–¿Una universidad digital y telemática puede ser también una universidad a distancia?
–No se está hablando de pasar a un modelo de enseñanza digital, sino justamente lo contrario. Se trata de que en nuestra presencialidad introduzcamos esas herramientas. El paso por la universidad ... no es solo la adquisición de habilidades, se necesitan los contactos, las relaciones interpersonales entre estudiantes, entre profesores... Nuestra gran preocupación es que hay estudiantes que empezaron este año y no han tenido una experiencia ni siquiera con el espacio físico de la universidad.
–Y la universidad también ha estado en el foco político. Se han utilizado, por ejemplo, sus remanentes.
–La Universidad de Granada apuesta por una financiación con cargo a resultados, porque los tenemos y los tenemos buenos. Cualquier modelo de financiación que venga será infinitamente mejor.
–¿Es viable la universidad?
–La apuesta por la universidad no es real. Nuestra capacidad de captación hace que seamos de los pocos sistemas que cumplen que el 30% sean fondos propios frente al 70%, que son fondos que vienen en operativa. Porque somos una empresa muy investigadora. Eso permite, hablando claro, que el fondo de investigación no se dedique a lo que no debe destinarse, que es a pagar lo que no te paga la Junta para sufragar los sueldos o a tapar el agujero de infraestructuras.
–En una tierra como Granada, ¿los liderazgos de la Universidad no están infrarrepresentados? El rector o rectora tienen su espacio. Pero podría haber otros líderes en otros espacios y debates.
–Es impresionante que una universidad que está radicada en una ciudad que ni es capital del Estado, ni es capital de comunidad autónoma, esté entre las cinco primeras de España en todos los rankings. Eso te provoca al mismo tiempo una responsabilidad muy fuerte. Es verdad que hay aspectos en los que la Universidad está muy presente, pero quizás sea necesario un giro más. Ya no digo la idea más antigua de transferencia con la empresa, sino de calar y de permear la vida de la ciudad. La Universidad tiene que jugar un papel de liderazgo, nunca político, sino social, de innovación, de conocimiento.
–¿El conocimiento da neutralidad?
–No hay universidad, en España al menos, que tenga una capacidad de influencia con el entorno tanto económica como social tan importantísima. El presupuesto, que son más de 400 millones, te pone ante una enorme responsabilidad, porque aquello que tú recibes lo tienes que devolver. Esa fortaleza hace que la UGR esté muy expuesta a ser utilizada. No se ha hecho noticia de que hayan vuelto todas las universidades andaluzas a las clases tras Semana Santa, ha sido básicamente en Granada.
–También fue la primera donde se suspendieron las clases presenciales.
–Quizás en un momento en el que todavía estábamos aprendiendo a gestionar pandemias, creo que fue una decisión un poco precipitada. Siempre nos hemos adaptado a lo que ha dicho la autoridad sanitaria.
–Pero solo se tomó esa decisión en Granada. ¿Cree que en otros sitios se hubiesen atrevido a adoptarla?
–Nuestro compromiso era volver a la presencialidad en la medida de lo posible. Veíamos que los institutos y colegios pues seguían su vida. Era difícilmente entendible.
–También la politización de la que hablábamos. Cuando hay unas elecciones a rector siempre interpreta que un candidato es de un partido o de otro.
–Pues aquí le voy a contradecir, porque conozco la Universidad. Cuando hay elecciones hay opciones que pueden obedecer a un criterio más político o no. Pero hay algo que caracteriza, al menos, a la Universidad de Granada, y es que, una vez que se acaba una elección a rector, no hay bandos. Todos entendemos que trabajamos por la institución y normalmente el sentido de lealtad institucional es muy alto. Son batallas que pueden ser circunstancialmente intensas pero en muy poco tiempo se olvidan.
–También le echan en cara que es demasiado endogámica.
–Es otro de los grandes sambenitos. La universidad es una institución que, desde la Edad Media, se abrió paso frente por frente en las luchas; primero contra la Iglesia, después contra el poder político. Marcó un territorio autónomo. Eso ha hecho que, durante muchísimo tiempo, se viera como algo cerrado. Hoy es justamente lo contrario, tiene que estar totalmente permeable. Ya no es que haya que abrir las puertas, es que la universidad está fuera. La endogamia de la universidad se acaba, simplemente, abriendo la universidad; no abrir las puertas, sino hacerse más ciudadana, más social.
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