La Cara B de Granada
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La Cara B de Granada
José Antonio García, el Beatle que nació en GranáLas armónicas chocan en el cajón como monedas en una hucha. José Antonio elige una con el tacto de los dedos y, antes de soplar, la golpea por el costado con la palma de la mano, igual que el doctor que recibe bebés en el paritorio. La melodía nace con un cierto aire de espantapájaros, de viejo siglo, de torres y velas y de fantasmas. En la pared cuelga un precioso reloj hecho a mano que hace 'tic-tac' suavemente con tres agujas sobre tres números impresos: cero, nueve y uno. El tiempo, entonces, se detiene un instante: José Antonio García García nació en Padul, en 1961. Con 8 años su familia se mudó a Granada, a la calle Cardenal Mendoza, cerca de San Juan de Dios. Allí había dos bares, el Santa María y La Sirena. Los bares donde, años más tarde, los 091 se juntaban cada vez que salían de concierto.
El tic-tac regresa, la armónica se calla y él, José Antonio, Pitos, sonríe sentado en su estudio, una habitación blanca y estrecha donde cabe un universo entero. «Este es un sitio importante en mi vida, no lo cambiaría por otro», dice. Estamos en su casa, en Huétor Vega, el lugar donde nacieron sus hijos. «Julia y Daniel tienen 28 y 25 años. Ella es profesora de Infantil y él, técnico de Rosellimac». Los dos empezaron a nacer el día que José Antonio entró en el mítico Videoclub Falla. «Ana trabajaba allí. Nos conocimos. Nos enamoramos. Y nos llevamos conociendo desde entonces, cuando teníamos 15 años. Es mi persona perfecta».
–¿Le gusta el cine?
–Me encanta. Mi favorita es 'Sin perdón'. Soy fan de Clint Eastwood desde que mi padre me llevó de niño a ver 'Por un puñado de dólares'.
Por las baldas y las estanterías de la habitación se esconden decenas de indios y vaqueros: figuras, sets de playmobil, el cráneo de una vaca, Woody de 'Toy Story'... «Me flipan. Tengo fijación». También hay novelas antiguas del Oeste, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de libros son musicales. «Me apasionan las biografías de todo tipo de personajes, desde Steve Jones, de los Sex Pistols, hasta una de Miguel Molina, para que se vea el contraste». García lleva años escribiendo diarios, anotando su vida, pero todavía no ha llegado el momento. «Hay gente que se ha interesado en mi biografía. Supongo que más adelante».
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Pero por encima de los indios y de las vidas narradas, los reyes de la casa son los Beatles. «Soy cantante por ellos. De crío vi '¡Qué noche la de aquel día!'. Me fascinó tanto que me dije yo tengo que hacer esto. Son los más grandes y colecciono todo de ellos». Hay tazas, cajitas, juguetes, el submarino amarillo de Lego, pósters... y discos, claro. «Tengo toda la discografía en vinilo y en cinta», explica conforme empieza a sacar discos de un armario. «En casa suenan otras cosas: Stray Cats, Los Ramones, Doctor Feelgood, Sex Pistols, AC/DC, Tequila, Camarón, los KGB, banda granaína a la que me hubiera gustado pertenecer... y The Clash, por supuesto», termina, señalando a la pared.
En la pared más grande del estudio brilla el cartel del primer concierto de The Clash en Madrid, en 1981. «Lo arranqué de la pared y lo guardé. Para mí tiene mucho significado». García y Ángel Doblas, bajista de TNT, fueron juntos. «Hicimos dedo para llegar a Madrid. Recuerdo que dijeron que sonaron muy mal, pero yo flipé aquel día. El caso es que no teníamos dinero para volver y regresamos haciendo autoestop. Tardamos dos días en llegar a Granada, fue una odisea. En Bailén dormimos en una cabina telefónica porque el de la gasolinera no nos dejaba echarnos», ríe a carcajadas.
