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Bajo la mesa camilla de Carmen hay cinco pares de piernas que creen en cosas distintas. El brasero calienta los pies por igual y traduce el milagro a todas las religiones: lo del karma, lo de la bondad del profeta, lo del si dos o más se reúnen... Cuando Carmen volvió a Jérez del Marquesado, después de 40 años trabajando en Barcelona, no imaginaba que su casa, una mañana de frío endemoniado, acogería a dos católicos, una musulmana, un budista y una agnóstica, cinco de las diez 'piedras' sobre las que se edificará un proyecto único en el mundo: un centro espiritual en el que ninguna religión ostenta el poder, todas lo comparten.
Carmen está ilusionada con el proyecto, «como el resto del pueblo», dice. Hace unos meses, la Fundación Centro, Persona y Justicia convocó a los vecinos del municipio granadino en la sala de usos múltiples del ayuntamiento para explicarles la idea. «Así, a grandes rasgos –recuerda Carmen, sentada en la cocina de su casa, mientras sigue por una pequeña ventana la reunión de sus invitados–, nos contaron que han comprado un terreno, que van a construir, a revitalizar la zona y a crear un sitio en el que las religiones puedan hablar de paz. Pero eso –termina– te lo explica mejor Esteban».
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José E. Cabrero
Esteban Velázquez (Canarias, 1947), jesuita afincado en Granada, es el impulsor de la fundación e ideólogo del proyecto. Un tipo que habla siempre con las manos bien abiertas: «O las religiones y espiritualidades del mundo se ponen de acuerdo en lo que entienden por paz, justicia y ecología, o no hay posibilidad de que triunfen los acuerdos de la ONU ni de ninguna entidad mundial». Con ese ambicioso objetivo en mente, la fundación ha comprado un terreno de 8,5 hectáreas en los aledaños del pueblo, a diez minutos caminando desde la plaza.
Una enorme finca valorada en 85.000 euros adquirida gracias a 105 donaciones realizadas por particulares e instituciones. Bajo un hermoso cielo y con unas envidiables vistas a la sierra, la fundación ha proyectado un centro de formación con residencia que contará con 60 habitaciones individuales. «A su lado, bueno –apunta Esteban–, estamos buscando la palabra adecuada, porque 'templo' no tiene un significado tan amplio como queremos darle, habrá un lugar de silencio, de contemplación y de encuentro». En la parte más alejada colocarán una zona de acampada con aseos, «para que los más jóvenes disfruten de este maravilloso lugar».
El centro se dedicará exclusivamente a la dimensión social de las religiones, es decir, que «todo lo que se hable de espiritualidad –dice el jesuita– estará relacionado con el cambio climático, con los derechos sociales, con la violencia de género, las migraciones, el feminismo... Ese será nuestro carisma». Para que ese carisma sea «auténtico», el diálogo interreligioso estará pensado «por y para las bases, para el pueblo».
De ahí que la gran novedad del centro sea también su baza más importante: «El poder de decisión de esta fundación y de lo que pase en ese centro lo tiene un grupo absolutamente equilibrado de todas las opciones espirituales, un patronato que podrá tener, según nuestros estatutos, un máximo de 17 miembros. Ahora mismos somos diez».
Cinco de ellos están sentados en el brasero de Carmen. La barba frondosa es de Alejandro Sancho (Granada, 59 años), budista, licenciado en Matemáticas y profesor en la Escuela Arte Granada. «He tenido interés por la meditación desde que era niño –dice–. Si atiendes, la vida te lleva a sitios que no esperas». A su derecha está Anne Denoyelle (Francia), que tras casarse con un español cambió su residencia a Granada. Ella es arteterapeuta y da talleres en el Ayuntamiento de la capital, en la Asociación Asperger, en Cruz Roja, en asociaciones de mujeres víctimas de malos tratos... «Conocí a Esteban cuando yo trabajaba en el Fondo Kati. Yo no soy religiosa, pero tengo sensibilidad espiritual y me interesa el proyecto». Aunque actualmente Inass Denjelloum (Tetuán, Marruecos, 36 años), musulmana, trabaja en Madrid, vino a Granada a estudiar Económicas en la UGR y pasó aquí 13 años: «Al terminar la carrera entré en la Fundación Euroárabe, tras hacer un Máster en Cooperación Internacional, donde conocí a Teresa, la mujer de José Márquez». José –Pepe– Márquez (Granada, 62 años), jubilado de la Obra Social de CajaGranada, es un cristiano vitalmente comprometido con la cooperación al desarrollo: «Soy responsable de la fundación Entre Culturas y de otra ONG chiquitita, Semillas de Esperanza, con las que trabajamos en zonas indígenas de Centroamérica. Llevo desde el 84 en el mundo de cooperación, cuando estuve un campamento de refugiados salvadoreños en la frontera de Honduras, con Cáritas».
