Serafyma (segunda por la derecha, en búsqueda activa de empleo, pasea por Granada junto a su hijo pequeño, su hermano y su madre. Ramón L. Pérez

Más de cien familias ucranianas han abandonado Granada por la falta de trabajo

Los que se han quedado, la mayoría con buena formación, buscan una oportunidad para poder instalarse aquí, pero el idioma se convierte en el principal hándicap

Laura Velasco

Granada

Lunes, 13 de junio 2022, 00:14

El 24 de febrero empezó el horror en Ucrania. El mundo entero contuvo la respiración por la invasión rusa y, seguidamente, comenzó a ayudar. Granada no se quedó atrás. La primera familia ucraniana llegó a la ciudad un 8 de marzo. Después, especialmente durante ese ... mes y abril, decenas de refugiados han ido llegando. Desde el 11 de marzo hasta el 8 de junio se han concedido en la provincia 1.215 resoluciones de protección temporal a ucranianos, según datos del Ministerio del Interior. Muchos de ellos siguen aquí, pero otros tantos han decidido marcharse, principalmente por la falta de oportunidades laborales.

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Así lo explica Ostap Myronyuk, ucraniano residente en Granada que actúa como voluntario desde que estalló el conflicto. Cifra en más de cien las familias de la capital que ya han abandonado la provincia y asegura que la situación de esta comunidad es «complicada». «Estamos intentando que encuentren trabajo con todas nuestras fuerzas, traduciendo currículums y buscando empresas. En algunos casos han encontrado en el sector de la limpieza, la obra o el campo, pero fuera de ahí es muy difícil», asegura.

«Estamos intentando que encuentren trabajo con todas nuestras fuerzas, traduciendo currículums y buscando empresas»

Ostap Myronyuk-Voluntario

Ostap advierte de que muchos de ellos han optado por viajar a otras zonas, como la Costa del Sol, para buscar empleo en la hostelería. «Otros han optado por salir de España y reunirse con sus familiares en otros países más cercanos a Ucrania. También algunos han regresado a casa, los que tienen un sitio al que volver. Hay muchos que ya no tienen nada allí», añade.

Alojamiento

El alojamiento se ha convertido en un hándicap para algunos. Granadinos que en un principio les acogieron en sus casas han tenido que dejar de hacerlo al no poder mantenerlos durante más tiempo. «A día de hoy tenemos una lista de cinco familias que tienen que dejar su vivienda de acogida y buscar una nueva», explica Ostap. Por otra parte, el Arzobispado de Granada colaboró para traer a cerca de 180 refugiados. La mayoría sigue aquí, viviendo con particulares o en casas parroquiales. Cinco han regresado voluntariamente. Una de ellas fue una madre cuyo hijo había fallecido en la guerra. Quiso volver para despedirlo.

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En la primera imagen, Katerina y sus dos hijos. En la segunda, Serafyma junto a su familia. En la última, Naaiia, Kseniia, Natalüa y Daria acudieron a la Feria de Empleo. IDEAL/ R. L. Pérez/Pepe Marín

Desde los Albergues Inturjoven de Andalucía, que en su día ofrecieron cobijo a decenas de refugiados, confirman que en la provincia de Granada ya no hay plazas ocupadas por ellos. Por su parte, Cruz Roja aloja a 443 ucranianos en el Hotel Leonardo de la capital. Por edades, la mayoría tiene entre 35 y 64 años (154 del total), de 0 a 14 (132) y de 18 a 34 (94). Llegaron más, pero ya se han ido 189. Según la organización, más del 80% de los que se han marchado lo hacen porque el conflicto ha finalizado en su zona, con el fin de reconstruir allí su vida.

Una de los mayores trabas para los refugiados es el idioma. La Universidad de Granada (UGR), parroquias o voluntarios ofrecen clases de español, convencidos de que es la principal herramienta para que se integren. «Les insistimos en que deben aprenderlo para tener más posibilidades de desarrollarse en esta ciudad», indica Ostap Myronyuk. Sin embargo, cuatro meses no son suficientes para manejarse bien.

