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Miércoles, 8 de julio 2020, 13:16
Los trabajadores y visitantes del Parque García Lorca llevan semanas sufriendo los ataques de ira y la pérdida de raciocinio de un sintecho que vive habitualmente allí. Según explica Juan Antonio, uno de los jardineros del recinto, se trata de un hombre ... de unos 30 años, de origen senegalés y que llevaría en el parque al menos dos años. «Siempre se ha portado bien, pero en los últimos meses se ha vuelto agresivo», asegura.
Al parecer, el individuo ha agredido en las últimas horas a dos mujeres, una de ellas trabajadora de la limpieza de la casa de Federico García Lorca, llegando incluso a escupir. «A alguno de mis compañeros le ha dado puñetazos en el brazo», dice Juan Antonio. Además, según su testimonio, la situación con este sintecho es tan peligrosa que «duerme con unas barras de hierro y permanece en la entrada de los vestuarios donde nos cambiamos».
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El jardinero que denuncia los hechos asegura que la Policía Local ha tenido que intervenir en varias ocasiones como consecuencia de la actitud de esta persona. «En la última semana han tenido que venir 3 ó 4 veces y nos preocupa porque escupe y no sabemos si tiene el coronavirus». Este medio se ha puesto en contacto con la policía municipal para contrastar los hechos.
Fuentes del cuerpo policial indican a IDEAL que se le ha detenido en varias ocasiones y se le han interpuesto multas, pero al declararse insolvente ninguna ha causado efecto. Hace algunas semanas, los agentes tuvieron que abrir diligencias por destrozar material en el parque por un valor superior a 400 euros. Y según explican fuentes policiales, servicios sociales ha abierto un expediente para buscarle una solución.
«El hombre antes era pacífico. Venía, limpiaba las colillas que encontraba y se quedaba aquí», asegura Juan Antonio, el jardinero. Pero ni la pandemia del Covid-19 pudo frenarle, porque seguía durmiendo en el parque pese a tener un alojamiento en el Palacio de Deportes, debido a la medida que tomó el Ayuntamiento de Granada de trasladar allí a todos los sintecho de la ciudad. «Él venía, saltaba la valla y se quedaba a dormir. No nos molestaba, pero ahora tenemos miedo», sentencia el trabajador.
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