La autopsia ha confirmado que Tomás Gimeno, el tinerfeño que la primavera pasada mató a sus dos hijas para destrozar la vida a su exesposa, asfixió a las pequeñas solo unas horas antes de arrojar a las dos niñas, de 6 años y 14 meses, al Atlántico. Su intención era que nunca encontrasen sus cuerpos. Era prácticamente la única incógnita que restaba para esclarecer por completo el terrible crimen vicario que el año pasado conmocionó durante más de dos meses a todo el país.
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El informe definitivo que los forenses han entregado al magistrado instructor, el titular del Juzgado de Violencia contra la Mujer número 2 de Santa Cruz de Tenerife, indica que la muerte de Olivia, la mayor de las hermanas, la única de la que fue posible rescatar el cadáver, sufrió una muerte compatible con «asfixia mecánica por sofocación», lo que le causó un edema agudo de pulmón que le segó la vida.
La prueba pericial ha confirmado las sospechas que tenían los investigadores de la Guardia Civil desde casi el mismo día de la localización del cadáver de Olivia, el 10 de junio, 44 días después de su desaparición. Lo encontró el buque oceanográfico Ángeles Alvariño gracias a su sonar de barrido lateral y a su robot submarino a unos 1.000 metros de profundidad, enfundado en una bolsa de deportes y asido al fondo del océano por el ancla de la lancha de Gimeno, la embarcación con la que trasladó el 27 de abril ambos cadáveres a unas tres millas mar adentro para ocultarlos.
Lo único que sí han descartado los análisis toxicológicos realizados a la sangre y el contenido del estómago de la pequeña es que el parricida, que todo apunta a que horas después se suicidó en un punto cercano, sedase o drogase a sus hijas antes de matarlas, pues las comprobaciones científicas no detectaron sustancias de este tipo ni venenos.
Los estudios forenses confirman la cronología de las muertes que en su día avanzó la Guardia Civil. Gimeno habría matado a las niñas, Olivia y Anna, en su casa de Candelaria, entre las 19:54 y 21:00 horas, justo después de regresar de la vivienda de sus padres, donde pasó la tarde con ellas, y media hora antes de aparcar su Audi A3 junto al pantalán de Puerto Marina, la hora a la que las cámaras del embarcadero lo grabaron mientras trasladaba del vehículo a la lancha seis pesados bultos en tres viajes.
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Gimeno lanzó al océano los petates lastrados con el ancla y bombonas de oxígeno en los que iban sus hijas a unas tres millas de Puerto Marina y a una de Puertito de Güímar, entre las diez y las once de la noche. Aproximadamente el mismo lugar al que, según la geolocalización del móvil, volvió unas dos horas después tras regresar al puerto para cargar su móvil y comprar tabaco. Allí es donde los investigadores creen que se suicidó, quizá colocándose como lastre las pesas de buceo que ya no estaban en el barco cuando la Guardia Civil lo encontró a la mañana siguiente. El suicidio se pudo producir pasadas la 1:30 horas, cuando se pierde la señal del teléfono, tras reiterarle a Beatriz, su exmujer y la madre de las niñas, que no le volvería a ver ni a él ni a sus hijas.
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