En una tarde cualquiera de sábado, el skate park de Motril era el escenario habitual de risas infantiles, mayores dando paseos, y niños correteando de ... aquí para allá. En ese lugar, se encontraba Antonio José Estévez con su pequeño de tan sólo 8 años. Como tantas otras veces, había llevado a su hijo Antonio José a disfrutar de un día con el patinete. «Siempre me pide venir al parque, comprar chuches y jugar un rato», cuenta el padre, todavía con la angustia reflejada en sus ojos.
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Antonio José, como cualquier otro niño, se estaba comiendo una gominola mientras descansaba de dar tantas vueltas con el patín. De repente, la chuchería se quedó atrancada en su garganta, obstruyendo las vías respiratorias. Su padre recuerda el instante con un nudo en la garganta: «Lo vi que se acercaba a una pareja e intentaba pedir agua, pero no podía».
En cuestión de segundos, Antonio José se temía lo peor, «mi hijo se estaba ahogando y sentí que lo perdía», relata, aún conmocionado. «Lo llevé yo mismo a beber agua a la fuente pero no podía ni caminar. En ese momento grité desesperado pidiendo ayuda, porque no sabía qué hacer. Fue el peor momento de mi vida», expresa con angustia mientras señala a la fuente a la que acudió.
En ese momento de desesperación mientras la multitud se agolpaba en el parque, apareció un ángel de la guarda, Elías I. G., un policía nacional que, aunque ese día no estaba de servicio y salvó la vida de su niño.
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Elías había ido al parque, como otros días, a patinar con su hijo. «Nunca pensé que ese día terminaría así», recuerda. Al escuchar los gritos de auxilio, dejó su patín a un lado y corrió hacia el lugar donde Antonio José intentaba, con el corazón en un puño, salvar a su pequeño. «Cuando llegué, vi al niño ya muy mal, con la cara morada. El padre gritaba que se estaba ahogando, y me di cuenta de que la situación era crítica», cuenta.
El policía se acercó sin pensarlo dos veces. «Le abrí la boca, intenté ver si podía liberar algo, pero no veía nada». Empezó a golpear la espalda de Antonio José, pero tras varios intentos no daba resultado. Cada segundo que pasaba, la angustia crecía. «Era horrible ver a ese niño así», comenta.
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Sin rendirse, decidió aplicar la maniobra de Heimlich. Con cuidado, colocó su puño en el abdomen del niño e hizo presión para tratar de desatascar la gominola.
«La gente estaba nerviosa, algunos me decían que le diera más fuerte, otros que lo hiciera de otra manera, pero solo podía concentrarme en salvar al niño», recuerda. Y aunque se respiraba gran tensión en el ambiente, de pronto una mujer que había estado ayudando al policía notó algo en la garganta de Antonio José. «Me dijo que parecía que se veía la gominola», cuenta. Fue entonces cuando tras unos golpes más y una última maniobra, la gominola salió.
El aire volvió a los pulmones del niño, y con él, la vida regresó a ese pequeño cuerpo que apenas unos minutos antes había estado en una situación «bastante crítica». «Cuando vi que respiraba de nuevo, sentí un alivio que no puedo describir», comenta Elías con los ojos llorosos. Para el padre del niño, ese momento fue una salvación. «Estaré toda la vida en deuda con él, salvó a mi hijo», explica mientras camina para abrazar al agente.
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El pequeño está completamente a salvo, aunque el susto le ha dejado una huella que, a pesar de ser tan pequeño, tardará en borrar. «Cuando llegué a casa, me miraba y no podía evitar llorar, él se dio cuenta de lo que pasó», dice su madre Sabrina, conmovida. Aunque ahora vuelve a jugar con su patinete y a divertirse como cualquier niño de su edad, su padre no puede evitar revivir una y otra vez esos momentos que estuvieron tan cerca de cambiarlo todo. «Por suerte, ese día, Elías estaba ahí para salvar a nuestro hijo», dice Sabrina.
«He estado tres días sin poder dormir, viendo la imagen de mi niño ahogándose en mi cabeza», confiesa el padre. «Es algo que jamás olvidaremos».
El agente, por su parte, destaca que solo hizo lo que debía hacer en ese momento y que en lo único que pensaba era en salvar al niño. Pero aunque él insiste en ser humilde, la familia del pequeño destaca que «debería ser reconocido por sus actuaciones».
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A pesar de estar fuera de servicio, decidió actuar porque «no podía quedarse al margen»: «Me arriesgué porque, si algo hubiese salido mal, me habría llevado esa carga en mi conciencia, por eso tomé la iniciativa e hice lo que estaba en mi mano hasta que llegase la ambulancia», explica.
Es sin duda todo un ejemplo de valentía y humanidad que inspira a ser más solidarios sin pedir nada a cambio. «Cada uno de nosotros puede ser un héroe en el momento que más se necesite», sentencia.
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