Quién le iba a decir a aquel José Antonio que, tiempo después, conocería en persona a Joe Strummer. «Mira –dice, con un disco de The Clash en las manos–. Un día, tomando una cerveza, me lo firmó. Los rotuladores de antes no son tan buenos y se ha difuminado un poco, pero ahí está: la firma de Joe». Al lado del ordenador donde compone sus temas hay un enorme corcho repleto de fotografías. Entre ellas hay alguna del propio Joe Strummer. «Las fotos son casi todas de gente que ya no está aquí. Está el tío Paco (Paco Ramírez, mánager de 091), que murió hace poco. Mi hermana, la que iba antes que yo. Murió primero mi cuñado, su marido, y al año, ella. Después murió mi padre... Unos años que no quiero ni recordar. Bueno –resopla–, la vida es así. La vida no para».
Al estirar la mano para coger su guitarra Fender Telecastel, asoma por la manga un tatuaje que recorre el brazo: una flecha. «Te dije que tenía obsesión por los indios –ríe–. Mi mujer y yo teníamos unas flechas en el pecho, pero decidimos romper con eso y nos hemos tatuado encima otros: ella, una rosa japonesa. Yo, un dragón».
–¿Le va la fantasía?
–Los dragones me han gustado siempre. Es que soy muy de cómics y me encanta dibujar. Verás.
Unos minutos después, José Antonio regresa al estudio cargado con una caja repleta de libretas. «Me ha gustado dibujar desde chico –dice, tomando asiento–, pero nunca he aprendido ni tengo técnica ni me han enseñado. Todo por intuición». Saca de la caja un bloc y, sobre el regazo, comienza a hojearlo. Hay caricaturas, retratos de su familia, ilustraciones de rockeros famosos… Pero sobre todo hay historietas. «Me gustan los cómics y me gusta contar pequeñas anécdotas». Muchas de esas anécdotas son escenas reales que le han sucedido en los últimos años dentro de la tienda donde trabajaba hasta hace poco, en la calle Escuelas. «La gente venía a contarme su vida o a pedirme que les cantara una canción. Luego yo lo dibujaba».
De repente, en una de las páginas aparece un ejército de tomates. Tomates parlantes que marchan a la batalla. «Los tomates», dice. «No te he hablado de los tomates. Venid». Acto seguido sale del estudio, cruza el salón, entra en la cocina y abre la nevera. «Soy una persona de tomates –subraya, con un hermoso manojo de tomates entre las manos–. Me flipa el tomate. Si en mi casa no hay tomates, tenemos un problema».
En el camino de vuelta, divertido, se tropieza con un enorme ejemplar de 'Enciclopedia de la motocicleta'. «Mi sueño sería tener espacio y dinero para tener motos», asegura. Antes de volver al estudio, García pasa por el garaje y retira la lona que tapa su otro gran amor. «Es una Royal Enfield, la moto de mi vida». Sobre el manillar descansa un casco gris que no podría ser de nadie más: por un lado se lee «el tiempo es como el viento que empuja y no se ve», letra de una de sus canciones; por otro, un esbozo de la Torre de la Vela.
En la mesa del estudio, junto al teclado, hay una libreta más, abierta por la mitad, con treinta y seis letras perfiladas varias veces con disciplina japonesa. «Un amigo me ha pedido que escriba a mano una frase, para tatuársela». Luego rebusca en el cajón de las armónicas, saca una y se pone a tocar una melodía nueva pero reconocible. «Faltan soñadores, no intérpretes de sueños», repite el papel cuatro veces, entre los soplidos y el tic-tac imparable.
José Antonio García ha publicado ' Fuera de control ', su último disco en solitario. Cuando dejó 091, García se propuso aprender a tocar la guitarra para poder crear. «Toco muy mal, pero me sirve para trabajar». En este proceso, lo primero que hace es la melodía y luego añade una primera letra en 'cinglés'. «Cinglés es algo que aprendimos con los Cero. Inglés de los Cero: cinglés. Cantas palabras en un inglés inventado y, sobre eso, construimos la letra real». En este disco, casi todas las letras corren a cargo de Nicolás Hernández, de El Hombre Garabato.
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