La escena se desarrolla a un tiro de piedra de Santibáñez de Resoba, al pie de la ladera donde no hace ni dos meses un oso murió tras luchar con una hembra que protegía a su cría y despeñarse por un canchal de vértigo. Es ... el corazón de la Montaña Palentina, un roquedal calcáreo y abrupto rodeado de robledales y hayedos que dan paso a piornales y brezos, a aulagas y escuernacabras, de púas afiladas y cada vez más pegadas al suelo conforme se va ganando altitud. Alf King y su esposa Jeannine, dos jubilados de Huddersfield (Yorkshire), ambos de profesión químicos aunque ella volcada en la enseñanza y él en los laboratorios de una empresa, acaban de hacer un descubrimiento, una alondra totovía que ha buscado refugio en unos matorrales pero que él ha reconocido de oído, por el canto. Todos sus sentidos están alerta desde que bajaron del autobús en una campa desde donde se divisa el Espigüete, ese pico amenazante que a menudo es noticia por cobrarse la vida de algún montañero y que se yergue majestuoso en el límite con León.
La mañana les está siendo propicia. Sobrevolándoles han visto bisbitas alpinos y roqueros rojos, buitres leonados y águilas culebreras, las mismas que emigrarán a África en septiembre después de haber anidado en estos cortados. También los excrementos de un lobo, un macho alfa que Bernardo, el guía, calcula que «no tienen ni siete horas», con hebras de pelo que apuntan a un jabalí en su dieta reciente; y un poste del Parque Natural arañado y mordisqueado por un oso pardo -quién sabe si el mismo- interesado en buscar hembras en edad reproductiva y marcar su territorio. «Cuando los hijos echaron a volar, decidimos que ya era hora de gastarnos el dinero en nosotros mismos. Nos volcamos entonces en los pájaros y así llevamos 30 años», relatan en Cervera de Pisuerga, base de operaciones.
Han paseado su curiosidad por Borneo, Sudáfrica, Vietnam, Costa Rica, Ghana, India... Raro es el paraíso ornitológico que no han visitado. Es la sexta vez que vienen a España, donde ya conocen desde los Picos de Europa hasta Segovia o Mallorca, «quizá porque en nuestro país solo quedan los bosques donde la realeza podía cazar». «Y eso hemos venido a hacer aquí, pero con cámaras. No saben la suerte que tienen, con una biodiversidad tan brutal», dice mientras sigue con los prismáticos a un milano real, «una especie que a punto estuvo de desaparecer de Reino Unido, pero que se recuperó con ejemplares de España y Alemania». «Apenas quedaban nueve parejas en Gales y ahora hay más de mil», describe satisfecho.
Mariposas 'premium'
El caso de Alf y Jeannine no es único. Forman parte de un grupo de 24 jubilados británicos que llegaron a Santander en el ferri de Plymouth y que disponen de dos días y medio para saciar una pasión que les devora por dentro: la búsqueda de vida salvaje, en particular de aves, sí, pero también de mamíferos -la víspera localizaron un gato montés en la inmediaciones de San Felices de Castillería y casi enloquecen- o de mariposas. «En todo Gran Bretaña hay 64 especies registradas, mientras que solo en el norte de España suman 154, lo que convierte a esta zona en uno de los 'spots' más ricos del mundo», explica Mike Baker, de Sommerset, cerca de Bath. Lo hace con una pasión que contrasta con la aparente futilidad de sus desvelos. En mayo ya estuvo en Palencia y encontró una 'Spanish Phastoum', «y solo eso hizo que valiese la pena el viaje». Cuando unas horas más tarde encuentre una Apollo, remoloneando entre las espinas de un cardo azul, la emoción le dejará al borde de las lágrimas.
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Cuestión de actitud.
Los 24 jubilados forman un grupo disciplinado y compacto: no corren, no levantan la voz... las aves no se sienten amenazadas
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Patrimonio natural.
El 36,2% de la superficie terrestre de España está protegida y eso ha propiciado un nicho ecológico amplio
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Jeannine King.
«Llevamos viajando 30 años para ver pájaros. Pero no le hacemos ascos a otras especies, hay que tener una mirada abierta»
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George Carr.
«Este país es un enclave privilegiado, con muchos hábitats sin explotar. Lo más cerca que estás en Europa de la vida salvaje»
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Birding Picos de Europa.
«Las rapaces son las que tienen más éxito. Este es de los ecosistemas mejor conservados, porque llegó tarde la industrialización»
El touroperador británico con el que viajan organiza frecuentes viajes temáticos por España. Unas veces toca ir de tapas, otras circuitos de jazz... Pero ninguno tiene el tirón de los pájaros, que con Birding Picos de Europa suma cinco salidas al año: dos por Palencia, otras dos por Picos de Europa y una última en Bardenas Reales (Navarra). «Tanta afición es comprensible -desliza Javier Gil, biólogo y dueño de la empresa-, en Reino Unido todo el mundo tiene un comedero de pájaros en su 'backyard'. Solo la Royal Society for Bird Preservation (RSBP) cuenta con un millón de socios», ilustra mientras busca con la mirada a los rezagados. «Venimos a buscar pájaros, no a perder personas».
Que se lo digan a George y Leslie Carr, ambos pertrechados como auténticos exploradores. Binoculares de precisión, cámaras reflex de última generación, teleobjetivos de 100-500 mm, ropa de camuflaje... Por no hablar de los telescopios que circulan entre los expedicionarios. «Adoro la vida salvaje desde que era un crío», explica este antiguo ingeniero naval, que ha perdido ya la cuenta de las veces que ha estado en España. «Extremadura y Cataluña» son sus cotos de avistamiento preferidos, y conserva como oro en paño en la memoria aquella vez que, yendo en busca de quebrantahuesos, él y su mujer «topamos con un urogallo». «Quedamos en shock».
Mientras caminan por una senda que conduce a Brañosera, el pueblo más antiguo de España, entre bosques de roble melojo salen a nuestro paso ruiseñores y cenzontles, escribanos cerillos, tarabillas, alcaudones dorsirrojos... Un safari a la palentina. «Creo que una oropéndola ha buscado refugio entre esos chopos», susurra con la cámara en ristre Peter Parlow, de Plymouth, trabajador retirado de la construcción; 80 años, la mitad buscando pájaros y mariposas. Quizá se ayuden de cachavas y audífonos, pero no se dejen engañar: la vista les funciona de lujo. Cuando llegue la noche, todos se reunirán alrededor de una cerveza -«actividades extracurriculares», lo llaman- para poner en común los hallazgos de la jornada, para tachar de una lista esas presas cobradas que hacen sentir a George como si fuera 'Christmas Day'. Mientras un alimoche sobrevuela la plaza Mayor de Cervera y los murciélagos se enseñorean de la orilla del río, ellos sueñan con el mejor trofeo, ese que les espera al día siguiente.
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