En Granada

El peluquero que duerme en las escaleras del Multicines Centro busca trabajo

Un perrito gris olfatea la terraza del bar Los Andaluces, en Solarillo de Gracia, buscando el lugar adecuado para marcar territorio. «Ahí no, Chopo», le advierte cariñosa su dueña con un leve tirón de la correa. Chopo, obediente, se da la vuelta y clava el hocico en la reja de césped que impide el paso al viejo cine. Tras levantar la patita, la pareja se marcha alegre de vuelta a casa. Al otro lado del muro verde, Idris, entre mantas y cartones, guarda silencio.

Multicines Centro cerró hace diez años y, desde entonces, no ha pasa nada. O todo, según se mire. Lejos quedan los días en que la cartelera frenaba la marcha de los que caminaban frente a sus puertas. Ahora, más allá de provocar alguna dosis de nostalgia, el que fuera el Palacio del Cine se ha convertido en un noble vestigio con trazas de Diógenes. Las columnas y las paredes azules están llenas de pintadas y garabatos. En los cristales de la puerta hay anuncios de fiestas y conciertos que no podían ni imaginar lo que era una pandemia. Y solo sobreviven cinco de los ocho huecos luminosos en los que se anunciaban los estrenos de la semana, junto a una ristra de carteles de una extinta exposición de dinosaurios.

Nadie, absolutamente nadie, mira por Multicines Centro. Es un Tiranosaurio invisible.

La mata verde tapa la escalinata. De hecho, la reja tiene la altura perfecta para que, desde la calle, no se vea nada de lo que sucede en esa suerte de patio involuntario. Allí, en la acera, Pepe relata su experiencia como portero del cine durante 47 años para el reportaje que IDEALpublicó ayer. «¡Ojalá volver!», exclama. En ese momento, un joven de pelo rizado sonríe amable y pregunta, con gestos, si quieren entrar ya. Acto seguido, levanta un trozo de reja y gira el césped como si fuera un enorme portalón. Dentro, debajo de la cartelera, hay un chambao construido con cartones y mantas clavadas a la pared. ¿Vives aquí? «Vivo», dice el joven. «Vivo. Vivo», repite sonriente.

Idris habla muy poco español, pero se hace entender. Tiene 23 años y hace tres meses huyó de Marruecos. ¿Cómo huiste? El chaval dice «patera no» y luego, haciendo un silencio, mueve los brazos en el aire, a crol. «Nadar. Nadar». En el entramado de mantas y cartones hay una mochila con ropa y unos cascos blancos, «para música», sobre un colchón raído. Algunos vecinos le están ayudando, sobre todo en los días de frío, que fueron duros. «Muy, muy», se abraza a sí mismo.

Cuando llegó a Granada, Idris se topó con Multicines Centro y, poco a poco, lo ha convertido en un hogar pasajero. «Trabajo», dice, «busco trabajo». «Quiero trabajo», sonríe. Luego hace el gesto de cortar con tijeras con los dedos de ambas manos. «Peluquero. Corto pelo bien. ¿Ayuda?». Idris, el último inquilino del Palacio del Cine, el último portero del Multicines, da las gracias y se despide. Luego, como Homer Simpson en el famoso meme, la pared verde le engulle y se vuelve, una vez más, invisible bajo uno de los dinosaurios pegados en la pared. «Respiran y se mueven», se lee en los carteles de la vieja exposición.

Idris vive en Multicines Centro, es peluquero y busca trabajo. Su vida no tiene luces ni se proyecta, pero bien merecería un final de película.

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