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Meguregui a hombros tras el ascenso de la AD Almería. IDEAL
Y Andoni Murua desató la tormenta
UD Almería

Y Andoni Murua desató la tormenta

Con el futbolista de Burtzeña como estrella, el Almería de Maguregui y Garai dio una exhibición en el primer partido oficial del Athletic Çen la ciudad andaluza

Miércoles, 19 de abril 2023, 22:58

Ni el rival es exactamente el mismo, ni tampoco lo es el campo en el que se jugó el partido. De la Agrupación Deportiva Almería, que existió entre 1971 y 1982, a la Unión Deportiva Almería, que existe desde 1989. Y del estadio Franco Navarro al actual Power Horse Stadium, más conocido como el de los Juegos Mediterráneos. Sin embargo, se trata de diferencias sin importancia. Lo relevante es que el 30 de diciembre de 1979 el Athletic jugó su primer partido oficial –antes había disputado tres amistosos– en casa del equipo de la capital almeriense. Y lo cierto es que no fue un partido cualquiera. Todo lo contrario. Fue un partido histórico. El problema es que sólo lo fue para los anfitriones, que lo tienen en su libro de oro.

El choque tenía varios ingredientes que lo hacían muy atractivo. Para el Athletic, que venía de ganar en San Mamés al Barça, suponía la posibilidad de comenzar a enderezar una temporada que comenzó tan mal –cuatro derrotas consecutivas en las cuatro primeras jornadas, entre ellas el derbi contra la Real en San Mamés– que su nuevo entrenador, Helmut Senekowitsch, estuvo a punto de convertirse en el más fugaz de la historia rojiblanca. (El hombre no batió ese récord desgraciado, pero sí el de ser el técnico al que más rápido se le ha despedido en una Liga. Fue la temporada siguiente, tras el famoso 7-1 en el Bernabéu la segunda jornada).

Por otro lado, los indálicos disponían de tres armas secretas de procedencia rojiblanca. En el banquillo, haciendo historia tras haber logrado el ascenso a Primera, estaba una leyenda como José María Maguregui. Y, junto a él, dos buenos futbolistas procedentes de la cantera de Lezama: el bediatarra Iñaki Garai, que había jugado cinco temporadas en el Athletic antes de irse al Almería en 1978, y Andoni Murua, un extremo zurdo de Burtzeña con mucha clase, que había estado cuatro temporadas en el Bilbao Athletic, entre 1971 y 1975, y había sido descartado. Ambos eran ya ídolos de la afición local. Lo contaba Paco Crespo en El Correo en la previa del partido. «En el hotel, en la calle, en el restaurante, en todos sitios nos han hecho el mismo comentario: ¿Cómo es posible que se diera portazo en Bilbao a dos jugadores de su talla? Yo les contesté: les prometo que yo no he sido. ¡Por favor! ¿Cuántos tontos quedan al servicio del Athletic?».

Con su hinchada abarrotando el campo, el equipo de Maguregui se mostró desde el principio muy superior a un Athletic al que le chirriaban todos los goznes. Los jugadores de su retaguardia no se habían acostumbrado a la defensa en zona que había impuesto Senekowitsch y sufrían, sobre todos los laterales. «Están acostumbrados a ser ese perrito que sigue a todas partes a su par y les cuesta Dios y ayuda cambiar esa mentalidad», escribió un cronista. Andoni Murua estaba ese día especialmente inspirado y aprovechó como nadie esa debilidad. Fue él quien desató una tormenta que, en ocho minutos, se llevó por delante al Athletic.

En el minuto 24, comenzó marchándose de Urkiaga, al que sometió a una sesión de tortura, antes de asistir a Paniagua, que firmó el 1-0. A la media hora de juego, Murua dribló a tres contrarios y soltó un centro chut que cogió una parábola mortal y acabó dentro de la portería de Agirreoa. Y dos minutos después, en el 32, el baracaldés robó un balón y asistió a Rolón para que el paraguayo firmase el 3-0. El Athletic estaba a la deriva y se resentía de la ausencia de Alexanko. ¿Cuánto? Pues bastante, aunque quizás no tanto como para que Senekowitsch, al término del encuentro, se refiriese a él con ojos melancólicos hasta en once ocasiones.

A lo que no quiso referirse tanto en la sala de prensa el técnico austriaco fue a su extraño experimento táctico de aquella tarde. Si jugar sin delantero centro ya era entonces muy raro –lo del falso nueve no se llevaba todavía– que ese puesto lo ocupase un centrocampista corredor como el malogrado Fernando Tirapu se antojó una extravagancia. «Tirapu ni fue ariete, ni fue centrocampista. Sólo correcaminos», dictaminó Paco Crespo.

La sentencia

Lo mejor que les pudo pasar a los rojiblancos de Bilbao fue llegar al descanso sin más daños que un 3-0 que las gradas del estadio Ramón Franco celebraban por todo lo alto. Lógico. Para un recién ascendido, un club que debutaba en Primera, hacerle aquel destrozo a todo un Athletic era una heroicidad. El partido cambió en cuanto Soriano Aladrén pitó el comienzo de la segunda parte. El Athletic se asentó. Un gol de Dani a pase de Escalza en el minuto 49 y un penalti desperdiciado por el omnipresente Murua en el 52 le terminaron de animar. No había razones para pensar en una remontada, pero al menos sí para evitar el ridículo. En el minuto 72, un golpe de suerte llevó el 3-2 al marcador después de que un disparo de Argote desde fuera del área lo desviara un defensa y dejara sin opciones a César, el guardameta local.

En las gradas, sin embargo, sólo hubo tuvo tres minutos de sufrimiento. De ello se encargó Andoni Murua, que estaba jugando uno de los partidos de su vida. Interceptó una mala cesión de Miguel de Andrés, se fue de dos defensas, dribló a Agirreoa y marcó el 4-2 definitivo entre el delirio de su hinchada. Espectacular. Esta fue la reflexión del enviado especial de EL CORREO. «El chaval se tomó una revancha en toda regla. Mucho más de lo que él mismo podía imaginar. Él solito jugó más y mejor que todo el Athletic junto. Movió a su equipo en la zona más adelantada y descompuso a una defensa que no encontró en los noventa minutos la fórmula para frenarle. (...) Todo, hizo de todo. Estuvo pletórico. Kubala sólo lo ha visto una vez frente a la Real, y ya lo ha convocado; si lo hubiera visto el domingo, el día 23, frente a Holanda, saldría de titular».

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