Cuesta creerlo, pero es rigurosamente cierto. Los humanos dedicamos una media de cuatro horas diarias a mejorar nuestra apariencia. No lo hacemos sólo por encontrar el amor de nuestra vida, sino por una mera cuestión de imagen, por pura estética. Si usted, lector, es hombre ... y está pensando que esto es cosa de mujeres, también se equivoca. Todas las personas, de todas las edades, en todas las culturas del mundo dedican un sexto del tiempo de su vida –que se dice pronto– a conseguir el objetivo de que nos vean guapos. Porque nos gusta agradar y, por lo visto, mejor aún, que nos lo reconozcan.
Publicidad
El estudio que llega a esta conclusión recopila datos de casi 100.000 personas de culturas muy diversas –una cifra descomunal para un trabajo científico– y se publica, además, en la revista 'Evolution and Human Behavior' ('Evolución y comportamiento humano'), que es la número uno en antropología a nivel internacional. Supone, en consecuencia, el estudio transcultural más grande jamás realizado sobre comportamientos que mejoran la apariencia. Según este trabajo, todo el mundo a lo largo del planeta busca mostrarse más bello. Desde que se inventaron las redes sociales, el deseo por gustar ya se ha desbordado.
Los autores del trabajo advierten desde un comienzo que lo de simpatizar a los ojos ajenos no es nuevo. No lo han inventado ni Facebook, ni Instagram, ni TikTok. «A lo largo de la historia, los seres humanos hemos hecho todo lo posible para mejorar nuestra apariencia física». Los 'homo sapiens', hace 315.000 años, también se aplicaban pigmentos para decorar sus cuerposy a las civilizaciones antiguas, pensemos en Egipto, Roma y Grecia, les encantaba utilizar cosméticos, ropa ornamentada y joyas con profusión. Algunos trabajos, según se recuerda en este último, aseguran que nuestra tendencia a ponernos bonitos podría estar relacionada con los comportamientos de autoaseo de los propios primates.
Pero, ¿de dónde viene todo este interés por acicalarnos tanto y mostrarnos guapetes? Al parecer, hay diversas explicaciones posibles, pero la que más convence a los antropólogos es la que llaman la teoría de la prevalencia de los patógenos. Según cuentan, «es probable» que los ciudadanos de países con una alta prevalencia de infecciones potencialmente mortales, como la malaria, la lepra, la leishmaniasis o la tripanosomiasis, dedicaran más tiempo a mejorar su apariencia para intentar ocultar los signos de la enfermedad, sus síntomas. Lo hacían así por miedo al rechazo, a ser separados del grupo, incluso a ser castigados con la muerte.
Publicidad
Las características socioculturales del mundo actual, donde las actitudes individualistas priman sobre las colectivas, hombres y mujeres no gozan aún de una igualdad plena y los medios de comunicación y las redes sociales priman la belleza, hacen el resto.
Con este planteamiento, un equipo internacional de científicos, del que formaban parte investigadores de la Escuela Superior de Economía(HSE) de Rusia, intentó determinar qué factores tienen un mayor impacto en el comportamiento de mejora de la belleza. Encuestaron a 93.000 personas de 93 países y realizaron el que se considera ya el mayor estudio de psicología evolutiva. El trabajo de campo incluyó información y entrevistas incluso a participantes de países no industrializados, de los que no había hasta la fecha «datos previos» de esta u otras cuestiones similares, según explica uno de sus autores, Dmitrii Dutrov, de HSE.
Publicidad
La principal razón de tanto acicalamiento es mejorar las posibilidades de encontrar una pareja adecuada, aunque luego el deseo de gustar se extiende a todas las esferas de la vida. Con este fin, hombres y mujeres se peinan, se maquillan, se arreglan y dedican un tiempo a seleccionar la ropa con la que se ven mejor. El tiempo de aseo va más allá del necesario para la higiene corporal, porque de lo que se trata es de sentirse atraído; y, por ese mismo motivo, se practica ejercicio o se sigue una dieta específica. No por una mera cuestión de salud, sino por verse más bello.
En buena lógica, los jóvenes invierten más tiempo que los mayores frente al espejo, «especialmente cuando se trata de afrontar las primeras relaciones románticas», pero lo de arreglarse también alcanza a los más longevos. Da igual la edad. Las personas casadas y las ancianas tienden a reducir los tiempos de emperifollarse (recuérdese que es no pensando en uno mismo, sino en los demás), aunque tampoco dejan de hacerlo.
Publicidad
Los investigadores no lograron confirmar a día de hoy la hipótesis de ocultación de enfermedad en países con determinada prevalencia de los patógenos. Seguramente, según apuntan, porque la mejora de la atención médica –aunque aún sea insuficiente– sí ha podido contribuir a desterrar determinadas creencias.
Invierten más tiempo en su estética las mujeres que viven en países donde se dan «pronunciadas» desigualdades de género. Lo mismo ocurre en los más industrializados, donde prima la cultura individualista. La moda del 'me gusta' impuesta por las redes sociales también sube la media... Gustar gusta.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.