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Llamar gordo a un hijo puede llegar a ser un crimen que se pague caro. Llamárselo a cualquiera, en realidad. Determinadas expresiones, y especialmente las relacionadas con el aspecto físico, calan tan profundo en el alma de las personas –sobre todo cuando se es niño ... o adolescente– que pueden generar una herida para toda la vida. Pueden provocar una profunda lesión emocional, que no sangran, pero son a menudo las que más tardan en curar. A veces, nunca llegan a cerrarse... Los chavales no quieren que sus padres les llamen «gordos», «obesos», ni que les recuerden que tienen «problemas de peso». Porque les duele.
Lo dicen en un amplio e innovador estudio firmado por el Centro UConn Rudd para Política Alimentaria y Salud, de Connecticut (EEUU), que tiene la peculiaridad de haber preguntado a los chavales y a sus padres sobre la forma en que abordan el sobrepeso y la obesidad infantil. Casi 2.000 padres –hombres y mujeres, en concreto 1.936– y otros tantos hijos, 2.032, fueron preguntados sobre los términos que utilizan cuando hablan de los kilos de más de los menores. Los investigadores, que han publicado su estudio en la reconocida revista internacional 'Pediatrics', querían saber no solo las formas en que unos y otros abordababan la cuestión, sino también el impacto emocional que provocaba en los chavales. Las respuestas que obtuvieron sorprendieron, sobre todo, a los progenitores. Hay expresiones que no se justicfican ni siquiera en plan cariñoso.
Las palabras no se las lleva el viento. Más bien, las carga el diablo. Con frecuencia son solo eso, palabras, las que rompen una relación de pareja, provocan un altercado callejero y desatan una guerra entre países. Lo dicho y el tono empleado al decirlo pueden poner en juego la salud mental de los hijos. «El lenguaje puede hacer mucho daño, sobre todo cuando se trata de niños y adolescentes, que son las personas más vulnerables», confirma la psiquiatra Marina Díaz Marsa, jefa de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del hospital San Carlos de Madrid.
Utilizar con ellos expresiones que se sabe que «están están denostadas» por la sociedad contribuye, según explica la especialista, a la aparición de trastornos depresivos, ansiedad y baja autoestima. «Lógicamente, una sola vez que se haga algo así por norma general no tiene por qué tener trascendencia, pero si se trata de un crío vulnerable puede minarse muchísimo su personalidad».
Expresiones como gordo, obeso o 'bolita de villar' están tan denostados entre la chavalería, que en sus relaciones las utilizan como insulto, incluso independientemente de que se pese más o menos. Si además existe un problema real de sobrepeso, la situación se complica, el «'gordito' de la clase» se convierte en el blanco de las burlas, el objeto del acoso escolar;mientras que el que forma parte del equipo de fútbol escolar es el líder, el reconocido, la estrella de la clase.
Niños y adolescentes no quieren que se hable de 'gordos', ni de 'sobrepeso' ni de 'extremadamente obeso'. Son las expresiones que más emociones negativas les generan. No las quieren «nunca». La investigación estadounidense, «completamente aplicable a nuestro medio», indica que tampoco les gustan términos como 'talla grande', 'problema de peso', 'grande' o 'alto' para definir el estado de su peso.
Prefieren que se hable de peso saludable y normal, cuando se trata de estándares considerados sanos. Si no es así, los chicos se inclinan por el término 'grueso' y ellas, las niñas, por la expresión 'con curvas', que parece mejor aceptada entre las de su generación. Curiosamente, los padres abusan más que las madres de las palabras que más duelen.
«La mejor forma de ayudar de los padres es promover una comunicación más solidaria y menos estigmatizante con los hijos», destaca Rebeca Phul, autora principal del estudio. «Hay muy pocas investigaciones de este tipo; se trata de un trabajo muy interesante», aplaude la especialista Marina Díaz Marsa.
Acoso escolar. Así comienza: «Muchas situaciones de acoso escolar comienzan por llamar gordo a la víctima. Es una palabra muy denostada por la sociedad porque a la persona obesa se la presupone torpe en deportes, en las relaciones, incluso académicamente. No tendría por qué ser así, pero sucede», explica la jefa de la unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del hospital clínico San Carlos, Marina Díaz Marsá.
Mensajes erróneos: «En clase lo que más les duele es que les llamen obesos. Sufren muchísimo. En casa, los mensajes erróneos suelen ser del tipo 'no deberías comer de esto o lo otro'. Se trata de una cuestión de salud y ha de tratarse con un especialista».
Mensajes en positivo: «Al abordarlo con los hijos, hay que tratarlo siempre desde el punto de vista de la salud, no desde la valía personal o la belleza. 'A lo mejor sería bueno que tuvieras un peso más saludable'».
Aspectos que deben cuidarse: «Las madres también tienen sus propios problemas con la imagen corporal . En ocasiones, proyectan en sus hijas sus propias inseguridades. Otro aspecto que debe cuidarse son las redes sociales, donde se promocionan cuerpos perfectos y vidas estupendas, que nada tienen que ver con la vida real. Hay que fomentar planes que impliquen actividad física en familia».
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