La derrota del Almería en Pamplona ha dejado el planteamiento de partidos que serán finales hasta tanto no se consiga la permanencia matemática. Es cierto que, como decía Baraja antes de jugar precisamente contra la UD Almería en el Power Horse Stadium, «en una final cuando acaba el partido al campeón le dan una Copa» y que con doce puntos más en juego cualquier cosa puede pasar. Pero no es menos cierto que no es lo mismo jugar tres partidos más con la intención de salir que tres estando fuera. Ahora mismo, el panorama es crudo para Getafe y RCD Espanyol, metidos de lleno en esa pelea por la salvación, y que el Almería, como sucede con Valencia, Valladolid, Cádiz y puede que hasta RC Celta, mira desde arriba a los puestos de descenso, aunque el margen es tan inquietante que matemáticamente se encuentra a sólo dos puntos y el golaveraje.
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El panorama se ha complicado porque de Pamplona se volvió con algo más que una derrota. Es cierto que la clasificación no refleja heridas –sólo se perdieron o no se ganaron tres puntos–, y para quien no viera el partido el 3-1 entra dentro de la normalidad, más allá de que hubiese quien pensara que a Osasuna le podría pasar factura haber perdido siete días antes la final de Copa del Rey, una experiencia que vivía por segunda vez en su historia. Lo cierto es que parece que el que acusó el bajón de perder la Copa fue el equipo indálico, que ni tan siquiera llegó a 'disputar' la competición copera y es como si aquella derrota ante el Arenteiro, justo antes de Navidad, todavía esté produciendo secuelas. Del mismo modo que se olvidó aquel partido hay que olvidar el último, haciendo bueno el dicho de 'pasado pisado'.
El Almería jugó ante Osasuna con un 'miedo' que reflejó más distancia entre ambos de la que realmente pudo haber y ese temor debe se expulsado del Power Horse Stadium e, incluso si se puede, de la Vega de Acá o de todo lo que huela a Almería porque con miedo el viaje es más para ir a lugares tenebrosos que a esos en los que la alegría permite llevar al equipo sobre ruedas. Cierto es que una cosa es ser temerario, que tampoco es recomendable, pero desde hoy, o desde que acabó el partido en El Sadar, la UD Almería debe pensar en que el próximo sábado, a las 18.30 horas, es el único que se juega algo. Las opciones del RCD Mallorca, por cercanas que parezcan, son más remotas si cabe que las que la UD Almería tiene para conseguir la permanencia y eso se tiene que notar en el terreno de juego.
El Almería de los brazos caídos de la última fase del partido de El Sadar, pese a que Lázaro fue capaz de hacer el gol del honor, aunque en fútbol no valen los goles del honor –o puede que sí si hay que irse al averaje general–, debe ser un equipo capaz porque el verdadero honor es morir con la cabeza alta, haciendo todo lo posible por pelear por un reto y que nadie de alrededor pueda echar en cara que no has dado el 100% de tus habilidades y fuerzas para lograr el objetivo.
El partido del próximo sábado es el penúltimo en casa y los tres puntos no pueden escaparse, ni uno siquiera, porque la ventaja de llegar a los 39 puntos con nueve en el punto de mira es tal que es preciso imponerla, más allá de la bisoñez que se ha exhibido en momentos puntuales y que cuestan goles, pero con el de Lázaro Vinicius en Pamplona la UD Almería certifica ser capaz de ver puerta y obligar al rival a hacer más de un gol si quiere ganar. Es una tesitura que hay que mirarla desde ese punto de vista, por más que también sea cierto que el equipo rojiblanco experimenta esa sensación de tener que hacer más de un gol si quiere ganar porque se 'trastabilla' en defensa y permite que Budimir –debió ser expulsado por hacer algo que a Juan Villar le costó una expulsión en Huesca hace un par de temporadas– marque como si se tratara del mismo Messi, sin que nadie de alrededor con esa camiseta 'oro del desierto' fuese capaz de impedírselo o que Moi Gómez pareciera 'Usain Bolt' para sentenciar el partido con el 3-0 ante una defensa con 'cintura de hormigón'.
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Ese trabajo empezó ayer con una sesión de recuperación, idónea para 'recuperar' sensaciones, pero desde el martes cada 'muñeco' en el lugar de trabajo tiene que ser un jugador del Mallorca al que superar en una batalla que tiene tintes de ser la final para conquistar una permanencia que responde a lo esperado, a esa frase grabada a fuego en la UDA, que no habla de rendirse, sino de sufrir. La UDA tiene una 'academia' especialista en esas artes. Y si se sabe sufrir, se aprende a ganar.
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