Chema Madoz «Intento estar abierto a todo. Siempre hay algo de lo que no eres consciente y que está ahí»

Es uno de nuestros más grandes y originales fotógrafos. Un creador único, tan inclasificable como perfectamente reconocible en cada una de sus imágenes. Lo visitamos en su estudio con motivo de su nueva exposición.
Viernes, 08 de Septiembre 2023
Tiempo de lectura: 7 min
Vuelve Madoz (Madrid, 1958) con su sello inconfundible. Regresan sus juegos de lógica en blanco y negro, sus imágenes poéticas que se sumergen en aquello que permanece oculto pese a estar a la vista. Desde mediados de septiembre mostrará sus nuevas fotografías en la Galería Elvira González de Madrid, fruto del trabajo de los dos últimos años. Antes de la inauguración, atiende a XLSemanal en su estudio.
XLSemanal. Cada dos años nos presenta material nuevo.
Chema Madoz. Es un poco el ritmo habitual, sí. Es una exposición que cojo con ganas, después de un par de muestras en las que, de alguna manera, he revisitado mi trabajo. Más que volver la mirada atrás, me apetecía mostrar el material por el que he ido transitando este tiempo.
XL. ¿Qué vamos a ver?
Ch.M. Hay algunos objetos que pasan a ser clásicos dentro del repertorio: la música, los libros… Pero al mismo tiempo van apare-ciendo otras maneras de hacer, otros elementos que no estaban.

XL. ¿Por ejemplo?
Ch.M. Las maquetas. De algún modo son distintas a un objeto: este siempre tiene una función, mientras que una maqueta es la representación de una imagen. Es como una metafotografía. Al trabajar con ella vuelves a representarla, pero dándole otro hálito. O los dibujos, que antes han aparecido muy puntualmente.
XL. No suele exponer los objetos que fotografía.
Ch.M. En alguna ocasión, sí lo he hecho. Pero por ilustrar cuál es el tránsito por el que va el trabajo, no en un intento de elevar el objeto a pieza de arte.
XL. El arte está en la foto.
Ch.M. El visor de la cámara es el filtro por el que pasa todo. Lo que da uniformidad al trabajo.
XL. Se ha referido dos veces a su trabajo como tránsito. ¿Así lo ve?
Ch.M. No lo había pensado, pero sí, es una manera de concebirlo. Cuando trabajo no tengo una idea previa. Yo siempre lo he visto como un camino. Se trata de dejarte sorprender en el día a día, descubrir en todo lo que te rodea la posibilidad de generar imágenes. El ejercicio de reflexión es posterior, cuando intentas darle coherencia.
XL. Usted ve cosas que a los demás se nos escapan.
Ch.M. Intento estar abierto en todo momento a aquello que me rodea, con la seguridad de que hay algo de lo que tú no eres consciente y que está ahí, latente. El trabajo es descubrir qué hay dentro de cada objeto y lograr que quede en evidencia. De alguna forma es algo que pertenece a la propia naturaleza del objeto, pero al mismo tiempo, aunque sea paradójico, se desnaturaliza. Deja de ser lo que lo que es para pasar a ser otra cosa.
XL. No es lo habitual, pero algunas de sus imágenes pueden llegar a ser ofensivas para alguien: por ejemplo, Jesucristo crucificado con dardos… ¿Se lo plantea?
Ch.M. Se te pasa por la cabeza, sí, que una imagen, al ser expuesta, pueda herir ciertas susceptibilidades, pero, por otro lado, me parece que no hay una falta de respeto. Es, de hecho, una figura que muere de la misma manera en que aparece representada en mi foto.

