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Solange Vázquez
Domingo, 9 de julio 2023
Las vacaciones ya están aquí. Y no nos referimos a una de esas escapadas durante el año con amigos o parejas, en petit comité. Hablamos de las vacaciones con mayúsculas, las de verano, las grandes, las que reúnen a mucha familia y convierten nuestra vida, ... de repente, en un circo de tres pistas difícil de organizar, con todos los 'artistas' haciendo y diciendo cosas (a la vez o a destiempo). Y esto puede tener su parte mala, claro, que es la que casi todos conocemos, que ya no estamos acostumbrados a la familia extensa y, como nos estresamos al convivir con más gente de la habitual en un lugar diferente al de siempre y con unas rutinas distintas, acaba habiendo roces que a veces degeneran en conflictos.
Pero no nos pongamos apocalípticos. Según las tesis de lo que se da en llamar turismo o vacaciones afectivas, pasar tiempo con nuestros seres queridos y volver a nuestros orígenes –todos nos hemos criado en familia– es beneficioso para nuestro descanso mental y para reconectar con las raíces, siempre y cuando se haga bien. Aunque, eso sí, hay que ir 'preparado'. ¿Cómo? Con mucho humor, como aconseja el humorista gráfico Pedro Vera, y con paciencia, buena voluntad y unos tips para afrontar la situación, tal y como 'receta' Carmen Martín Conde, coordinadora del Máster en Orientación Familiar Educativa de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Empecemos por el humor, que con este espinoso asunto, lo mejor siempre es reírse...
Repasemos la 'fauna' familiar que se reúne en vacaciones y vamos a confirmarnos a nosotros mismos que volverse un poco loco es lo más normal.Lo raro sería lo contrario. Por edades, de mayor a menor: los abuelos dando de vez en cuando parte de sus múltiples achaques, los suegros diciendo que como en casa no se come en ningún sitio y que maleducamos a los niños, la pareja enfadada porque no sabe dónde ocultarse para leer un rato tranquila, porque no puede hacer crossfit y porque no hay intimidad para nada (y nada es nada), los hermanos que se creen que hemos vuelto todos a la adolescencia y hacen cosas raras, la prima que se queja de las apreturas y de que el baño está siempre ocupado, los adolescentes con cara de 'rotweiller' porque querrían estar en otro sitio, los peques supermadrugadores que luego se pasan el día diciendo 'me aburro' aunque lleven seis horas en un aquapark... ¡Ah! y los cuñados y cuñadas, recogiendo todo este material informativo para, a continuación, lanzar 'sentencias' que nos iluminan a todos (los conocidos 'cuñadismos, un género impagable).
Muchos prototipos humanos 'peligrosos' juntos, ¿no? ¿Cuál es el más duro de sobrellevar? «En mi misantropía y xenofobia de veraneantes, cualquier miembro de ese colectivo trashumante que invade mi pueblo todos los fines de semana y verano a tiempo completo –indica Pedro Vera–. Desde los niños hiperactivos con exceso de energía correteando y chillando a los de las endemoniadas palas, pasando por los 'cuñaos' expertos en montar un campamento base con música del infierno…».
Vamos, que es difícil dar el premio al más desquiciante. Aunque, bueno, son los nuestros, nos queremos, la convivencia pacífica en vacaciones es posible... «Eso suena a civilización evolucionada» y, para el humorista gráfico, la familia 'vacacionera' no ha alcanzado todavía un estadio superior al de «una tribu cuyos miembros se comunican entre sí a garrotazos y con sonidos guturales».
Y en esto no hay distingos entre familia biológica o política, aunque estos últimos, a juicio de Vera, ofrecen siempre un plus de estrés. «Bastante tienes con aguantar a los de tu sangre como para soportar a los que se han incorporado a tu núcleo familiar vía apareamientos», bromea.
Ahora, pongámonos un poco serios, que vamos a lo práctico. A reflexionar sobre los beneficios de veranear en familia y volver a los orígenes. «Somos seres sociales –hijos, hermanos, padres, madres...– y estamos juntos en las penas, las alegrías, el amor... Puede que mantener sano ese vínculo familiar requiera algo de esfuerzo, sí, pero tiene recompensa», asegura Martín Conde.
El primer beneficio: en ese tiempo de ocio compartido nos perdonamos a nosotros mismos por muchas cosas (quizá no les hemos prestado toda la atención debida a lo largo del año por el agobio del día a día) y también perdonamos a los demás por lo mismo. «Eso nos va a recargar las pilas y va a hacer que, tras el verano, retomemos nuestra vida con más ganas y energía», añade. Pero la pregunta del millón: cómo no derrapar antes de lograr los beneficios. La experta nos ofrece una batería de consejos.
1
«Vayamos preparados para que nuestra existencia sea algo más incómoda. Olvidar las cosas materiales que tenemos en nuestra casa por unos días es posible».
2
«Sencillez en los planes. Es mejor no volverse loco ni tener espectativas muy altas».
3
«Tener claro que las vacaciones no son un tiempo para no hacer nada, es un tiempo para cambiar de actividad. Esto evita conflictos».
4
«Ir con voluntad de pasarlo bien y entendiendo de antemano que la variedad de personas va a requerir respeto y paciencia. Tenemos que acatar las imperfecciones».
5
«Adelantarnos a las necesidades de los demás y hacerles la vida agradable con pequeños detalles va a mejorar mucho el ambiente».
6
«Hay que abandonar clichés y empezar las vacaciones en familia sin el prejuicio del 'cuñao' o la suegra... al final, somos familia y hay que construir desde esa idea».
7
«Ser sencillos, no aparentar ni presumir».
8
«Ser flexibles y no empeñarse en mantener un orden (el nuestro, claro) caiga quien caiga».
9
«Asumir que en vacaciones somos 'protagonistas' de la vida de los demás, lo que hacemos o no hacemos influye en los otros, así que hay que cuidarlo».
10
«Si aparecen 'trapos sucios', desde la transparencia y la tranquilidad, podemos arreglar cosas pendientes para hacer la vida más fácil».
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