«Nada vibra como ese escenario, una cerveza a las 12 del mediodía o haciendo amigos en la playa»
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El FIB de Benicàssim es todo eso. Daniel Joel Horton 28 años, de SheffieldArturo checa
Martes, 2 de agosto 2022, 00:13
Alas 11 de la mañana, en la playa de Voramar, si uno mira en lontananza a la primera línea de la costa de Benicàssim se topa con un mosaico de pequeños que ya tratan de comerse la arena mientras sus padre cuarentones se desgañitan detrás, ... familias enteras con un equipaje playero digno de la primera expedición a la Antártida y parejas de novios listos a comerse a besos antes de que el sol les devore primero. Pero si uno baja la vista junto al paseo marítimo, al pie de unas palmeras, descubre no pocos prodigios. Una singular maleta que al mismo tiempo es nevera descansa a los pies de Megan y Linda. El culmen del ingenio reluce con dos posavasos oradados en lo alto del portaequipajes. Las dos británicas. Las dos duermen a pierna suelta. Las dos boca abajo con la riñonera, para evitar que les roben. Las dos con la pulsera de la carita con gafas del Festival Internacional de Benicàssim en su muñeca izquierda. Las dos, amigas de Daniel Joel Horton. «Anoche apretaron mucho», observa desde el paseo el joven de 28 años de Sheffield. Es su primer FIB. Fontanero, monitor de gimnasio y batería en sus ratos libres. «Vengo de una gran familia de músicos. Mi padre me metió en este mundo, a mí y a mi hermano y hermana. Y adoramos la música». Y encara un lugar en el que almorzar mientras alguno de sus acompañantes empuñan ya una pinta: Robbo Dicken (enfermero), Daniel Jackson (DJ), Rodger Smith (decorador) y Smithy Bigs (cuidador de animales), en la foto de izquierda a derecha, con Daniel el segundo por la derecha.
Es la amalgama de colores, olores, sabores y sonidos del Festival Internacional de Benicàssim, una de las citas más tradicionales del panorama musical e indie de España y Europa y que en esta edición ha recuperado el esplendor prepandemia. Casi 200.000 'fibers' en cuatro días de conciertos. Con uno de cada cuatro visitantes de nacionalidad extranjera. Love of Lesbian, Miss Caffeine, Nathy Peluso, Izal, Steve Aoki… Puro eclecticismo. «Yo he flipado con The Lathums, The Snuts o Example», subraya Daniel. Cortado con hielo, zumo de naranja y huevos revueltos es su primera ingesta solida pasadas las 12 del mediodía en la pizzería Pinarlandia. No fue fácil llegar de Inglaterra a Castellón. «Me perdieron el equipaje y tuve un retraso de nueve horas». Sandra lo escucha con oído clínico. Le saben a gloria sus palabras y el soniquete que las envuelve. «Dos años sin ver guiris, sin el maná de los 'fibers'», suspira la camarera de pelo rizado y ojos miel, que sabe bien lo que es más de un año en Erte por el azote mundial del Covid.
'Bienvenidos otra vez al lugar al que pertenecéis', se lee por el municipio playero de Castellón como bienvenida a los festivaleros. El centro neurálgico para retozar de los más jóvenes (además del Campfest, otra zona de acampada a tiro de piedra de los escenarios) es Villa Campa, una especie de jungla de tiendas de campaña, calor desértico, cubalitros de cerveza y unicornios hinchables que desfilan a lomos de guiris enrojecidos de regreso de la playa. Enfrente, un Burger King que es territorio comanche, con la playa retorciéndose en sus baños y suelos. Pura jungla. Daniel Joel y sus colegas optan por algo más burgués. Unos apartamentos junto a la playa. No pocos 'fibers' patrios se decantan por la cercana Oropesa, con pisos para compartir y mucho menos masificada. A eso de las dos (horario poco británico) caminan por la calle calle Mas de Sirera buscando dónde comer. En el Mesón del Pollo las pintas van que vuelan. «Buscamos 'Kasabian', el mejor sitio para comer burritos en el festival, ¡delicioso!», disfruta el de Sheffield. En su ciudad dejó a su novia. Cuatro años juntos. «La amo, pero hay cosas de amigos», ríe.
La fiesta. El FIB es mucho más que el festival en los conciertos: junto a la piscina de Daniel descansan cervezas, ron y Jägermeister
El regreso. Uno de los festivales indies por antonomasia regresa tras dos años en barbecho: aún uno de cada cuatro 'fibers' es extranjero
Autopista de 'fibers'. La AP-7 y la N-340 se desbordan de peatones a las seis de la tarde, entre riñoneras, purpurina y cubalitros de cerveza
El elenco. «Flipo con The Lathums, The Snuts o Example», subraya Daniel. Izal o Two Door Cinema Club han devuelto esplendor al FIB
De sol. Antes de regresar a la gris Sheffield, Daniel amanece cada día a orillas de la playa de Voramar. «El año que viene volveré»
Tras la comida, toca reposar alrededor de la piscina de su complejo. «Hemos hecho muchos colegas aquí». El FIB son los escenarios y el festival que le rodea. Sobra ver la que se monta en el borde de la piscina de Daniel y los suyos. Como 30 personas dentro bailando al son de un altavoz portátil en el que manda Two Door Cinema Club, uno de los clásicos que ha devuelto el FIB este año a la senda del éxito. Pero para éxito, el 'contrafestival': en el borde de la piscina lucen decenas de botes y botellas de cerveza, ron Kraken, Jägermeister, con la amalgama guiri tomando la piscina de los niños. Faltan sólo unas horas para que Daniel acabe bailando frente al escenario del FIB, subido a hombros de Smithy Bigs y enarbolando otro cubalitro de cerveza.
A las seis de la tarde empieza el desfile de camisas estampadas, el uniforme 'fibero' por antonomasia. El colapso entre la carretera N-340 y la AP-7, la neurálgica autopista del Mediterráneo que conecta Almería con La Junquera, es atómico. Los coches aguardan pacientes atascos de hasta una hora mientras un rosario de fibers de prendas rumberas, riñoneras y brillantina, armados de cubalitros, rumbo a la explanada del FIB. Los autobuses que unen el recinto con las zonas de acampada chirrían cada 20 minutos. «¿Es una carrera o una persecución? Es difícil», como cantan Two Door Cinema Club. «Que hable sin pensar las consecuencias. Que digas tu verdad aunque lluevan piedras», replica Izal, otro de las cumbres del festival. A Daniel, Robbo, Rodger, el otro Daniel y Smithy les dan todos los días las cinco. «Me lo recomendó mi jefe. Hablé con mis amigos y nos animamos. El año que viene seguro que repetimos», celebra el británico. El grupo muta la cerveza por cubalitros de ron con cola. Se calza sombreros y gafas de sol. Y se disponen a saltar durante horas en el recinto que hicieron grande Liam Gallagher y otros mitos indies. Y Daniel cumple el objetivo: acabar a hombros de Smithy y amanecer mirando el Mediterráneo. No mucho antes de que Megan y Linda reaparezcan con su maleta-nevera-posavasos y cierren los ojos antes de otro día de decibelios en el FIB.
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