Agustín Fernández, fundador de Los Ángeles, en la entrada del pub Acorde, en el Realejo. PEPE MARÍN

Agustín Rodríguez

«Soy más famoso por ser hijo de Agustín que por Los Ángeles»

Fundador de la mítica banda granadina, ha regresado al Realejo, su barrio, donde empezó vendiendo pescado en 'Los 14'

Domingo, 4 de junio 2023, 00:16

Agustín Rodríguez Ampudia tiene 78 años y el Realejo es su hogar. De niño corría por Molinos y Santiago cargado con el pescado de su padre, patriarca de 'Los 14', el mote con el que eran conocidos en Granada. Luego fundaría Los Ángeles, la banda ... que sonó por todo el mundo como los Beatles de España y que desapareció el 26 de septiembre de 1976, cuando un accidente de tráfico se llevó a Poncho y a José Luis. Con la primera calada al cigarrillo, bajo las letras de El Acorde, su nuevo pub, echa la vista atrás hacia un final que tardó tiempo en comprender.

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¿Cómo se presenta?

–Soy Agustín, hijo de Agustín el pescadero. Vengo de una familia pobre, pero rica de corazón. Mi padre fue un hombre que quitó mucha hambre a mucha gente del Barranco del Abogado. Y es un orgullo porque si voy al polígono y me encuentro a los Panas, los Cabreros, los Mangueles… y a toda la basca esta, me paran y me dicen 'hombre, 14, ¿dónde vas?'. Ahora he vuelto a mi barrio, al Realejo, y todo el mundo me habla de él. Soy más famoso por ser hijo de Agustín que por Los Ángeles. Esa es la verdad.

El recuerdo es bonito.

–Estoy orgulloso de ser hijo de quien soy y de haber fundado Los Ángeles. Se cumplen 60 años desde que abandoné a mi padre para irnos a Torremolinos, nuestro primer bolo, y no se nos ocurrió otra cosa que afeitarnos la cabeza. Fue fantástico... No quería volver a Granada a vender pescado.

Debió ser emocionante.

–Era el peor músico de Los Ángeles, pero el artista era yo. ¡Me metía hasta en los charcos! Si nos hubiéramos quedado quietos, habríamos sido una banda más de la época, de las muchas que había. Poncho era una eminencia y no se le ha hecho justicia. Era un gran músico, de hecho sus genes los hereda Popi, su hijo.

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Agustín Rodríguez, con la misma pose que la foto de la pared, con el resto de Los Ángeles. PEPE MARÍN

Poncho es una leyeda.

–Antes de morirme quiero que se le haga un homenaje a Poncho. A los cuatro. Los Ángeles éramos hermanos, no como los grupos de ahora, como Los Planetas, con los que no estoy de acuerdo porque han destrozado la música, lo que hacen no tiene sentido. Descubrieron una moda, es lo único que les reconozco, lo de los grupos indies. Pero el indie tiene que tener una base musical, una melodía... Los Planetas no interpretan bien. Bah, con la edad que tengo puedo decir lo que me dé la gana (ríe). Luego hay gente que hace bien las cosas, como los Lori Meyers.

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Será por música en Granada.

–En Granada hay un tío importante, José Ignacio García Lapido: creativo, exultante, sincero, sus letras son poesía urbana. Y me alegro de la maniobra de resurrección de los Cero (091). Me identifico con ellos, les hice el primer disco y les he seguido siempre.

«Los Ángeles siempre volvían a Granada. Querer volver a Granada ocasionó el accidente»

En Granada, Los Ángeles son patrimonio cultural.

–Es que los Ángeles son de los granadinos. Hay un tema que quiero aclarar. Miguel Ríos, al que quiero como un hermano, triunfó muy joven y se fue. Pero Los Ángeles siempre volvían a Granada. Si hacíamos un bolo en Barcelona era de ida y vuelta. Vuelta y vuelta y vuelta a Granada. Volver a Granada, querer volver a Granada, ocasionó el accidente. Los Ángeles merece ese reconocimiento de la ciudad, hicimos felices a mucha gente.

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Usted los trajo de vuelta.

–El resurgimiento de Los Ángeles lo hice por Carlos Álvarez, que falleció hace dos años. Carlos era un hombre que había perdido el norte, vino muerto del accidente y se recuperó a los meses. Su mujer, una pija de Graná, lo abandonó. Y sus hijos también. Tenía una minusvalía del 50% y temía perder la paga y yo le dije: Carlos, puedes tocar, puedes hacer lo que quieras. Volvimos y la primera actuación que hubo en el Palacio de los Deportes fue el regreso de Los Ángeles.

Foto promocional de Los Ángeles.

Parece mentira que, después del éxito de Los Ángeles, Carlos pasara por esa situación.

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–Nunca se ha reconocido un sindicato del espectáculo ni que tengamos cobertura cuando seamos viejos. Si yo no me hago empresario ahora no tendría mi paga. He estado cotizando 50 años como autónomo, el máximo para que me quedara una paga de 1.200 euros. ¿Qué pasa con los demás músicos que había? ¿Y esas orquestas? ¿Los músicos divertimos en ferias a todo el mundo, pero no tenemos derecho a una paga contributiva de 500 euros? ¿En qué asco de país vivimos?

«He participado en todas las movidas y las mejores músicas se han puestos en mis locales»

Empresario, dice.

