![«Charo ya es un ángel que nos ve desde el cielo»](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2024/12/06/paliativos-charo%20(3)-kxiE-U230213294793rzC-1200x840@Ideal.jpg)
![«Charo ya es un ángel que nos ve desde el cielo»](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/2024/12/06/paliativos-charo%20(3)-kxiE-U230213294793rzC-1200x840@Ideal.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Charo tenía 46 años mientras tomaba una tila en el salón de su casa. «Pronto cumpliré los 47, me quedan muchas cosas por hacer», dijo entre sorbo y sorbo, apretando el crucifijo al pecho, como si así pudiera frenar al maldito cáncer. Ella, maestra y madre de dos hijos, participaba en un reportaje titulado 'Por un buen final', sobre las unidades de cuidados paliativos de Granada. «No son los cuidados de antes de que te vayas a morir, son mucho más. Te cuidan a ti y a tus familiares. Están ahí siempre. Son buenas personas con un corazón tremendo», contó emocionada.
Charo cumplió los 47, pero ya no habrá más. Rosario Jurado falleció poco después de realizar la entrevista y no llegó a verla publicada. «Nos emocionó mucho leer el artículo», dice Chari, su madre, con los dedos fuertemente entrelazados. «Fue como reencontrarse con ella». La familia quería que Charo apareciera tal cual, como ella era, transmitiendo esa fe y esa vitalidad que, pese a todo, mantuvo hasta el final. «Ella era muy creyente. Ahora ya es un ángel que nos ve desde el cielo», afirma su madre.
Noticias relacionadas
José E. Cabrero
Hace unos meses, en una consulta, Charo le pidió al médico que le contara cómo iba su enfermedad, pero que no le dijera nada que fuera malo. El doctor le preguntó «¿qué es malo para ti, Charo?». Y ella, sonriente, respondió así: «Que me digas que me quedan meses de vida, porque entonces no viviría». El doctor asintió y le dijo «tranquila, que no te diré nada malo». Por eso Charo bebía de su tila sin mirar el reloj, con la vista al frente: solo pensaba en vivir.
Charo murió abrazada por sus padres. Chari, su madre, pasó diez días sentada en una silla, junto a la cama, sosteniendo su mano. «Después de tanto tiempo yendo a su piso cada día, no sé estar en mi casa. Tengo que acostumbrarme, poquito a poquito», suspira, sin encontrar la postura en el sofá del salón. «Nos gustó el reportaje. Y a ella le hubiera gustado también. Ella quería contar cómo se sentía, cómo le habían tratado esas personas que cuidan de personas. Por eso decidimos escribir la carta».
La familia de Charo –padres, hermanas, cuñados, sobrinos, marido e hijos– ha ido al Hospital Clínico San Cecilio para entregar en mano, puerta por puerta, una carta que empieza así: «Un 25 de junio de 2021, a escasos días de la comunión de su hijo, Rosario Jurado Ros, o Charo, como siempre la hemos conocido, recibió la noticia que ningún ser humano merece escuchar: tienes cáncer. Esas palabras cayeron sobre ella y sobre nosotros como un jarro de agua fría. 'Disfruta de la comunión de tu hijo, después se hará lo que se tenga que hacer', fueron lo que los especialistas le dijeron en ese momento. Ese fue el primer acto de humanidad que Charo pudo encontrarse en el hospital».
Pero la carta, como escribe la propia familia, no es para contar la historia de Charo, sino la de todos los profesionales del hospital que se han cruzado en su camino. «Todos ellos han tenido para ella una palabra de aliento, de esperanza, de humildad y de humanidad. Han sido más que profesionales que simplemente dan un diagnóstico y continúan con el siguiente paciente. Urólogos, enfermeros, auxiliares, traumatólogos, oncólogos, paliativos, radiólogos, celadores, médicos de urgencias, cirujanos, cocineros, limpiadoras, personal de seguridad de hospitalización... todos, sin excepción, han sido, como ella decía, personas que cuidan a personas».
«Nosotros, su familia, y Charo desde donde esté en este momento, queremos agradecer a través de estas letras todo lo que habéis hecho por ella. Gracias por el trato, el cariño, por escucharla y escucharnos, por cada palabra de alivio, de consuelo, por luchar y velar por ella, y por cada visita que hacíais a su habitación simplemente para verla, para entretenerla y para que se sintiera querida y acompañada hasta el final. Suerte la nuestra por teneros en nuestro Hospital».
Charo sonríe, con los ojos vidriosos. «Creo que es una carta muy bonita. Es la verdad», dice. La madre, entonces, piensa en su hija. «A Charo le encantaba dar abrazos. Cuando entraba me pedía que le diera un abrazo y yo le decía 'con lo baratos que son, hija, los que quieras'. Una hora más tarde, me buscaba otra vez: 'Mamá, que hace mucho que no me das un abrazo'. Esa era mi hija. Un ángel que está en el cielo. Y así lo sentimos».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Inés Gallastegui | Granada
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.