Un disparo, un hacha y un crimen escondido tras la pared en el barrio de Cartuja

Crónica en negro ·

Una vivienda humilde fue el escenario de la muerte de un padre de familia numerosa en su domicilio, donde emparedaron su cuerpo sin vida

Lunes, 1 de junio 2020, 00:36

Miles de granadinos llevaban flores, como cada año, a la Virgen de las Angustias. Todavía hacía calor en esos días de septiembre de 1987. Casi 35 grados de máxima. Aquella tarde, sobre las ocho y media, Rafael llegó a su casa de la calle Diego ... de Mora, en el barrio de Cartuja. Apareció preguntando por el mayor de los cinco hijos que compartía con su mujer, Dolores. El chico, de 15 años, no estaba allí. Y tampoco lo vería nunca más Rafael, que perdió la vida esa misma tarde.

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Las versiones sobre lo que pasó en esas últimas horas del 15 de septiembre fueron evolucionando desde que se conoció el crimen. Una de las hijas del matrimonio, que contaba entonces 13 años, llegó a inculparse de lo ocurrido en el domicilio familiar. Y así lo contó ante el juez. Pero no fue más que un intento de encubrir a su madre, que según quedó probado en el juicio celebrado casi dos años después, disparó a su cónyuge con una escopeta y posteriormente dio un golpe en la cabeza al hombre que resultó mortal.

La versión de los hijos pequeños de la pareja, que tenían entonces 9 y 11 años, resultó crucial para esclarecer lo ocurrido.

El disparo

El primer relato que llegó a la Policía lo ofrecieron la mujer del finado, Dolores, y su hija mayor. Ambas se entregaron 24 horas después del crimen. Pero antes de ir a la sede judicial de Plaza Nueva, las dos mujeres acudieron a las instalaciones de IDEAL para contar su versión de los hechos. En esta redacción, la chica asumió que había disparado a su padre para proteger a su madre. Las dos mujeres contaron que Rafael se había enzarzado en una pelea con su esposa, a la que llegó a sacarle una navaja. La mujer admitió que su vida no había sido fácil desde que se casó con Rafael y aludió a constantes peleas en el matrimonio. «Mi vida era un infieron», llegó a admitir, según refleja la crónica de este periódico del 17 de septiembre de 1987.

La hija del matrimonio, de 13 años, se entregó como presunta autora de los hechos aunque se descubrió que no era ella

La hija, de 13 años, fue corriendo a buscar una escopeta al ver la discusión, y amenazó a su padre para que soltara a su progenitora. El arma se le disparó y un cartucho impactó en el abdomen de Rafael. Así lo contaron al juez. Tras el crimen, los cinco hijos y la mujer salieron de la casa y no volverían hasta el día siguiente, cuando la hija de mayor edad y la madre se acercaron a la casa con materiales de obra. Asustadas por lo ocurrido, según relataron ellas mismas, decidieron levantar un muro en el cuarto contiguo con la ayuda de un joven –a la sazón novio de la chica– que tenía conocimientos de albañilería.

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Pero el hijo mayor descubre que está el cadáver de su padre en la habitación que van a cerrar y las dos mujeres se entregan a las autoridades.

Sin embargo las pesquisas policiales arrojan otra versión de lo sucedido. De hecho, resultó clave el testimonio de los hijos de la pareja. El mayor, también llamado Rafael, sorprende a su madre y hermana cuando están levantando el muro junto al otro joven y es la propia Dolores la que confiesa haber disparado a su esposo. Según relataría el joven después, su madre lo encierra en una habitación para que no pueda contar que están tapiando la habitación con el cadáver dentro.

Y los petardos

Horas después, los dos hijos más pequeños también relatarían a una tía que su madre le daba pastillas al padre mezcladas con la comida y que el día del crimen ella les da dinero para que salgan a comprar petardos y los tiren en la puerta, presuntamente para evitar que se oiga el disparo. Los pequeños también afirman haber visto el cuerpo sin vida del padre posteriormente escondido bajo una cama. Así lo contaron posteriormente en el juicio, en el que prestaron declaración contra su madre.

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A los dos días del crimen, la Policía encuentra el cuerpo en la casa tras tirar abajo el tabique y se detiene a Dolores, a su hija y al joven albañil. La chica queda exonerada poco después. Y al joven, en el juicio, se le impone un año de prisión menor como encubridor y se tiene en cuenta que era muy joven cuando ocurren los hechos –tenía 16 años–. Dolores fue condenada a 28 años de cárcel por la muerte de su marido, a quien, según se probó en el juicio, disparó con la escopeta y posteriormente golpeó con un hacha en la cabeza al hombre, que aún seguía con vida.

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