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Mercedes Navarrete
Lunes, 25 de noviembre 2024, 00:08
En los últimos cuatro años, incluidos los dos más malos de la historia del sector del aceite de oliva por la falta de producción, la cooperativa Conde de Benalúa ha pasado de facturar 30,7 millones de euros a 78, un increíble aumento del 150% de las ventas. Lo de saldremos más fuertes de las crisis lo inventaron ellos.
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A falta de cosecha de sus agricultores, la cooperativa salió de su ámbito y sumó más productores en el resto de España y en otros países como Italia y Portugal que, a día de hoy, comercializan con sus marcas de aceite Conde de Benalúa y Amarga y Pica. «Hoy Benalúa no acaba en Benalúa ni en España, buscamos nuestros horizonte en el ámbito Mediterráneo», esgrime su CEO, Eduardo Valverde, orgulloso de una estrategia global y transversal «movida por el compromiso de servir a nuestros clientes».
Ubicada en un pueblo de apenas 600 vecinos en los Montes Orientales, la cooperativa presume de tener en el corazón a sus agricultores, pero en la cabeza a sus clientes. Más de 3.000 productores confían en ellos y pueden pagarles los mejores precios por su aceituna por la sencilla razón de que están vendiendo mejor su aceite. Son punta de lanza de la comercialización del aceite de oliva en Granada. Su plan estratégico, que contempla novedosos hitos en el sector como la erradicación del envase PET desde el pasado verano, está siendo un éxito. «No s e puede vender aceite en garrafas de plástico como si fuera lejía, hay que generar valor. No se puede vender como hace 40 años y esperar resultados diferentes», afirma rotundo Valverde.
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Mercedes Navarrete
Atesoran en sus bidones el mejor Amarga y Pica de los últimos años, listo para salir el mercado, pero tienen clarísimo que contar con un producto estrella no es suficiente: hay que saber venderlo. «La visión de Conde de Benalúa es un 70% mercado y un 30% producción, hay que saber de mercado para ser productores», defiende el CEO, inmerso en el reto de «formar y ayudar a los agricultores a ser que sean empresarios, con un negocio cada vez más sostenible». Economía de escala, procesos más eficientes gracias a la tecnología y marketing son las recetas que están impulsando sus marcas.
Y es que construir unas marcas potentes y reconocibles, en un sector donde el 70% aún se vende a granel, es el futuro, siguiendo por ejemplo, el camino del vino. ¿Quién pide ya una jarra de tinto, así en genérico? «Amarga y Pica tiene que ser como la quisquilla de Motril o los piononos para Granada, nos tienen que elegir no por baratos sino por la calidad», subraya. Por ello, son defensores de los formatos pequeños y de calidad, que caben en el frigorífico y no se guardan en los muebles de la cocina «calentándose al lado del lavavajillas». «Queremos que nuestro aceite se guarde en el frigorífico y esa es nuestra obsesión y por lo que competimos. Si entras en el frigorífico, como el vino cuando no se ha terminado la botella, es que eres valioso para el consumidor», esgrime Valverde. El frío no es obligatorio pero mejora la calidad del aceite, por lo que desde Conde de Benalúa se han marcado al reto desbancar al ketchup y a los huevos en el refrigerador: «Es nuestra ilusión, luchamos por ser importantes».
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