Aristóteles te echa una mano con la resaca

Enseñanzas filosóficas para superar una ruptura, una tarde de compras o el miedo a envejecer

Miércoles, 17 de junio 2020

¿Saben eso de filosofía aplicada a la vida moderna? Pues de eso se trata. De 'llevarnos' de juerga a Aristóteles a ver cómo se maneja con la resaca al día siguiente; de someter al ligue de Tinder al juicio de Platón; de meter a Spinoza un sábado por la tarde en Ikea con el encargo de comprar unas baldas para el salón... Se fue sin ellas Marie Robert, profesora de Filosofía y francés y autora de 'Cómo salvar una mala racha. Ideas filosóficas para tranquilizarnos y desdramatizar' (Ariel), un manual con 'recetas' de pensadores para esos «momentos de caos en los que todo se tambalea, instantes que nos dejan propensos al enfado, a las lágrimas, a la culpabilidad, a la vergüenza». La idea del libro se le ocurrió sentada en una esquina de Ikea, derrotada tras cuatro horas de inútil periplo por los pasillos perfectamente señalizados con flechitas en el suelo: «Abatida por una fuerte sensación de impotencia y llorosa, me ví dispuesta a dar una bofetada a la siguiente persona quepronunciara un nombre sueco. Pensé en echarme en una de aquellas camas con nombre vikingo o quizá coger una botella de vodka. Y así fue cómo se me apareció la figura de Spinoza. Imaginé que mi querido filósofo se acercaba para servirme un capuccino y dirigirme unas palabras reconfortantes». Le habría dicho a Marie que «el deseo, la pulsión, el apetito... son valores universales que nos animan y no vale la pena luchar contra ellos». Y este deseo, explica la autora, «se muestra a través de situaciones como ir a Ikea y ponerte a soñar delante de los paquetes de servilletas de papel. La moraleja del filósofo es que si tienes deseos como hacer un viaje, salir a tomar un café o quedar con alguien no se trata de una pataleta caprichosa. De manera que, cuando des tu próximo paseo por Ikea piensa en Spinoza, felicítate por estar lleno de deseos, pero también pregúntate si realmente deseas tener todo eso que estás a punto de comprar».

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Superada la depresión postsábado en el centro comercial, la autora nos sumerge en otros 'agujeros': la crisis de pánico antes de correr tu primer maratón, el miedo a envejecer, la relación con los suegros... que resuelve con lecciones de Nietzsche, Pascal, o Wittgenstein. «Descubrir la filosofía fue para mí una iluminación. De repente, tuve un espacio para acomodar todas las preguntas que me hacía. Por fin podía no resolver sino, por el contrario, pensar y analizar. En todas las situaciones cotidianas que abordo en el libro me pareció obvia una enseñanza filosófica aunque donde lo vi más claro fue en la de Ikea porque me pasó a mí. Estaba comprando muebles y comencé a llorar. Pero la ventaja para los que somos especialistas en filosofía es que cuando lloramos pensamos en Spinoza», explica en entrevista con este periódico.

– Spinoza no tuvo que ir a comprar unas baldas. ¿Nos hemos complicado la vida creyendo que nos la estamos haciendo más fácil?

– Es cierto que los filósofos clásicos no compraron estanterías, pero su vida no fue más tranquila. Pasaron guerras, enfermedad... Nuestro problema es que queremos encontrar soluciones para todo y a veces es necesario contentarnos con aceptar la complejidad en lugar de querer resolverla a toda costa.

–Si tuviera que elegir un 'filósofo' para acompañarnos en la vida moderna, ¿quién nos guiaría?

– Creo que Emmanuel Levinas es esencial. Nos ayuda a aceptar al otro. Es muy útil en una sociedad donde convivir juntos es muy complicado.