–He sido uno de los artífices de esta ciudad. He participado en todas las movidas de Granada y las mejores músicas se han puestos en mis locales: Percusión, Distrito 10, Séneca, Croquis, El Palacio de la Música antes Queen, M-30, Cinco naciones, Mezquita 5, Rock Royal… El cine Astoria, por ejemplo, lo compré y lo vendí. Y el cine del Chaparral, donde construí doce apartamentos. Y compré la casa de los Condes de Castilléjar, donde estaba el colegio al que nos llevaba mi padre con tanto esfuerzo. ¡Compré el colegio! (ríe)... La verdad es que con el tema inmobiliario me hice rico. El dinero va y viene, no pasa nada, pero siempre con honestidad, esfuerzo, cabeza y trabajo. Por eso salieron adelante Los Ángeles.

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La memoria

«Soy creyente de ciertas cosas»

Agustín Rodríguez besa su crucifijo. PEPE MARÍN

El Acorde es su penúltimo negocio. De hecho, Agustín también ha puesto un bar de tapas en el Campo del Príncipe, El Momentos. «Qué te voy a decir, soy una persona inquieta, hipertensa y siempre he estado trabajando». El interior del pub tiene algo de legado; de honrar la memoria. Sus paredes parecen el museo de las grandes bandas granadinas, con fotografías históricas de Javier Martín. También está él, claro, con Los Ángeles y con su último proyecto, El Patriarca. La calada, ahora más larga, remueve los adentros y le hace toser.

¿Está usted bien?

–Bicho malo nunca muere (ríe). En los últimos meses me han dado radioterapia, por la próstata. Pero lo llevo bien, me tengo que morir, como todo el mundo. Solo que cuanto más tarde mejor, claro, y mientras esté bien para disfrutar de crear algo nuevo. Como El Patriarca, con el reto de componer canciones con esta voz de pescadero. Las letras son mías. Una dice «nada es para siempre, solo queda el recuerdo, nada es para siempre...»

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«En los últimos meses me han dado radioterapia, por la próstata. Pero lo llevo bien»

La vida eterna.

–Los buenos se mueren y los malos se quedan. Esa es la tristeza que me da todo esto. El reparto está mal hecho, no sé si por culpa de Dios, Alá o Mahoma, todo son iguales. Veo las riquezas del Vaticano y son los primeros que incumplen sus mandamientos.

Pero lleva un Cristo colgando.

–Soy creyente de ciertas cosas. Este Cristo ni sé como vino a mí. Cada vez que me he cambiado de casa, cinco o seis veces, siempre ha aparecido. No sé quien me lo regaló ni cómo llegó. Es un motivo de fe hacia algo, de que puede haber un más allá… No sé, tengo 78 años y he vivido muchas historias.

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De las muchas que tiene, ¿qué historia le gusta contar?

–Me encanta contar cuando llegamos a Cuba en un avión de hélices, con Los Ángeles. Dentro parecía una fiesta, con cortinas de flores y todo. Tardamos 24 horas en llegar, por una avería, y nunca se hacía de noche porque íbamos hacia el sol. Cuando llegamos, había 25.000 personas en el aeropuerto José Martín con un trío flamenco tocando nuestra canciones. Y de repente estaba al lado del padre del Ché Guevara y de Fidel Castro. Tremendo. Y qué bonito fue volver a Cuba, el año pasado, invitado por el gobierno, con Popi. O aquella vez que nos íbamos de gira a México, todos recién casados, y llega Poncho y dice que no vayamos, que allí secuestran a las mujeres. Se fue solo el telonero con su mánager. El telonero era un completo desconocido, un tal Julio. Julio Iglesias. Así empezó.

«De repente estaba al lado del padre del Ché Guevara y de Fidel Castro. Tremendo»

Agustín, en el Acorde. P. M.

Y ahora de vuelta al barrio.

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–Mi vida ha estado llena. Lo mejor que he hecho ha sido volver al barrio. Nací en el 45 de la calle Molinos y ahora vivo en el 48. Tengo seis hijos y me he casado en las dos iglesias de mi barrio.

¿Se arrepiente de algo?

–Me arrepiento de haber abandonado a mi padre. Mi ilusión era ayudarle... Llegó un momento en que yo llevaba los cobros de mi padre y veía que ganaba dinero. Un día cogí y le dije 'papá, que tenemos mucho dinero y nunca salen las cuentas para la música'. Son mis hijos, respondió. Pues quédate con tus hijos, pensé. Cogí mi guitarra y nos fuimos a Torremolinos y nos rapamos.

¿Se pelearon?

–Siendo ya famoso, cuando salía en la televisión, en El Sota, le decían a mi padre 'mira, tu hijo'. Y él decía 'ese no es mi hijo'. Me tiré 8 años sin hablarme con él. El 31 de diciembre de 1971 nos contrataron en el Tiro de Pichón, con un caché de un millón de pesetas. Esa noche fui a casa y mi madre me escondía para que no me viera. Hasta que me lo encontré sentado en el sillón. Entonces vi que se le caía la baba. Le dio una trombosis cerebral. Lo cargué en el coche y lo llevé al hospital. Mi hermana me llevó el smoking al sanatorio, fui al Tirón de Pichón a cantar (tararea 'mañana, mañana, tomorrow' con una sonrisa falsa) y me volví al sanatorio. Lo enterramos el día de Reyes.

He visto ese entierro, en la hemeroteca. Abarrotado.

–El Campo del Príncipe parecía un Viernes Santo a las tres de la tarde. Fíjate como era mi padre. De eso me arrepiento. Me acuerdo de él todos los días (la voz se quiebra y llora sin remedio). Todos los días: contigo, por la calle, los olores, es todo. Es todo. Soy alguien por él y lo abandoné. Si no hubiera abandonado a mi padre igual estaría hasta vivo.

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