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Natalia estaba encantada con su día a día en el centro en el que residía a causa de su alto grado de dependencia al tener un retraso cognitivo severo y un trastorno del espectro autista. Allí recibía terapias, hacía talleres y podía salir de la ... residencia todos los fines de semana para visitar a su madre. Pero todo cambió con la llegada de la pandemia.
«Todo lo que mi hija había adelantado, se lo ha cargado el confinamiento», afirma Conchi, su madre. Los fines de semana se habían convertido en su momento favorito, ya que podía reencontrarse con su hija y disfrutar de sus historias y andanzas. Pero cuando los contagios aparecieron en la provincia y se decretó el estado de alarma, estas visitas se cortaron.
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La residencia, al igual que otras tantas, cerró sus puertas para proteger a sus usuarios de los contagios. Esto permitió cercar los casos de Covid, pero impidió que Conchi pudiera acudir a ver a su hija y Natalia saliera del centro para ver a su familia.
Y, según explica su madre, ya son siete los meses que la joven lleva sin poder regresar a su hogar por el coronavirus. En febrero, Conchi y Natalia disfrutaron de la que no sabían que sería su última reunión en mucho tiempo. Y desde entonces, la joven de 19 años no ha podido abandonar el recinto. «Yo pude ir a verla en junio dos o tres veces cuando retomaron las visitas, pero luego las volvieron a cerrar. Es muy duro para mí no poder ver a mi hija, y para ella está siendo muy complicado no poder salir», cuenta Conchi.
Ahora, los centros de día han retomado sus visitas y algunas residencias estudian si abrir o no sus puertas, pero la residencia de Natalia permanecerá cerrada, al menos, dos semanas más: «Al estar en un municipio con una tasa de contagios muy alta, han dicho que por ahora no se retoman las visitas. Tendremos que esperar».
Gracias a las terapias y a las actividades que ha recibido en las distintas residencias y asociaciones en las que ha estado, Natalia había conseguido mejorar su estado y no tener que tomar apenas medicación. Pero la ansiedad por encontrarse alejadas de su familia y sin poder salir lo ha empeorado todo: «Se autolesiona y ahora le tienen que dar muchísima medicación para tranquilizarla. El cierre de las visitas y el confinamiento ha deteriorado muchísimo la salud mental de mi hija».
«Los niños han vuelto a clase, los bares siguen abiertos y la gente va a sus trabajos, pero a ellos los mantienen encerrados y les cortan la vida. Sabemos que lo hacen para evitar los contagios, pero están destrozando su salud mental», cuenta la madre, que asegura que no tiene nada más que palabras de agradecimiento para la residencia en la que se encuentra su hija, donde «no le falta de nada». «Es la administración la que tiene que hacer algo por ayudarles», añade.
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