A Levinas recurre, de hecho, en su libro cuando trata de derribar esa barrera que, de repente, se levanta entre tu hijo adolescente y tú. «Siempre te encantaron los niños, eras el padre a la vez simpático y responsable al que se admira a la salida del colegio y tus querubines eran agradables y dóciles. El vínculo con ellos te parecía intacto, pero esta tarde al llegar a casa has notado que algo no iba bien. Un calcetín en la encimera, un bote de kétchup medio volcado, un secador enchufado, un paquete de patatas con sabor a cebolla abierto... Ves surgir a un individuo de metro setenta y dos que te grita: '¿Por qué has vuelto tan pronto?'. Y te preguntas qué le ha pasado al chiquitín que se ponía capuchas con orejas de panda. A partir de entonces eres el padre de un adolescente», describe con trazo acertado la escena la autora. Y recurre a Levinas a ver si él es capaz de estrechar la brecha generacional: «La ambición de su pensamiento es preguntarse qué actitud adoptar ante unos individuos a los que no se entiende. A lo largo de toda su obra tira de un concepto: el otro». En el caso que nos ocupa, ese 'otro' es el adolescente que alterna los «paso de ti» con los «vale» desganados. «Ese otro nos parece un extraño pero estamos fascinados por él, queremos comprenderlo. Y ese callejón sin salida le da un porvenir a la relación. A fuerza de empatía y de amor (ese adolescente) acabará por jugar al Monopoly de nuevo contigo». Así que «ocupémonos de nuestros hijos con empatía, aunque no nos den nada a cambio», recomienda.

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Por cierto que ella, como profesora de Filosofía que es, trata con adolescentes a diario: «Siempre les digo que las preguntas filosóficas realmente están dirigidas a ellos. Así que empiezo haciéndoles una: «¿Tiene sentido la idea de libertad total?» Y les pido que respondan pensando en su vida diaria. ¿Les gustaría hacer lo que quieren? ¿qué implicaría eso? Y entonces les enseño a los autores».

Se abstiene de contarles el ejemplo de la resaca de Aristóteles que incluye en su libro, no vaya a darles ideas... Aquí va: «Durante muchos años sacrificaste cuerpo y alma en el altar de la fiesta. Esos excesos se habían convertido en una manera de vivir y un día, tras el enésimo bucle del fin de semana, juraste que dejabas eso atrás y decidiste que tu flexibilidad no serviría ya para subirte medio desnuda en las mesas de los bares a bailar, sino para perfeccionar tus posturas de yoga. Pero entonces recibes un mensaje anunciando 'una gran fiesta', como si la vida te pusiera delante el desafío de demostrar que la experiencia te ha hecho evolucionar y que sabes resistirte a las tentaciones. Tu primer reflejo es enviar un mensaje diciendo que irás pero te retirarás antes de medianoche». Les suena esto ¿verdad? Y esto: «A las once de la noche sigues fresco, en plena discusión sobre las nuevas tendencias de las dietas, a las once y media vas a buscar la chaqueta al guardarropa, pero te encuentras a un amigo que te ofrece una copa por los viejos tiempos. A la una de la madrugada os metéis juntos en un taxi para ir a algún lugar no identificado, a las tres estás encima de una mesa cantando y a las cuatro no sabes muy bien dónde vives... A las 14.02 horas del día siguiente sigues en la cama con la detestable sensación de que has fracasado». ¿Y qué dice Aristóteles de esto? «Nos anima a hacer de ese momento patético un momento de experiencia. La virtud no se logra chasqueando los dedos y solo atravesando estados positivos pero también negativos aprendemos a escuchar la razón. Así que nuestra resaca del domingo es beneficiosa porque nos ayuda a saber que al cabo de dos copas es hora de irse a casa. Lo que cuenta no es ser perfecto, sino no reproducir errores idénticos».

