ellas se producen más síntomas depresivos que en los hombres, a pesar de consumir al mismo nivel. Las mujeres se sienten más estigmatizadas cuando van a buscar ayuda terapéutica, lo que es una barrera evidente para estas pacientes», insistió el experto.
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