Carmen Rodríguez y Josefina Gallego, profesoras de Lengua y Literatura. RAMÓN L. PÉREZ

Informe Pisa, Lengua y Literatura

«La burocracia es lo peor de todo: nos quita tiempo para preparar clases»

Carmen Rodríguez y Josefina Gallego reflexionan sobre los cambios en la materia y en los alumnos. «Los resultados de Pisa eran esperables»

Sábado, 17 de febrero 2024

Josefina Gallego Tercero, 68 años, ha sido muy feliz en su profesión. «Siempre quise ser profesora», dice. Ya jubilada, su primera clase fue en 1981 y, desde entonces, todo ha cambiado mucho. «Cuando empecé eran dos materias distintas: Lengua y Literatura. Teníamos cinco horas de ... clase a la semana de Lengua y otras tantas de Literatura. Después unificaron las asignaturas y le fueron quitando horas... Ahí está la primera dificultad».

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Carmen Rodríguez Crespo, 33 años, es profesora de Lengua y Literatura en el IES Francisco Javier de Burgos, en Motril. «Aunque ahora hayan aumentado las horas en ESO –responde a Josefina–, considero que el trato que se ha dado a la asignatura no ha sido digno. Los resultado de Pisa eran esperables».

Carmen lamenta que pueda parecer que son ellos, los profesores, lo que no hacen su trabajo, pero asegura que hacen lo posible con las herramientas que les dan. «Llevamos años pidiendo la bajada de ratio, por ejemplo». Josefina asiente y, al mismo tiempo, lanza una reflexión: «Recuerdo clases de COU (2º de Bachillerato) con 46 alumnos y no tenía ningún problema para dar clase. No quiero enjuiciar, pero en mi último año, para mí era un sacrificio entrar en algunas clases. No tienen ninguna motivación».

«Recuerdo clases de COU (2º de Bachillerato) con 46 alumnos y no tenía ningún problema para dar clase»

Carmen considera que el «maltrato» a Lengua y Literatura está también motivado por las circunstancias de la sociedad. «Si el ambiente cultural que hay en casa es favorable, probablemente los niños lean y se interesen... Ahora es muy complicado encontrar algo así». Josefina opina igual y apunta al trabajo necesario de las familias. «Los alumnos –dice la profesora jubilada– se tienen que concienciar de que van a un centro educativo para aprender, no van para pasar el tiempo ni para molestar al profesor. Los padres deben transmitir que el esfuerzo es un valor».

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¿Hay un problema de padres?

–(Carmen) Para mí sí. No se le da valor a la cultura. Los niños no la consideran necesaria para formarse como ciudadanos de bien. Saben manejar un móvil, pero no saben expresarse oralmente ni por escrito. Es muy triste.

–(Josefina) La sintaxis, por ejemplo, es una destreza académica en la que se aprenden cosas abstractas, pero sirven para que ordenen la lengua y el pensamiento. Les enseña a pensar.

Carmen y Josefina. R. L. P.

Una de las claves del suspenso en Pisa en Lengua y Literatura es, precisamente, que los alumnos –casi– no suspenden. «Las familias –afirma Carmen– están muy obsesionadas con que sus hijos no tengan frustraciones y las personas deben tenerlas. Cuando los alumnos tienen que aprobar porque si no se frustran o lo pasan mal... que no, que la vida no es eso. Y la ley cada vez está más encaminada a que aprueben de una manera muy sencilla». Josefina resopla con fuerza y levanta las manos: «¿Por qué tenemos la sensación de que cometemos un delito cuando llamamos la atención a un alumno?».

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Para ambas profesoras, bajar la ratio de alumnos sería el primer paso, aunque requiere de una enorme inversión. «El dinero es un parche ante una ley que es claro y evidente que no sirve», dice Carmen. «Yo no me hubiera jubilado si no fuera por la ansiedad que me producía no saber qué me iba a encontrar en clase», confiesa Josefina, dolida. «Debería existir una Ley de Educación que estuviera por encima de los distintos cambios políticos –termina–. Las leyes de educación las hacen personas que no han tenido una pizarra delante en su vida. ¡Que consulten a los profesores!».

«Las leyes las hacen personas que no han tenido una pizarra delante en su vida»

Carmen, profesora vocacional, asegura que a veces tienen que actuar como madres, hermanos, psicólogos, policías... «y desgraciadamente como administrativos». «La burocracia –resopla– es lo peor de todo: nos quita tiempo para preparar clases, para formarnos, para dormir... No sé cuántos programas e informes he rellenado ni cuántos voy a rellenar... ¡Es terrible! Y todo va a un saco roto. Un papel para cada asunto... ¡Es una locura!».

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