La campaña les importa un churro
De espaldas a la campaña ·
En el Café Fútbol, seis mujeres de tres generaciones distintas se muestran cansadas y decepcionadas con la nueva políticaDe espaldas a la campaña ·
En el Café Fútbol, seis mujeres de tres generaciones distintas se muestran cansadas y decepcionadas con la nueva políticaJesús Lens
Martes, 14 de mayo 2019, 13:41
Ana y Amelia apuran el café mientras se pelean amistosamente por el último trozo de churro que ninguna se decide a coger del plato. Pasan de las once de la mañana y se está muy a gusto en la animada terraza del Café Fútbol.
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Ana, ... jubilada y vecina de Barcelona, ha venido a ver a su tía Amelia, que anda pachucha. Nadie lo diría, dado su extraordinario aspecto. Ochenta y cinco años la contemplan. «Queríamos comer churros y, aunque nos pilla lejos de casa, teníamos que venir al Fútbol de toda la vida».
Amelia vive en el barrio Fígares y, cuando le pregunto por la campaña electoral, enarca las cejas con suspicacia. Seguimos hablando y, al interrogarla por los candidatos a la alcaldía, me contesta al modo gallego mientras sonríe pícaramente y me pregunta:«¿Cuál es el bueno?».
Amelia vivió y trabajó en París durante cuarenta años antes de volver a su Granada natal, que encontró muy cambiada. No le presta mucha atención a la campaña electoral. Solo a lo que sale en televisión. «Ya no puedo leer. Se me cansa la vista muy rápido», se queja sin amargura.
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Su sobrina Ana, que viene a Granada menos de lo que le gustaría, tiene claro su voto, no doliéndole en prendas decirlo en alta voz: «Voto a Podemos. Son personas jóvenes y quiero que cambien las cosas. Es gente culta y con carrera. Me gusta que hablen idiomas y puedan salir al extranjero y comunicarse en inglés», nos dice esta antigua del vecina del Albaicín.
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«Es el barrio que menos ha cambiado de Granada, pero me da mucha pena lo abandonado que está. Además, es muy incómodo para las personas mayores».
María Luisa, que apura su café mientras charla con una amiga de las Canarias, se muestra igualmente gráfica a la hora de opinar sobre la campaña, mesándose el cabello mientras exclama: «¡Estoy de políticos hasta la coronilla!».
De igual forma, se confiesa desconectada de las elecciones: «Conforme me llegan los folletos electorales, los tiro a la basura. Voto al candidato que sé que no va a salir elegido y, cuando tengo dudas, rompo la papeleta, meto los trozos en el sobre y así la introduzco en la urna». Votar, vota. «¡Porque es mi derecho!», exclama con énfasis, «aunque estoy muy desengañada», concluye en voz más baja.
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María Luisa destaca a Anguita, un tipo con carisma. Y reivindica al malogrado Rubalcaba mientras recuerda la de veces que fue a los mítines del PSOE, en el Zaidín. Eran otros tiempos. Con un contundente y melancólico «los políticos jóvenes no me gustan, estoy decepcionada con la política contemporánea», zanja la cuestión.
Va haciendo calor. Durante las conversaciones, nuestras contertulias se afanan pidiendo agua a los camareros del Café Fútbol que, rápidos y diligentes, la sirven con prontitud.
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Marta y Pilar son dos chicas jóvenes. Vienen de Baza. Están tomando algo parecido a un 'brunch', que salieron la noche anterior y la hora del desayuno se les ha juntado con la de la caña. El té comparte espacio en la mesa con la cerveza y una tapa de cazón.
A Marta no le interesa en absoluto la política y mucho menos la presente campaña de las municipales. Se confiesa perdidísima. Pilar está más preocupada: «Me gusta la política, pero no me gustan estos políticos. No me gustan porque están más pendientes de ellos mismos que de los intereses generales y de la gente. Lo único que les interesa es darse zascas entre ellos para salir luego en las noticias», les critica con convencimiento.
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Tanto Marta como Pilar van a votar, eso sí. Además, ya tienen decidido el sentido de sus sufragios, por lo que no piensan seguir la campaña. De hecho, Pilar considera «que no deberían hacerse, ya que hemos tenido tiempo de sobra para conocer a los candidatos. Es una pérdida de tiempo y de dinero».
Pasa la mañana. Tres generaciones de mujeres que desayunan en el popular Café Fútbol se muestran escépticas y descreídas. Pero ellas no pasan. Muy al contrario. Tienen la sensación de que son ellos, los políticos, quienes pasan de ellas. De nosotros. De la ciudadanía en general.
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Irán a votar. Pero la campaña electoral de la presente campaña de las municipales les importa tanto como ese último churro que ya se ha quedado tieso y frío, arrumbado entre las servilletas arrugadas.
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