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ISABEL IBÁÑEZ
Domingo, 25 de agosto 2019, 02:44
«Y nos llevaron a pie a 'pasear' por Kliptown, una especie de favela de Soweto en la que viven miles de personas en condiciones pésimas, como el hecho de compartir unos pocos baños portátiles entre cientos de personas. Entramos en casa de una señora ... que, muy amablemente, nos enseñó cómo vivía; yo al salir le pregunté a la guía si del dinero que habíamos pagado por la excursión le daban algo a esta mujer y me dijeron que no. Me indigné mucho, la verdad, así que le di algo a la señora, a la que se le caían las lágrimas mientras me lo agradecía con cara de alucinada. No entiendo que se aprovechen de la amabilidad de esas personas y ni siquiera les den un mísero euro».
Esta es la experiencia del viajero zaragozano David Suárez en Soweto (www.mimundoenunamaleta.com), la cuna de la lucha contra el 'apartheid' en Sudáfrica. Porque aquí se gestó el final de aquella etapa de horror que vivieron los habitantes genuinos del país, los negros, bajo la bota de los blancos, tras la II Guerra Mundial y hasta 1994, con el ascenso al poder de Nelson Mandela, quien, por cierto, vivió allí; su casa es una de las visitas obligadas, aunque su presencia se siente por todas partes.
Esta gigantesca área urbana al sur de Johannesburgo nació por el capricho de las pálidas élites gobernantes de sacar del centro de la ciudad a las personas negras, indias, asiáticas o de cualquier otro color distinto al blanco para no tener que convivir con ellas. Y lo hicieron aprobando una ley que las eliminaba a la fuerza de sus vecindarios. En el periodo de entreguerras, Soweto se fue alimentando del inmenso éxodo que desde las zonas rurales emprendieron hacia la urbe los trabajadores negros en busca del empleo que generaba la industrialización. Acoge hoy a 1,7 millones de personas, más que un distrito, toda una ciudad, y de las grandes.
Además de la morada de Mandela, otra excursión habitual es la que conduce a los turistas por las calles de tierra y chabolas en busca del auténtico Soweto, aunque esto admite discusión; Suárez, por ejemplo, no volvería a hacerla: «Fuimos para ver algunos puntos de interés en la historia de la lucha contra el 'apartheid'. Pero no repetiríamos porque no nos aportó mucho; nos sentimos mal porque, con los años, aprendes que, cuando tú te vas después de pasar unas horas allí, la realidad permanece».
No tiene reparos en admitir que si no se sintió a gusto «no fue por los olores que había, bastante desagradables, sino por la sensación de estar paseando en una excursión de un viaje organizado, con nuestras zapatillas bonitas, nuestras cámaras, mientras otras personas luchan por llevarse algo a la boca...». Vieron críos que les sonreían y pedían que les hicieran fotos, pero también «niños menos felices, desnutridos, y la guía nos contó que muchos de los que veíamos por ahí eran huérfanos sin escolarizar, y que todo esto sigue siendo una gran lacra».
Sin embargo, no todos los viajeros comparten esta opinión. El madrileño José Alberto Álvarez y la italiana Sara Amata (que relatan sus experiencias viajeras en saltaconmigo.com) recorrieron las barriadas con un guía local y la visita les dejó satisfechos: «Si decides no hacerlo, te pierdes una parte importante de la historia y de la realidad de la ciudad; conocer en primera persona la segregación y las condiciones de vida de los no blancos durante el 'apartheid' debería formar parte, a nuestro juicio, de cualquier viaje a Sudáfrica.
- ¿Tuvieron algún susto?
- Al contrario. A pesar de las condiciones -una gran zona de la ciudad está compuesta por chabolas sin servicios-, la gente con la que nos cruzamos mantenía una sonrisa en sus labios. No hubo ningún problema, fue todo muy tranquilo y los habitantes, muy simpáticos.
- ¿Entraron en sus casas?
- Sí. Aunque pueda parecer una intromisión en su intimidad, no estaban molestos. De hecho, querían mostrar su realidad. Es cierto que lo hacen también por dinero; parte del coste del tour servía para la comunidad local, lo cual nos parece perfecto. Y siempre se puede ayudar directamente.
- ¿Qué es lo que más impacta de Soweto?
- Conocer de cerca la realidad de lo que fue el 'apartheid' y las consecuencias que sigue teniendo en la sociedad. Descubrimos que sigue habiendo segregación dentro de Soweto, pero esta vez por dinero: había un barrio rico, con alambres de espino y carteles de empresas de seguridad, y uno pobre, con chabolas de paredes de madera y techo de chapa. Mujeres y niños salían con garrafas y bidones a recoger el agua de las fuentes que hay en la calle y las casas se iluminaban con candiles de parafina y velas. Unas 50.000 personas se apiñan en esas zonas, obligadas a seguir ahí por una historia que no les permitió mejorar en la vida y que, una vez superada la segregación racial, las mantiene allí por la económica.
Es un hecho que la mejor opción para recorrer Soweto aprendiendo de la experiencia es contratando un tour, a pie, en bici o tuk tuk. David Suárez pretendió hacer la excursión por su cuenta: «Preguntamos en la recepción del hotel por la posibilidad de ir a Soweto por libre y bueno... A decir verdad, se nos rieron en la cara». Así las cosas, lo mejor es confiarse a una de las muchas agencias que operan este destino. Como Byblostours, cuyo director, Mohamed Ezzeddine, aclara que hay que tomar las «normales medidas de seguridad y precaución. En mis visitas nunca he tenido ningún miedo».
