Sergei Vladimir contempla las vistas de la playa de San Cristóbal desde su butacón. Ramón L. Pérez

Historias de Almuñécar

Dentro del 'Principado de Sergei', el chiringuito sexitano okupado por un cubano nacido en la antigua URSS

Sergei Vladimir Campo González vive plácidamente y con unas vistas maravillosas al mar en la terraza techada del chiringuito Calabré

Domingo, 7 de julio 2024

La vida de Sergei Vladimir Campo González es como una canción de Joaquín Sabina. 'La del pirata cojo' del músico de Úbeda es ahora 'La del cubano tuerto' de Sergei Vladimir, hijo de cubanos nacido en la extinta Unión Soviética, en la entonces república de ... Ucrania, que ha dado vueltas y tropiezos varios hasta terminar de okupa en la terraza cubierta con vistas al mar del otrora chiringuito Calabré, en la playa de San Cristóbal de Almuñécar.

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Dice Joaquín Sabina que el pirata cojo no es un fulano con la lágrima fácil pero Sergei Vladirmir confiesa que llora mucho. «No paro de llorar», susurra bajito, como si desvelara un secreto máximo. También dice que sus decisiones le costaron un ojo. «Soy un negro tuerto y cubano. ¿Qué más se puede pedir?», se pregunta mientras se lía un cigarrillo.

Nunca será, como el pirata de Sabina, Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse, mercader en Damasco, costalero en Sevilla, negro en nueva Orleans, viejo verde en Sodoma, deportado en Siberia, sultán en un harén, policía, ni en broma, triunfador de la feria, gitanito en Jerez, tahúr en Montecarlo, confesor de la reina, banderillero en Cádiz, tabernero en Dublín, comunista en las Vegas, flautista en Hamelin.

Tertulia en la terraza del chiringuito Calabré, interior del chiringuito y Serge con un amigo en la playa de San Cristóbal. Ramón L. Pérez

Desde su butacón

Pero sí confiesa, entre calada y calada, trago de vino de una botella medio llena de vino blanco sentado en un sofá de escay con vistas privilegiadas al mar, que en su vida ha sido forense en La Habana, jinetero en Cuba, delincuente en la cárcel tropical, informático en la Polinesia, masajista por ahí, contrabandista siempre, comunista en la Unión Soviética, negro cubano y, por definición, cuidador de enfermos de alzheimer en Estepona, soñador por París, okupa en Almuñécar y jefe de su propio Principado del Calabré, como le llama, «conquistado, no comprado, y con invitados de lujo, espacio de libertad, tierra de energía positiva». Como carta de derechos fundamentales y currículo vitae da para quedarse pensando un rato largo.

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Ahora sí, sentado en el butacón, contempla el oleaje en este mediodía con fuerte viento de Poniente. Se cala sus gafas de sol y sonríe. «Estoy harto de tanta energía negativa. Aquí solo hay energía positiva», repite. La gente es bienvenida y hay sitio para todos. Por eso no me voy a ir de aquí y no creo que me vayan a echar».

Optimista a raudales en su 'keli' de esta milla de oro sexitana, se ha preparado un arroz con tomate como almuerzo para él y para todo el que se acerque al 'Principado de Sergei'.

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