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Solange Vázquez
Sábado, 14 de octubre 2023, 00:05
En la vida nos va a tocar hacernos la misma pregunta muchas veces: ¿merece la pena luchar por esto o mejor lo dejo pasar y acepto lo que hay? En el plano personal es un dilema constante: ¿intento caerle bien a esta persona o no ... me esfuerzo en ello?, ¿intento 'salvar' a mis seres queridos de sus errores (llevándome no pocos disgustos) o les dejo desenvolverse por sí mismos?, ¿hago de todo para que alguien me quiera o asumo que puede que nunca sea así?, ¿me empeño en llegar a todo o admito que no voy a ser capaz?, ¿insisto en agradar a todo el mundo o reconozco que es imposible?
Las máximas que nos rodean desde nuestra más tierna infancia nos dicen que siempre hay que luchar –en el plano político, laboral o social suele ser el motor que mueve el mundo– y que ser combativo es bueno. Pero, ojo, si ese afán no discrimina entre las 'guerras' que hay que luchar y las que es mejor dejar pasar (sin resquemores)... acabamos teniendo problemas. La psicóloga María Ros, autora de 'Abraza tus partes rotas' (ed. Grijalbo) explica que «aceptar implica abandonar la lucha interna por controlar aquello que no está en tus manos». Y aquí está, para quien lo quiera entender, la piedra angular de esta cuestión. Vamos paso a paso:
El cerebro busca la superviviencia y el bienestar. «Por eso nos alejamos de las cosas que nos duelen y nos acercamos a las que nos hacen sentir bien», indica María Ros. Es un mecanismo fácil para mantener el equilibrio, ¿no? El 'problema', explica la psicóloga, surge cuando no podemos recurrir a esta maniobra «porque no siempre tenemos el control, porque en los demás no mandamos». La experta pone un ejemplo: «Es como si cuando conducimos por una carretera queremos llevar el volante de los otros coches... ¡Eso es imposible! Además, ni siquiera sería bueno, porque nos haría 'olvidarnos' de nuestro propio coche. Así que debemos asumir que jamás podremos conducir el resto de vehículos, que debemos centrarnos en el nuestro».
¿Esto quiere decir que no podemos hacer nada? «No. Siguiendo con el ejemplo del coche, si vemos algo en la carretera que no nos gusta podemos mandar señales a los otros conductores», detalla.Es decir, podemos hacer ver nuestra postura.
Pongámonos en una de esas veces en que no sabemos si tomar cartas en el asunto o dejarlo correr. Ros nos da la primera gran clave: «Hay que ver qué queremos lograr y valorar si lo que vamos a hacer va a ser útil para conseguirlo». Es decir, tener una «mirada racional» y destinar energía sólo a lo que es útil, a lo que sí podemos hacer para cambiar las cosas (aunque nos parezca poco). «Lo que piensan, sienten, hacen, deciden, eligen, prefieren o necesitan los demás, te guste o no, te duela o no, te afecte o no, jamás estará en tus manos», recalca Ros. Pero los humanos llevamos mal la incertidumbre y ahí empiezan muchos problemas.
A esa «mirada racional» que aconseja Ros hay que sumarle un pequeño balance previo de nuestros propios recursos antes de meternos (o no) en harina y poner nuestros esfuerzos en algo. «¿Voy a poder con esa batalla? Esto debemos valorarlo de antemano. Es decir, pensar si vamos realmente a tener algo de control sobre el asunto». Saltar a la piscina por algo que nos importa «siempre es lícito», pero si lo hacemos sin atender ni a nuestras posibilidades ni al objetivo... estamos lanzándonos al vacío y con los ojos cerrados.
Aunque tiene mejor prensa luchar que aceptar, lo difícil de verdad es esto último. «Resulta durísimo admitir que lo que me duele no lo puedo cambiar». También lo es seguir viviendo sin tomarnos esa aceptación como una resignación. ¿No son sinónimos? No. «Cuando nos resignamos con una situación sentimos rabia».Aceptar es seguir adelante sin esa carga de enfado o frustración. Y abandonar a tiempo es una opción buenísima: «Empecinarse hace mucho mal».
Hay cuestiones que no son responsabilidad tuya. La felicidad y el bienestar de los demás (es bueno preocuparse por otros pero podemos darles todo y aún así no conseguir que sean felices), cumplir expectativas que otros pusieron sobre ti y estaban desajustadas (no es ni tu problema ni una obligación cumplirlas), solucionar la vida a otras personas (mientras arreglas la vida de otro dejas en 'stand by' la tuya), dejar de ser tú para que te acepten o te quieran (cualquiera que te exija cambiar tu forma de ser para mantener un vínculo no te quiere bien), renunciar a tus gustos, necesidades o deseos para beneficiar a otro (hay que ceder, pero debe ser algo bidireccional), desprotegerte para proteger a otro (nos quedamos sin sostén), sentirte egoísta por cuidar de ti, buscar la perfección para sentirte una persona válida y llenarte de objetivos para ser siempre una persona productiva (exigirte al límite no te hará más feliz).
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