Más verde, menos pulmón

La Tierra, gracias sobre todo a China e India, sigue ampliando sus zonas arbóreas, pese a que los bosques tropicales arrasados no se regeneran

ANTONIO CORBILLÓN

Jueves, 7 de marzo 2019, 00:49

El mundo es un lugar más verde que hace 20 años». Parece una contradicción frente al pesimismo que genera el cambio climático y la denuncia constante de la sobreexplotación del planeta. Pero las estadísticas están ahí y un nuevo estudio de la Agencia Espacial Norteamericana (NASA) lo confirma. Durante las últimas dos décadas, sus satélites han recopilado datos e imágenes para comprobar cómo se comporta la capa vegetal.

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Sus conclusiones invitan a un moderado optimismo. En este tiempo, la capa verde ha aumentado en un porcentaje equivalente a «todas las selvas tropicales del Amazonas». Los técnicos atribuyen estos cambios a las políticas de los dos países más poblados del mundo: China y la India.

Pekín está desarrollando programas para conservar y expandir sus bosques y reducir así los efectos de la erosión en los suelos y la contaminación que vicia el aire de sus grandes urbes. Lo completa con una explotación más productiva de sus tierras de cultivo. La India aplica un modelo distinto. Su reverdecer se debe más al incremento de áreas agrícolas y solo una pequeña parte al aumento de los bosques.

«No vale cambiar bosques tropicales por árboles de crecimiento rápido»

Pero la cuenta global para la sostenibilidad del planeta no es tan positiva. «Esto no significa que las áreas de bosques estén siendo reemplazadas por tierras de cultivo», asegura en sus conclusiones Chi Chen, investigador de la Universidad de Boston (EE UU) que ha dirigido el estudio.

Las buenas noticias de los dos gigantes asiáticos contrastan con el desastre ambiental que sigue multiplicándose en los bosques tropicales, imprescindibles por su mayor capacidad para absorber dióxido de carbono (CO2).

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La agencia norteamericana publicó hace unos meses un avance de este trabajo en el que calificaba de «desalentadora» la evolución de los bosques selváticos en las últimas tres décadas. Solo las pérdidas de masas forestales de Brasil, Argentina y Paraguay suman casi 0,6 millones de kilómetros cuadrados (tamaño de la Península Ibérica). El destrozo tropical también alcanza a grandes áreas de biodiversidad en otras zonas como Congo, Tailandia o Indonesia.

De poco les sirve a los 'pulmones' del planeta el aumento de 2,24 millones de kilómetros cuadrados de superficie arbolada total. «La cuenta no es una resta entre plantación y deforestación. No vale cambiar bosques por árboles de crecimiento rápido en China o por palma en Argentina», lamenta el responsable de Bosques de Greenpeace España, Miguel Á. Soto.

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Doble labor

Los informes del organismo de la ONU para la Alimentación (FAO) completan este argumento. Denuncian que la superficie boscosa natural ha ralentizado su deterioro, pero después de perder 130 millones de hectáreas en 25 años. «Las cosas no son blanco o negro. No se trata de si ponemos un bosque o una plantación de soja. Hay que abordar de forma simultánea tanto la defensa de los bosques tropicales como la lucha contra el abandono de tierras en Occidente o la mejora de la productividad agrícola», propone el presidente de la Sociedad Española de Ciencias Forestales, Felipe Bravo. Este catedrático de Planificación Forestal defiende el avance de programas globales que vayan más allá de las fronteras y promuevan políticas contra el tráfico ilegal de maderas y el consumo de maderas certificadas y de mercados locales.

España se ha convertido en un caso extremo de esta contradicción entre cantidad y calidad de verde. Ha ganado un 33% de masa forestal desde 1990. Son casi cinco millones de hectáreas más. Las repoblaciones han ayudado pero no tanto como el abandono de amplias zonas del país, en especial las grandes mesetas. Felipe Bravo lamenta la «escasa tradición de lucha y cuidado de los bosques en comparación con nuestros vecinos del norte de Europa». Roberto Vallejo, que durante muchos años fue jefe de Inventario y Estadísticas Forestales del Ministerio de Medio Ambiente, coincide con su apreciación. «Corremos el riesgo de morir de éxito. El gran debate es cómo gestionar todo este patrimonio», lamenta.

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