XL. ¿Es usted religioso?
Ch.M. Mmmm, no. Como gran parte de mi generación, fui a un colegio de curas y supongo que eso me habrá dejado más marca de la que yo quiero reconocer o llegar a pensar. Pero creo que no va más allá del propio sentimiento de culpa que arrastramos todos los que hemos estado ahí. No sabes muy bien por qué, pero eres culpable de algo [ríe].
XL. Toda su original creatividad empezó en casa de una vecina suya, siendo usted un niño pequeño.
Ch.M. Es una especie de boutade. Yo debía de tener 4 o 5 años, a esa edad no creo que estuviera mi cabeza en problemas de la representación [ríe]. Pero resultó ser una anécdota poderosa, en la medida en que ha permanecido en mí.
«De niño, una vecina que nos daba clase en su cocina abrió un día la puerta del horno para que la usase como escritorio: había en aquello una mezcla de ironía, descubrimiento y poesía... que aún aparece en mi trabajo»
XL. ¿Qué ocurrió?
Ch.M. No había espacio en la mesa de la cocina donde la vecina impartía lecciones. Así que abrió la puerta del horno para que la usase como si fuese un escritorio. Hay una mezcla de cosas ahí: de ironía, de descubrimiento, de ver las cosas desde un punto de vista distinto, de poesía… Son elementos que aparecen en mi trabajo.
XL. Trabajó en un banco… Y sufrió varios atracos.
Ch.M. ¡Joder! Es una anécdota para contar con cuatro vinos encima, más que en una entrevista [ríe]. Era un banco particular: ibas al trabajo esperando a ver si ese día atracaban. Era como esa película de Woody Allen en la que entran dos a robar el mismo banco. Viví situaciones muy parecidas. Aquello me vino bien para saber qué es lo que no quería hacer. En aquel momento lo que quería era poder organizarme económicamente para poder aguantar el tirón de dedicarme a la fotografía. Y en cuanto tuve ocasión lo hice.
XL. No fue fácil al principio.
Ch.M. En aquellos años era una quimera pensar que podías vivir de este trabajo. Pero fue un descubrimiento ver que podía trabajar con imágenes, que podía comunicarme con ellas... Siempre he tenido la sensación de que tenía una cierta carencia verbal a la hora de transmitir mis emociones o mis ideas.
XL. No así con las imágenes.
Ch.M. No. Con la fotografía estaba, en cambio, en un terreno en el que me encontraba muchísimo más suelto que con la palabra. Yo creo que eso me empujó a ver por dónde me llevaba aquello.

XL. La inteligencia artificial, ¿cambiará las cosas?
Ch.M. Se están abriendo una serie de posibilidades de las que ahora mismo no somos muy conscientes. Estoy tan desconcertado como el resto del personal.
XL. ¿Da miedo?
Ch.M. Da respeto, la verdad. Resulta preocupante cómo puede afectarnos a todos como sociedad.
XL. En su trabajo parece tener poca presencia la reflexión sobre la actualidad o la crítica social.
Ch.M. No está muy presente, no. Aunque en ocasiones lo he hecho. No quiere decir que no esté preocupado por lo social. El trabajo nos refleja en algún sentido y a mí me muestra quizá más como alguien volcado hacia dentro, aunque lo social también está ahí.
XL. ¿Por ejemplo?
Ch.M. Se me viene ahora a la cabeza la foto de una bandera que está hecha con una alambrada. Yo creo que está incidiendo sobre un tema de actualidad, que pasan los años y ahí sigue estando, ¿no? Es fácil asociarlo a algo que está todos los días en las portadas de los periódicos.
XL. En su primera foto le cortó la cabeza a sus padres… Toda una metáfora involuntaria.
Ch.M. [Ríe]. Maté al padre de pequeñito, ¡no esperé mucho! Fue la primera foto que mis padres me pidieron que les hiciese y era la primera vez que cogía una cámara. Mi principal problema era que no cabían en la foto.
XL. Y en un momento dado eliminó a todas las personas de sus fotos.
Ch.M. Era parte de un intento de ir quitando de en medio todo aquello que pudiera resultar accesorio.
XL. ¿Y las personas lo eran?
Ch.M. Es curioso, ¿no? A mí me acercaba a una manera de trabajar que tenía mucho más que ver con cómo entiendo la fotografía y la construcción de una imagen. Girar en torno a la figura humana conlleva una forma de trabajar totalmente distinta. Te obliga a mantener un tipo de relación que a mí se me hace mucho más cuesta arriba.
XL. Ha contribuido con su obra a causas como la lucha contra el cáncer…
Ch.M. ¡Eso nos toca a todos los artistas en algún momento! [ríe]. Y ese tipo de colaboraciones son fantásticas, porque son cosas muy importantes para todos, claro.
XL. Usted está en tratamiento por cáncer.
Ch.M. Y lo he hablado con todos los que están en mi entorno. Pero prefiero no tocarlo mucho porque me cansa llegar a los sitios y que todo el mundo se esté interesando por cómo estás. Tampoco trato de ocultarlo. Al principio piensas... pero por qué me ha pasado esto a mí. ¡Qué coño! No te haces idea de la cantidad de gente que lo ha pasado hasta que entras en el circuito.
XL. ¿Todo artista tiene algo de egocéntrico?
Ch.M. Conozco algunos que tienen mucho ego, pero no creo que tenga que ser así. Sí tienes que tener una confianza en ti mismo, que te inventas tú. De alguna forma te ves obligado a pensar que lo que estás haciendo realmente tiene interés. Es lo que te da ánimos para seguir trabajando; esto es como una carrera sin fondo. Al terminar una exposición, a mí lo que me gustaría es estar ya trabajando en otras imágenes.
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