Qué tiempos aquellos en los que ser periodista deportivo permitía moverte con cierta libertad por algunas zonas del estadio, en especial por la conocida como zona mixta, en busca de alguna noticia y, sobre todo, de algún protagonista al que colocarle el micro en el ... hocico. Con los nuevos tiempos y la sobreprotección de la fauna y flora, los futbolistas, mamíferos al fin y al cabo, han sido encerrados en una jaula de cristal para evitar alterar su hábitat. Ahora, uno baja a la zona mixta del 'Power', como hacía antes, en busca de alguno de ellos y se encuentra con un panel a medio metro de la nariz para que los jugadores pasen por detrás y no pueda existir contacto visual con ellos, no vaya a ser que les dé por atender a algún medio de forma espontánea, como se ha hecho durante toda la vida sin contraindicaciones para la salud del deportista, y afecte así a los derechos de las televisiones pagadoras que, todo sea dicho, ya los han exprimido antes de que desfilen hacia la puerta de salida. Que sí, que hay que organizar mejor las cosas de lo que lo estaban antes, pero negar la espontaneidad al deportista, también al periodista, como si fueran menores de edad, no parece precisamente el mejor camino.
No lo digo yo, lo dice la propia organización de la competición. 'No es fútbol, es LaLiga', reza el eslogan. No puedo estar más de acuerdo. No es fútbol. No, al menos, el que siempre hemos conocido y el que tantas veces nos ha seducido, especialmente a los ex privilegiados que teníamos acceso directo a los ídolos deportivos en busca de alguna palabra que no hubiera sido dicha ya para ofrecer al lector u oyente una visión personal de un mismo acontecimiento.
La zona mixta, ese lugar pretendido por todo aquel ávido de información, esa pasarela deseada por cualquier aficionado para ver desfilar a tanta estrella o aspirante con sus cascos de trescientos euros, su neceser en la axila, su olor a perfume caro, su pelo engominado, su calzado 'megachulo' y su vista u oreja clavada en el móvil apagado a modo de cartel de 'no molestar', era el punto de encuentro perfecto para prolongar el interés por un partido de fútbol más allá de los noventa minutos. Castrada esa opción, sin acceso a los corrillos futboleros de toda la vida con declaraciones encontradas de futbolistas, el interés se disuelve en Internet, con más opciones de entretenimiento. La nueva zona mixta se está cargando el periodismo divertido. Y LaLiga, literalmente, la atracción de los post partidos.
Por cierto, que en el casting de LaLiga para reclutar a sus 'vigilantes' en cada estadio y partido parece haber un requisito innegociable: las malas pulgas. Mala leche a espuertas, para ser más gráfico. Con traje de chaqueta, ínfulas y cara de oledor de heces, se dedican a mirar con desagrado para que nadie, pero nadie, se mueva ni un solo centímetro, literal, de su zona acotada. Ni por accidente, oiga. La bronca, aprendida en las aulas de LaLiga, es el arma ridícula que aplican con tanta vehemencia como ineficacia. Porque, a estas alturas, no estamos pa'tipos como tú.
Seguramente Ibai Llanos y sus colegas, también Piqué, estarán encantados con este nuevo orden de pensamiento único.
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