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Policía Nacional en Granada
091: la sala de las decisiones inmediatasNunca le ven la cara a la persona que le está contando sus problemas. Se queda en un rostro imaginario, una voz angustiada al otro lado del teléfono. Sus vidas se cruzan durante apenas unos minutos a través de un dispositivo. Alguien marca el 091 y aprieta el botón de llamar; probablemente se encuentre en un momento traumático. Otro alguien descuelga y conversa con él o ella durante un tiempo decisivo en el que lo tranquilizará, le pedirá información y, sobre todo, le dará una solución. Será un policía nacional, uno de los que forman parte del Centro inteligente de coordinación, mando y control (CIMACC) -antiguamente sala 091-, un lugar donde siempre, sea la hora que sea, hay alguien que trabaja a contrarreloj.
Han pasado ya quince años desde que el centro echó a andar en Granada, con un rincón reservado en la Jefatura de la calle Palmita. Allí se centralizan todas las llamadas de la demarcación de Policía Nacional, tanto Granada como Motril y Baza -que antes se gestionaban en esos municipios-. Entrar a esa sala es sentir en primera persona la urgencia, la tensión, la paciencia. La reina del lugar es una enorme pantalla en la que se puede ver, en un golpe de vista, dónde se encuentran las patrullas de Seguridad Ciudadana, los conocidos como Zetas. Ellos son los primeros en llegar a los avisos.
Dependen de las instrucciones del 091, donde trabajan una treintena de personas, repartidas en seis turnos. En cada uno de ellos hay un jefe -un inspector- y cuatro operadores -un oficial y tres policías-. Armados con sus auriculares, atienden sin cesar las llamadas. «Aquí no hay descanso, no paran las llamadas, ya sea por una emergencia o por una solicitud de información». Son palabras de Carlos Cuervo, inspector jefe y coordinador. «Es agitado. Un trabajo constante, pero muy satisfactorio», sentencia.
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Cada operador cuenta con su propio teléfono y toma sus propias decisiones. Valora los recursos disponibles, los que están más cerca del suceso y el nivel de gravedad. No es lo mismo el hurto de una cartera, en el que el autor ha huido, que una violencia de género, en el que un hombre está agrediendo a la mujer en ese momento. Sin embargo, hay avisos que requieren de una atención especial. Ahí es donde entra en juego el jefe de sala, un puesto de gran «responsabilidad». «Tiene que tomar muchas decisiones y gestionar recursos teniendo en cuenta cuáles están disponibles. Debe priorizar», detalla Carlos Cuervo.
Una de esas jefas de sala es la subinspectora Pilar González, que dirige el CIMACC 3. «Hay situaciones de peligro en las que, durante cinco o diez minutos, tienes muchísimo estrés. Lo importante es que los que estamos aquí no perdamos la calma», relata. Ella lo escucha todo en la emisora e interviene cuando entra algo inusual. «Si hay quince llamadas por un tiroteo, no podemos mandar solo un coche, pondríamos en juego a la dotación. Hay que tener en cuenta muchos factores», apunta. Puede ser necesaria la activación de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) o la Unidad de Intervención Policial (UIP). Una vez ofrecida la primera respuesta, se activa, si el caso lo requiere, a Homicidios o Policía Científica, por ejemplo.
Al año atienden en el CIMACC de Granada más de 100.000 llamadas anuales, cuyo tiempo medio de respuesta es de dos a cinco minutos. En ese periodo, de media, la llamada se gestiona y la dotación policial llega al lugar, aunque es relativo. «No es lo mismo un aviso un lunes a las tres de la madrugada, con las calles vacías, que un viernes al mediodía, con la autovía colapsada», recalca Pilar González. La naturaleza del aviso también lo determina: no se puede circular a toda prisa si no está justificado, o se pondría en riesgo la seguridad ciudadana innecesariamente. Por otra parte, desde el CIMACC aseguran que la sociedad tiene más que integrado el número 091: cuando alguien está en apuros en su demarcación, lo suele marcar directamente. «Si se equivoca y es de Guardia Civil, le informamos y lo derivamos», agrega.
No todo lo que llega al 091 es un requerimiento de la presencia de los agentes; buena parte de los que marcan esos tres números simplemente quieren información. Que si mi hijo viaja al extranjero y no sé si necesita pasaporte, que si dónde renuevo el DNI, que si me ha llegado una multa… Cuestiones banales que intentan resolver con la mayor amabilidad y celeridad posible. Desgraciadamente, también hay falsos avisos. «Cuando llega la patrulla no hay nadie, cuando se supone que te están esperando allí. Es una pérdida de tiempo y recursos, porque comisionar un coche es desocuparlo de otro lado», reconoce el inspector jefe.
En este sentido, hay otra parte desconocida por muchos que define la labor de la Policía Nacional: la humanitaria. «Hacemos infinidad de asistencias médicas, hay muchos casos en los que los primeros en llegar somos nosotros. Por eso es importante la formación en primeros auxilios; hemos sacado a más de uno de una parada cardiorrespiratoria o hemos salvado a apuñalados haciendo un torniquete», detalla Carlos Cuervo.
Después de años al otro lado del teléfono, echar la vista atrás es reencontrarse con miles de historias. Muchas quedan en el olvido, por su superficialidad o por elección propia, ya que hay temas demasiado dolorosos como para llevarse a casa. Otras, sin embargo, quedan grabadas a fuego. A la subinspectora le viene a la mente la época de la pandemia, cuando las llamadas «se duplicaron». «Eran de miedo y ansiedad, necesitaban respuestas ante el desconocimiento. Desde aquí intentamos aportarles un hilo de esperanza, de sosiego, de tranquilidad. Eran llamadas complicadas», admite.
Al inspector le vienen dos casos a la cabeza. Uno, el asesinato en diciembre de 2021 de Lorena, a manos de su expareja, cuando se disponía a coger el coche para ir a por sus hijas al colegio. Ocurrió en el garaje de su vivienda, en la zona de Parque Nueva Granada. «Entra la llamada y lo gestionas. Vas escuchando todo lo que va pasando, y cuando los efectivos llegan a la zona y dicen que está sin vida, te afecta», asegura. Otro caso impactante y más reciente fue el del bebé que falleció durante un incendio en un piso del distrito Norte el pasado mes de diciembre. «Fue muy angustioso, porque teníamos a compañeros muy cerca y llegaron rápido. La gente amenazaba con tirarse y demandaba la llegada de los Bomberos. Los minutos parecen horas y nuestro trabajo es mantener la calma», agrega.
A pesar de estos sinsabores, a los dos policías nacionales les satisface enormemente el trabajo en la sala, sobre todo por poder «resolver problemas» y «crear sensación de seguridad». Carlos Cuervo recuerda un caso del pasado mes de enero, adelantado por este periódico, en el que los agentes frustraron un secuestro en apenas 20 minutos porque la víctima llevaba una pulsera localizadora. «Al escuchar por la emisora que los dos presuntos autores habían sido detenidos pensé: qué bien», recuerda. Pequeñas alegrías que marcan su día a día: «Nos gustan los finales felices», sentencian.
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