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La muerte hace unos días de la 'influencer' estadounidense Katie Donnel (28 años) tras sufrir un paro cardiaco «a causa de su adicción a las ... bebidas energéticas» –según su madre– ha vuelto a poner sobre la mesa la polémica en torno al consumo excesivo de este tipo de 'refrescos' y sus consecuencias para la salud, sobre todo entre los más jóvenes.
Según explicó la progenitora de la fallecida en una entrevista concedida al periódico Daily Mail, la joven , conocida en redes sociales como la reina del ejercicio, llevaba «un estilo de vida muy saludable, basado en una alimentación orgánica y entrenamientos constantes», pero precisamente para hacer frente a toda esa vorágine de actividades «consumía bebidas energéticas tres veces al día y antes de cada entrenamiento tomaba un suplemento de cafeína. Ella pensaba que le daban más energía y se acostumbró a ese subidón continuo», detalló la madre.
Katie, que se desplomó repentinamente mientras se encontraba con sus amigos, estaba convencida de que sufría ansiedad crónica. Sin embargo, ningún médico de los que visitó a lo largo de los años se la diagnosticó. «No creo que fuera ansiedad real, creo que se debía al abuso de este tipo de bebidas», lamentó su progenitora.
Las bebidas energéticas irrumpieron en el mercado hace años, «impulsadas por agresivas campañas publicitarias, que las promocionan como bebidas refrescantes que aumentan la resistencia física, brindan sensación de bienestar y tienen propiedades estimulantes gracias a una combinación de cafeína, azúcar, taurina y vitaminas, entre otros ingredientes», describe Patricia Solís, directora del Máster de Atención Educativa y Prevención de Conductas Adictivas en Niños y Adolescentes de la UNIR. Y actualmente se encuentran en su 'prime', con unas ventas que superan los 100.000 millones de euros a nivel mundial.
Los expertos ya han alertado en numerosas ocasiones del «peligro» que supone para la salud de los adolescentes abusar de este tipo estas bebidas, hasta el punto de que comunidades como Asturias o Galicia ya han prohibido su venta a menores de 16 años y otras como el País Vasco, Aragón, Castilla-León o Valencia preparan restricciones al respecto. Sin embargo, su consumo no para de crecer entre los más jóvenes, «que no terminan de ver el peligro que esconden estas bebidas», alertan Nuria Trujillo y Eduardo Sánchez, profesores de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Cádiz.
Estas son las consecuencias en menores
Problemas de salud pública «Alteraciones del sueño, aumento de la presión arterial, taquicardia, problemas digestivos e incluso deshidratación», enumera Patricia Solís, experta en prevención de conductas adictivas en niños y adolescentes.
Dificultades de concentración y rendimiento académico «La alta concentración de cafeína y otros ingredientes estimulantes puede generar excitabilidad, nerviosismo y dificultades para concentrarse, lo que también puede afectar al rendimiento escolar».
Dependencia y adicción «El consumo excesivo puede generar a su vez tolerancia y dependencia de esas sustancias, lo que lleva a un consumo creciente para obtener los mismos efectos. Esto también puede conducir a una relación problemática con la sustancia y síntomas de abstinencia», añade la también profesora de la UNIR.
Problemas de sueño La cafeína y otros ingredientes estimulantes pueden interferir no solo en la cantidad sino también en la calidad del sueño, lo que se traduce en insomnio y fatiga crónica, que suele tener consecuencias en el rendimiento académico y en el bienestar en general.
Influencia social y conductual «El consumo de este tipo de bebidas se asocia asimismo con un estilo de vida poco saludable, que suele conllevar hábitos alimenticios deficientes, falta de ejercicio y consumo de otras sustancias», alerta Patricia Solís.
Riesgos asociados al consumo de alcohol «La mezcla con alcohol es peligrosa y puede aumentar los riesgos relacionados con el consumo de bebidas alcohólicas, como la desinhibición o decisiones irresponsables como conducir bajo los efectos del alcohol».
Según los datos recogidos en la última encuesta sobre el uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES), prácticamente la mitad de los adolescentes de entre 12 y 18 años reconocía haber tomado alguna bebida energética en el último mes. Y lo que es más «grave» y «preocupante» para los expertos en prevención de adicciones, uno de cada diez adolescentes de 12 y 13 años la había mezclado con alcohol, un porcentaje que se duplica entre los 14 y los 18 años.
La combinación de cafeína, azúcar e ingredientes como la taurina «proporcionan un impulso rápido» al organismo, pero también pueden causar en los chavales efectos secundarios como insomnio, ansiedad, taquicardias e hipertensión. «El consumo excesivo está vinculado a problemas cardiovasculares graves, adicción a la cafeína, además de multiplicar el riesgo de padecer obesidad y diabetes», enumeran Nuria Trujillo y Eduardo Sánchez. Y los riesgos se disparan si encima se mezclan con alcohol, «puesto que las bebidas energéticas camuflan los efectos de una posible intoxicación etílica, lo que se traduce en una falsa percepción de control. ¿Consecuencia? Accidentes de tráfico, comportamientos sexuales de riesgo...», alertan los expertos.
Para que nos hagamos una idea, una lata de bebida energética que se vende en cualquier supermercado contiene entre 150 y 200 miligramos de cafeína, el doble de la cantidad máxima que puede tomar un menor al día. Lo mismo ocurre con el azúcar. Algunas marcas llevan hasta 75 gramos por cada medio litro.
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