Mario Vidal
Domingo, 24 de agosto 2014, 01:37
Está en casa, sentado en el sofá, sin mucho que hacer. Le apetece ver la televisión, por eso la enciende con el teléfono. Hace calor, y con solo pasar el dedo por su tableta, el aire acondicionado está en marcha. Quizá prefiera una cerveza fresca, pero para qué levantarse del sofá, y comprobar que no quedan, si puede averiguarlo desde su dispositivo conectado a la nube.
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Parecen visiones de un futuro cercano. Pero encender y apagar la luz desde el móvil o abrir la puerta del garaje ya es posible sin estar enfrente de la maquinaria. Es el internet de las cosas, también conocido como IoT, por sus siglas en inglés. Prácticamente cualquier objeto que adquiera podría llegar a conectarse a la red, a utilizarse desde ella.
El internet de las cosas supone, hoy mismo, una gran ventaja que va a contribuir a acomodarnos la vida diaria. Sin embargo, también entraña algunos riesgos para la seguridad. Cuando utilizamos el IoT, nuestras rutinas quedan registradas en la nube. A qué hora nos vamos de casa cada día, por cuánto tiempo, cuándo conectamos y desconectamos la alarma. En el historial de nuestra nube compartida podemos saber si nuestra pareja ha estado en casa mientras estábamos trabajando. Y sería sencillo descubrir si iba acompañada con solo conectar alguna de las cámaras de vigilancia.
Si tenemos algo que ocultar, quizá sea mejor no compartir la nube con nadie más. Aunque tengamos la precaución de no dejar esa información a la vista de cualquiera, desconocemos quién puede llegar a tener acceso a nuestro archivador virtual. Desde la empresa proveedora del servicio, a un tercer interesado que compre información de nuestra vida privada o un hacker que logre acceder al archivo. Así que, una vez más, la amenaza de la seguridad en internet planea sobre la vida privada.
Otras ventajas
No obstante, el control que esta herramienta permite sobre el resto de personas de nuestra confianza no siempre tiene un punto negativo. Traslademos el poder de la vigilancia al caso de un niño pequeño que necesita de nuestros cuidados. Vestido con ropa inteligente, podremos detectar si su temperatura corporal ha aumentado antes de que el niño llegue a tener fiebre. Incluso seremos capaces de facilitar información mucho más fiable al médico.
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La evolución de este tipo de tecnología es imparable. Se calcula que en 2020 habrá más de 50.000 millones de dispositivos, teléfonos, tabletas, coches, casas y otros objetos conectados a internet. Esto generará, según la consultora Cisco, unos 14,5 billones de euros en todo el mundo.
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