Admite que no es partidario del 'turismo de pobreza': «No hay nada interesante, salvo caminar por las estrechas calles del barrio. Y puede resultar hasta bastante molesto para la gente humilde que se pretende conocer. Muchos rechazan este tipo de visitas, se sienten humillados, ya que el turista no trae ni puede aportar ayuda ni soluciones a sus problemas. La pobreza está cada vez más extendida, y en estos ambientes se origina mucha violencia que puede fácilmente repercutir en los visitantes. Los pobres ya no tienen por bien recibido al turista. Y, ojo, muchos y muchas de ellos buscan en estos barrios droga, prostitución... Entre tantos viajeros con buenas intenciones, hay quien aprovecha para otros intereses más oscuros».
Y Pieterson fue asesinado
Explica que lo que más atrae al visitante es el estadio de Soweto, donde se celebraron multiples manifestaciones y escenario de varias masacres, además de la casa de Mandela y la del obispo Desmond Tutu, dos premios Nobel viviendo en la misma calle, Vilakazi. Ezzeddine recomienda también cruzar la puerta del Bar de Mama, «típicamente africano, donde una señora de la resistencia se encargaba de reclutar a jóvenes. Sirvió durante muchas décadas de centro activo de comunicación entre los dirigentes de la guerrilla y sus bases en Soweto. Tenía la apariencia de ser un lugar de drogas y alcohol, lo que le sirvió para no levantar nunca sospechas. Pues todavía se puede visitar».
Si hubo un año importante en la historia de Soweto, ese fue 1976, cuando se produjo el levantamiento de estudiantes provocado por la decisión del Gobierno de cambiar el inglés como lengua vehicular al afrikaans, idioma germánico derivado del neerlandés, en el que a partir de aquella orden se verían obligados a estudiar. La Policía respondió a tiros contra las manifestaciones, marchas pacíficas que no fueron autorizadas en las que participaron más de 10.000 estudiantes... El balance oficial habla de 23 muertos aquel 16 de junio; otras fuentes elevan la cifra hasta 700. Y entre ellos, uno llamado Hector Pieterson, de solo 13 años. El reportero gráfico Sam Nzima lo fotografió cuando yacía medio muerto en brazos de un compañero, Mbuyisa Makhubo, que corría en busca de auxilio junto a la hermana del pequeño herido, Antoinette. La foto dio la vuelta al globo. Hoy el museo Memorial Pieterson recuerda aquel día que marcó el principio del fin del 'apartheid', en parte por la imagen que dieron al mundo.
Los agujeros producidos por las balas son visibles aún en la iglesia católica Regina Mundi, otro centro de peregrinaje, donde algunos críos intentaron refugiarse. Le llaman 'The Queen' (la reina), y con su virgen negra, la 'black madonna', es un símbolo de la resistencia; los blancos entraban en mitad de las reuniones de los negros y se llevaban a decenas de personas detenidas.
«Recorrer las calles de tierra de este auténtico gueto -explica el viajero José Alberto Álvarez- nos recuerda que la vida, a nivel de la calle, cambia mucho más despacio de lo que las políticas y la macroeconomía se empeñan en hacernos creer. Cuando viajamos, no todo son paisajes maravillosos, edificios que nos impresionan por su belleza o delicias gastronómicas. En ocasiones, los viajes también nos llevan a descubrir la cara menos amable de los países y de su historia: escenarios de guerras, de masacres, momentos terribles que nos recuerdan que la historia hay que conocerla para no repetirla. Soweto es uno de estos lugares».
Aunque no todo es tan tremendo. Es aquí donde nació a finales de los años 90, con el país libre del 'apartheid', el estilo sudafricano de hip hop llamado 'kwaito'. «También acoge dos equipos de fútbol -cerca queda el Soccer City, el estadio donde España ganó el Mundial en 2010-, un torneo de tenis, un maratón y un festival del vino», según la web oficial de Gauteng, provincia a la que pertenece Johannesburgo. Informan de que Soweto se ha convertido en «una gran ciudad de más de un millón de personas con suburbios de lujo, vecindarios tranquilos, centros comerciales, teatros, cines y complejos de entretenimiento (...) rodeados de asentamientos informales azotados por la pobreza, bloques de albergues similares a cárceles, monumentos de lucha por la libertad, coloridos mercados callejeros, ruido y actividad constante...».
Thato Morwa es un empresario local con un restaurante en Vilakazi: «Siento que he visto mi pueblo, y particularmente esta calle, superar sus luchas. El negocio va bien y creo que aún puede hacerlo mejor. Este municipio tiene un gran potencial para las empresas grandes y pequeñas. Aquí es donde comienza todo, el centro, pero podemos expandirnos más. Los ancianos nos dieron el empujón. Ahora, los jóvenes debemos hacer crecer su legado». Por cierto, en esa web oficial enseñan argot local, y el descubrimiento es que saludan diciendo 'hola', tal cual; y solo algo más difícil es 'ngiyabonga', gracias. Por algo se empieza.
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