Ud almería

Un Almería indolente entrega los tres puntos al Levante

Los rojiblancos fueron una caricatura de equipo, porque dieron muestras de adolecer muchas de las cosas que deben tener los conjuntos modestos

JUANJO AGUILERA

Sábado, 4 de abril 2015, 20:08

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La UD Almería no fue capaz de jugar el partido más importante de la temporada, que lo era por ser el primero en el horizonte, pero también porque era de esos choques en los que el tópico de sumar y que tus enemigos no sumen era menos tópico y más realidad. Pero los rojiblancos fueron una caricatura de equipo, porque dieron muestras de adolecer muchas de las cosas que deben tener los conjuntos modestos.

En cualquier faceta de la vida, cuando la aptitud no es el principal carácter, lo que no debe faltar a la hora de acometer cualquier afrenta es la actitud, y de esta dosis tan necesaria tal vez la más necesaria hubo poca, tan poca como intensidad, tan escasa como fútbol, sin nada, en definitiva. Cuando la aptitud escasea en fútbol, el rival te puede ganar en una acción de calidad, una rabona, un disparo a la escuadra..., pero nunca corriendo. Y cuando la propuesta es tal como la mostrada en el partido que la UDAlmería disputó frente al Levante UD lo más normal es que te pinten la cara, que te sonrojen.

El Almería fue como un conejillo de indias en manos de la mejor esteticista del mundo. No maquilló el resultado, pero sí que sacó los colores a quienes tienen vergüenza y a los más de 9.000 aficionados que, siendo seguidores del conjunto rojiblanco, acudieron al Estadio de los Juegos Mediterráneos a tratar de ayudar en una final, pero el fútbol no dio para alegrías. Este deparó, al final, lo que unos y otros se merecieron. El Levante golear, el Almería ser goleado por insolencia. David Barral, que hizo tres goles, y Víctor Casadesús pusieron los tantos para los granotas. Hemed lo hizo de penalti, inexistente, que si hubiera sido el único del partido para la UD Almería y en el 94 podría tener el calificativo de bueno, pero lo cierto es que no hubo fútbol ni nada que se le pareciera, solo la desoladora imagen que suelen dejar las derrotas, justas o injustas.

Los estilos sobre el césped

El partido comenzó con ambos equipos fieles al guión propuesto durante la semana, el que ambos habían dicho que haría. El Almería intentó acercarse al área de un Levante muy arropado atrás, con dos líneas de cuatro bien juntas y sin dejar espacios para que la propuesta rojiblanca tuviera éxito. De hecho, durante el primer cuarto de hora, aunque el Almería tuvo algún acercamiento, no hubo acciones de peligro.

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El partido estaba siendo lento, acogido al guión que el equipo de Lucas Alcaraz quería, consciente de esa experiencia para vivir en situaciones complicadas y salir indemne de ellas. Sin apenas llegadas, el primer pase entre líneas dio la opción para adelantarse. Era el minuto 16, el balón le cayó a Toño, este buscó a Ivanschitz y su centro, dentro del área, lo aprovechó David Barral para batir a Julián Cuesta. Aparecía, como siempre, un jugador que siempre se luce cuando tiene a la UD Almería delante.

El partido se le ponía cuesta arriba a los de Juan Ignacio Martínez, que dieron muestras de falta de intensidad en esa acción, con los levantinistas jugando como Pedro por su casa en el área rojiblanca. A la par, el Levante no quiso jugar, haciendo el partido cada vez más lento. Aún así, en el minuto 22, el Almería estuvo cerca del gol. Tomer Hemed tuvo que salir a buscar el balón fuera de su habitat y su disparo lo despejó Mariño. Thievy, en el sitio, recogió el rechace, pero no estuvo acertado para picarle el balón al meta levantinista y su disparo lo despejó este a saque de esquina.

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El conjunto granota, tal y como se había dicho, es un equipo que vive de los errores y de las acciones a la contra. Toño, por su banda izquierda, tomó ese carril para entrar fácil y, en el minuto 24, puso un balón perfecto para el remate de David Barral que cabeceó por encima de la meta defendida por Julián Cuesta.

El cabezazo del gaditano se convirtió en un aviso porque no tardó mucho en que se pusiera el segundo en el marcador. La acción fue de Morales, que entró por la derecha, tuvo tiempo para acomodarse el balón y ponerlo al segundo palo por donde Víctor Casadesús entró para cabecear casi sin oposición al fondo de las mallas.

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Sin sensaciones

El partido ya estaba visto para sentencia, no por el marcador, que se ha visto muchas veces que es un resultado remontable, pero sí por las sensaciones de ver sobre el césped a un equipo como el rojiblanco roto, incapaz de pelear por meterse en el partido. Aún así, pudo entrar si, en el minuto 28, un córner lanzado por Miguel Ángel Corona hubiese llevado una buena dirección en el posterior disparo de Ximo Navarro, pero el del granadino se fue fuera rozando el palo derecho de la meta defendida por Mariño.

Con más de un cuarto de hora por delante en la primera parte, faltó competir ante un rival que siguió imponiendo su criterio, que movió el balón a una velocidad inversa a la que avanzaba el reloj para quien necesita tiempo. El Almería no lo tuvo nunca el tiempo ante un rival que encontró la paciencia con el marcador y la indolencia de un rival carente de actitud.

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Lo de la segunda parte fue un despropósito continuo por más que en el inicio de la misma el cuadro de Juan Ignacio Martínez lo intentara con un par de llegadas que no tuvieron la profundidad como el resultado esperado. El Levante UD, por su parte, supo manejarse con la ventaja en el marcador y también en el juego, jugando a merced, sin acoso, consiguiendo dormir el encuentro ante una UD Almería que no tenía motivos para dormirse, pero que parecía como si no le fuese nada en el envite.

En el minuto 53, otra demostración de la falta de intensidad del conjunto almeriense. José Mari se manejó bien en el área ante la pasividad de la UD Almería, disparó, Julián Cuesta tocó, pero no lo suficiente para arreglar el desaguisado. David Barral, atento y en el sitio, puso el 0-3 y sentenció aún más el choque más importante que tenían los de Juan Ignacio Martínez en un horizonte que si antes estaba negro, anoche se llenó de nubarrones.

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No poder y no querer

El partido era un no puedo de los locales y un no quiero del Levante. Thievy, en un piscinazo, vio recompensada la acción con un penalti que Tomer Hemed convirtió en gol, pero tarde para buscar una reacción con un jugador menos, ya que en el 57 había sido expulsado Sebastián Dubarbier por doble amarilla.

Juan Ignacio Martínez, que había metido a Édgar por Ximo Navarro, no vio recompensa y sí otro gol levantinista con una acción de nuevo de David Barral que ponía la sentencia en el marcador, otra vez con un cuarto de horapor delante, como en la primera parte.

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No quedó tiempo porque, aunque el reloj señalara el minuto 75, no había fuerzas, solo la sensación de un equipo roto en mil pedazos que sonrojó a su gente por un fútbol impropio de quien quiere salvarse.

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