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Olvido progresivo

La solidaridad mostrada con el pueblo ucraniano al inicio del conflicto va quedando atrás. Si en marzo las donaciones eran constantes, ahora se realizan con cuentagotas. «La gente lo ha normalizado y se les ha olvidado un poco. Les afecta psicológicamente y están cansados, pero no deberíamos olvidarnos, seguimos sufriendo aquí y allí. Hay que darles voz», insiste Ostap Myronyuk.

En la misma línea se pronuncia Oksana Komisarchuk, presidenta de la Asociación Slava Ukraini. Cuando estalló la guerra, recuerda, «la puerta de la iglesia no se podía cerrar» de la cantidad de ropa y alimentos que llegaban. Aquello quedó en el olvido, pero no dejan de necesitarlo. En especial, dinero para ayudar a los que están aquí y los que permanecen en Ucrania. «El parón ha sido tremendo y ahora es cuando más lo necesitan, están muy cansados. Hay un chico en la asociación que trabaja los fines de semana y lo que gana lo envía a Ucrania para ayudar», explica la presidenta del colectivo.

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Oksana conoce al menos a 20 ucranianos que se han ido de Granada por no encontrar empleo. Hay ingenieros, médicos o profesores con formación exquisita. «El idioma es una barrera y también la burocracia. No es fácil convalidar sus carreras aquí, así que los que trabajan lo hacen en el sector de la limpieza o en invernaderos, por ejemplo», explica Oksana, que cree que los que peor lo están pasando son las personas mayores. «Los niños se adaptan más rápido, pero hay ucranianos con 80 años que han vivido toda la vida en el mismo sitio y ahora están aquí por obligación. Están muy afectados psicológicamente», añade.

Cualquier oportunidad

Entre los que buscan trabajo para poder instalarse aquí a largo plazo está Serafyma Mohylevska, una periodista de 32 años que llegó en abril a Granada junto a su hijo pequeño, de cuatro, su hermano, de 15, y su madre, de 55. Actualmente se alojan en el Hotel Leonardo y están aprendiendo español. Serafyma tiene una amplia experiencia en revistas, televisión o relaciones públicas, pero está abierta a «cualquier opción». «Tengo muchas ganas de trabajar aquí, mi madre también puede. Planeamos quedarnos, nos gusta Granada», explica Serafyma. Si lo consiguen, su hijo empezará a ir al colegio en septiembre.

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«Me dedicaba al sector de la hostelería y luego cambié la banca. Ahora mismo podría trabajar de cualquier cosa, lo necesito para salir adelante»

Katerina Korotash-Refugiada en busca de empleo

Por su parte, la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios puso a disposición de la comunidad ucraniana 50 plazas en Granada, concretamente en su sede de Calahonda. Allí sigue alojada Katerina Korotash, de 39 años, y sus dos hijos de cinco y seis. «La vida aquí es magnífica. Nos dan una atención estupenda y los niños están felices, el clima es muy bueno», comenta. En su país natal no tienen donde volver, y aunque acabe la guerra, no regresarán hasta que se reconstruya todo lo destruido. Katerina desea encontrar un empleo y estabilizarse en Granada. «En Ucrania me dedicaba al sector de la hostelería y luego me cambié a la banca. Ahora mismo podría trabajar de cualquier cosa, lo necesito para salir adelante», añade.

Este jueves, 9 de junio, se celebró la Feria Internacional de Empleo de Granada. Allí acudieron varios ucranianos en busca de una oferta laboral. Entre ellos, Naaiia, Kseniia, Natalüa y Daria, cuatro mujeres que llevan dos meses en Granada. «Con los ucranianos que estamos en el hotel Leonardo un negocio local podría abrir una planta», aseguraron.

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Los afortunados

Entre tanta búsqueda, algunos afortunados sí han encontrado esa oportunidad. A Loja llegaron en marzo 51 refugiados. Algunos se fueron después a otros países, pero más de la mitad decidió quedarse. De ellos, varios han encontrado empleo en la construcción, empresas del textil o como traductores. El alcalde de la localidad, Joaquín Camacho, explica que se ha cumplido el objetivo marcado a su llegada: la plena integración. «Han conseguido vivienda u hospedaje con los lojeños, que los han recibido con los brazos abiertos. Los niños están escolarizados y algunos apuntados en clubes deportivos», explica el edil. Decenas de ucranianos repartidos por toda la provincia de Granada buscan justo eso. Un empleo con el que, por fin, ser felices en su nuevo hogar.

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