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CUATRO LECCIONES PARA CUATRO CRISIS

La fiebre de la pasión

La situación: «Hace diez días que no os veis y le echas terriblemente de menos. Rememoras los meses de pasión febril, vuestras noches acortadas... Los cercanos os reprochaban vuestra ausencia, vuestra pérdida de lucidez, tus padres creían que las cosas iban demasiado rápidas... Pero poco te importa lo que digan, le seguirás a todas partes. Por fin os encontráis, pero en lugar del ballet de besos hay frialdad: 'No eres tú, soy yo...'. Es increible que el lenguaje de las rupturas sea tan banal».

El filósofo: Immanuel Kant.

La enseñanza: «La razón es un faro; la pasión impide toda reflexión. No hay que escuchar únicamente al corazón latir al son de los besos. Nos dejamos engañar por un sentimiento que no reposa en nada estable». Frente a la pasión, sugiere el pensador, apuesta «por el amor, menos agitado pero más sólido».

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El regalo feo detu mejor amiga

La situación: «Siempre te han gustado los cumpleaños y los regalos porque para ti simbolizan la atención que se te presta. Los primeros que recibes te encantan y vas a abrir el de tu mejor amiga, aquella que ha compartido contigo los secretos más íntimos. ¡Cuál no será tu estupor al sacar ese jersey tan feo! ¿Tan mal te conoce tu amiga? Te sientes casi traicionada, pero dices: '¡Me encanta!'. Luego piensas: 'Si no he sido capaz de decirle la verdad, ¿en qué se basa nuestra relación?».

El filósofo: John Stuart Mill.

La enseñanza: Es un «ferviente defensor de la verdad» porque la mentira «mina la confianza». «Aunque en raras excepciones puede ser útil. La más importante es cuando permite poner a alguien a salvo, ahorrarle un disgusto»... por muy mal gusto que tenga tu amiga.

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Comida con los suegros

La situación: «Antes de conocer a tus suegros estabas dispuesta a quererlos y por fin vas a ir a su casa a comer. Traspasado el umbral de la puerta, el primer error: has traído un ramo de flores y el hijo de tu cuñada es alérgico, tu pareja te mira decepcionado subrayando que te había avisado. Luego vas y te sientas en el asiento de tu cuñado: '¿No ves que esa es mi silla?'. Ya en la mesa se te escapan los protagonistas de las conversaciones, no entiendes nada, en el postre tu suegro empieza a hablar de políticas y sus opiniones son diametralmente opuestas a las tuyas. En la puerta tu suegra te da la mano cuando le ofreces la mejilla y abraza largamente a su hijo».

El filósofo: Ludwig Wittgenstein.

La enseñanza: Habla de integrarse en diferentes culturas. «Conocer a la familia política es franquear la frontera de una nueva forma de vida y hay que conocer las reglas antes de participar, como saber que un ramo de flores puede ser inoportuno. Hay que saber aceptar un funcionamiento diferente al tuyo, observar y aprender las reglas para integrarte y ganar en apertura de espíritu».

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¡Horror, me han salido arrugas!

La situación: «Primero fue una equivocación de casilla al rellenar el formulario en la recepción del hotel. Luego, la imposibilidad de leer los subtítulos de aquella peli lituana tan buena, otro día no viste al amigo que te hacía señas desde la otra acera... Y una mañana, se impuso la verdad: tendrías que ponerte gafas. Como la verdad era demasiado insoportable pensaste enseguida en usar lentillas. Aquello no podía pasarte a ti, ¡eras casi adolescente! Pero, de repente, te sientes viejo, débil y te pones a escrutar las menores arrugas. El pasado te pone nostálgico, el porvenir ya no te parece prometedor».

El filósofo: Blaise Pascal.

La enseñanza: «Los hombres no viven el presente... Siempre conseguimos recordar el pasado o montar un plan para el futuro, pero desertamos del momento actual. Cuando todo va bien querríamos inmovilizar la felicidad, pero como es imposible la idea nos atormenta y, en lugar de aprovecharlo, vivimos en la inquietud permanente del tiempo que se desvanece». Así que... «no te desesperes, elige una bonita montura y ponte las gafas».

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