Además del propio Esteban, completan el patronato Youseff El Ayyad, musulmán que trabaja en Granada Acoge; Begoña Santos, agnóstica, contratada en Malta por la Unión Europea para asistir a inmigrantes con derecho a asilo; Dora Fanelli, también agnóstica, codirectora de la Fundación Escuela de Solidaridad (FES) de Atarfe; Fátima Carrillo, budista asentada en Sevilla; e Israel Flores, pastor evangélico de Granada, director del centro teológico de Madrid y representante a nivel europeo de los evangélicos. «Falta gente –confiesa Esteban–. Nos faltan judíos, que en Granada no hay muchos; ya hemos tenido algunos encuentros y tenemos expectativas de que lleguen pronto. Faltan religiones orientales, de Japón y China. Y también hinduistas. Y, poco a poco, otras religiones minoritarias».
La Fundación Centro, Persona y Justicia no es únicamente su patronato, hay una red de apoyo formada por 300 personas de toda España, en su mayoría andaluces. Y el hecho de que estén reunidos en la mesa camilla de Carmen es una anécdota más dentro de dos años de trabajo. «El ayuntamiento nos ofrece la sala de usos múltiples, en nada abre un hotel aquí al lado con el que vamos a trabajar mucho y, encima, una familia nos ha cedido durante quince años la casa del médico, que está en el centro del pueblo. Ya la estamos limpiando para poder usarla en todo el proceso». La fundación cree que en 2021 estarán listas las zonas comunes y de acampada de la finca y, para las construcciones, se arman de fe y paciencia: «Nos esperan varios años de gestiones. Acudiremos a diferentes instituciones públicas y privadas para lograr fondos y, claro, a donaciones privadas como hasta ahora», detalla Esteban.
El centro de Granada es el primero, pero no el único. Conforme avanza el proyecto, ya se están planeando otros dos: uno en Senegal, África, «el lugar más representativo del mundo de la exclusión social»; y otro en Nueva York, «donde está la mayor concentración de poder económico mundial». Así, dice el jesuita, no se pierde el contacto con «los más excluidos del mundo» ni «la interpelación al poder».
El caso de Carmen, la dueña del brasero, es habitual en Jérez. Esta zona de la comarca de Guadix es una de las que más ha sufrido el efecto de la España vacía. Por eso, el centro aprovechará la finca para desarrollar un proyecto agroecológico dirigido por dos ingenieros agrónomos de Córdoba, padre e hijo, Ignacio y Pablo Amián:«Vamos a regenerar la tierra, a poner en valor los recursos que siempre ha habido aquí:castaños, nogales, cerezos... Un bosque frutal con algo de ganadería», explica Ignacio. Esteban añade que el proyecto agroecológico es una forma de «expresar «gráficamente que allá donde se va a hablar del cultivo interior, nos lleva a regenerar la tierra y a crear puestos de trabajo». Además, advierte que están en contacto con organizaciones andaluzas interesadas en seguir ampliando las zonas cultivables que ahora, como la finca, están abandonadas.
El reto está en marcha y la fundación ya tiene un calendario de actividades en Jérez del Marquesado. La primera será a principios de febrero, sobre exclusión social y con la FES de Atarfe;en marzo, profundizarán en el tema de la España vacía; y, en abril, la mujer en el mundo rural. «Esto empieza –dice Esteban, emocionado–. En el imaginario de Granada tiene que saberse que en Jérez hay un lugar con actividades permanentes, desde la periferia, por una espiritualidad interreligiosa para el cambio social».
Al mediodía, el patronato abandona el brasero y sale a la calle a recibir a un grupo de amigos de la fundación que ha venido a conocer la finca. Caminan juntos, pisando fuerte en una tierra que se sentía olvidada. «Soñemos un poco», pide Esteban, al abrigo del milagro. «Soñemos que Jérez sea lugar de peregrinaje de muchos jóvenes del mundo que, en nombre de la espiritualidad, quieran comprometerse con la paz, la justicia y la ecología. Sería precioso. Lo que me resta de vida voy a luchar para que sea verdad».
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